Proyecto Edificio Consejo Profesional de Ciencias Económicas de San Luis – Delegación Valle de Conla

Código de equipo: ING569

Universidad: Universidad Nacional de Tucuman

Sede:  Facultad de Arquitectura y Urbanismo

País:  Argentina

Ciudad: Tucuman

Equipo:

Victor Alfonso MOntañez

Profesores guía:

patricia Rodriguez Anido

DOCUMENTOS ADJUNTOS

© Derechos reservados por sus autores intelectuales.

Descripción general

El proyecto para el edificio del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de San Luis, Delegación Valle de Conlara, propone una arquitectura integrada al entorno natural, funcional y representativa de una nueva institucionalidad. La propuesta se basa en la armonía entre la naturaleza, la comunidad y la arquitectura, utilizando un enfoque sustentable, cálido y sobrio.

Desde su concepción, el proyecto se plantea como una respuesta sensible al paisaje y al contexto social. El edificio no se impone al entorno, sino que se adapta a él mediante un diseño de baja escala que respeta el carácter natural del terreno. La propuesta arquitectónica se compone de un conjunto de módulos organizados bajo una gran cubierta curva, la cual genera una separación funcional entre la zona administrativa y el salón de usos múltiples. Esta separación está articulada por una escalera circular que funciona como nexo visual, formal y funcional entre ambos espacios, aportando elegancia y eficiencia.

La estructura del edificio está enteramente resuelta en madera laminada, una elección que responde tanto a criterios técnicos como ambientales. Este material ofrece alta eficiencia estructural, baja huella de carbono y una estética cálida que refuerza la idea de cercanía con la naturaleza. El uso de madera es, además, una decisión que apoya la economía circular y la construcción sustentable, evitando materiales contaminantes y procesos industriales intensivos.

A nivel morfológico, dos techos curvos determinan la silueta del edificio, otorgándole identidad y continuidad visual con el entorno. La envolvente acristalada permite una relación fluida entre el interior y el exterior, favoreciendo la transparencia institucional, el aprovechamiento de la luz natural y el diálogo visual con el paisaje. Este vínculo se refuerza con un espejo de agua ubicado en la fachada principal, que no solo refleja la volumetría del edificio, sino que también actúa como elemento regulador del microclima local.

En términos de eficiencia energética, el proyecto incorpora estrategias bioclimáticas pasivas: ventilación cruzada, iluminación cenital, captación de agua de lluvia, materiales de bajo impacto y una correcta orientación del edificio. Estas medidas, lejos de representar un sobrecosto, se integran desde el diseño para garantizar un confort ambiental sostenible y de bajo mantenimiento. La propuesta muestra que es posible alcanzar altos niveles de sustentabilidad sin recurrir a soluciones tecnológicas complejas o costosas.

El entorno inmediato del edificio está concebido como un parque integrador, con una importante proporción del terreno preservada como reserva ecológica. En esta superficie se insertan diferentes piezas de uso comunitario: una huerta comunitaria, tres plazas (una recreativa y dos contemplativas), zonas de descanso bajo sombra natural, y sectores de encuentro informal. Estas áreas, distribuidas de forma estratégica, fomentan la vida social, el contacto con el entorno y la producción local, consolidando el proyecto como un verdadero centro cívico natural.

El recorrido dentro del predio no se organiza mediante caminos rígidos ni pavimentos duros, sino a través de un sendero natural que fluye de manera orgánica por el terreno. Este sendero, sin jerarquías impuestas, está señalizado mediante mobiliario urbano —como bancos, pérgolas, plataformas de madera y árboles— que guían al visitante de forma intuitiva. Esta decisión permite conservar el suelo natural, reducir la impermeabilización y promover una experiencia más auténtica de relación con el paisaje.

El edificio y su parque proponen una lectura holística del espacio público: no solo como contenedor de actividades administrativas, sino como lugar de encuentro, reflexión y aprendizaje colectivo. La arquitectura deja de ser un objeto aislado para convertirse en parte de un sistema vivo, que dialoga con la ecología y la comunidad.

La propuesta se destaca también por su carácter replicable. Más allá de sus particularidades formales y técnicas, el proyecto establece principios generales que pueden adaptarse a otros contextos: el respeto por el paisaje, el uso de estrategias pasivas, la promoción de la vida comunitaria y la prioridad de soluciones simples, sostenibles y humanas. Es, en ese sentido, un ejemplo concreto de cómo pensar el futuro del espacio público institucional desde una lógica contemporánea, donde la naturaleza es protagonista, la arquitectura acompaña y la comunidad florece.

En resumen, este proyecto no solo cumple con los requisitos funcionales e institucionales, sino que va más allá al proponer una visión renovada y profundamente comprometida con la sustentabilidad, la inclusión social y el paisaje. Su diseño se convierte así en una invitación a repensar el rol de la arquitectura pública en el siglo XXI.

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