Para el constructor Raúl Velásquez, mención honrosa en el Concurso de Ingeniería y Construcción 2016, cada proyecto que se formule en madera debiera estar asociado a un plan de mantención, algo en lo que Chile, asegura, está en deuda.
Todo partió con el sonido de una guitarra. Raúl Velásquez, constructor civil de la Universidad de Santiago, notó que la guitarra que se había fabricado él mismo producía sonidos distintos según el tipo de madera. Fue ahí que comenzó a investigar los diferentes tipos, calidades y densidades de este “noble material”, cuenta.
Por eso, cuando tuvo que pensar en un tema para su proyecto de título, no lo dudó. Sabía que quería desarrollar algo relacionado con madera, pero que a la vez fuera relevante y que aportara el bien común.
En su búsqueda llegó a Valparaíso, específicamente a unas pasarelas de madera laminada: “Ventanas del Mar” y “Caleta Portales”. “Arquitectónicamente, la pasarela es un producto súper atractivo para la ciudad. La curva de la viga entrega la posibilidad de tener distintos diseños, no el típico marco”, explica Velásquez.
Sin embargo, notó que estaban en pésimas condiciones. “Los apoyos estaban desgastados por la orina, la madera estaba rayada y con fisuras”, cuenta. Pero eso no es todo. En el caso de la pasarela “Ventanas del Mar” ─que conecta con la estación de metro Bellavista─ la municipalidad instaló un semáforo en una de las esquinas, por lo que la pasarela quedó en desuso, pese a haber invertido en ella $120 millones, según cuenta Velásquez.
“Entonces, decidí hacer un proyecto basado en la conservación de estos elementos y que se pudieran mantener en el tiempo. La idea era demostrar que con un costo mínimo de mantención, es posible evitar el colapso de la estructura”, explica.
Y agrega: “La madera, al ser expuesta a la intemperie, sí o sí va a tener algún desgaste. Es algo que ocurre con todos los materiales, incluso con el acero, que sufre la corrosión. Y el principal desgaste en el caso de la madera es la decoloración de sus fibras superficiales por acción del sol. Pero también hay que considerar que la madera, al ser un material natural, es muy sensible a la humedad del ambiente. Entonces, el postulado de mi tesis es que si nosotros dejamos las maderas a la intemperie sin ninguna mantención, el costo asociado a la restauración o reconstrucción va a ser mucho más caro que si se invierte en un mantenimiento periódico”.
Para ayudar en este proceso, Velásquez elaboró una “lista de chequeo”, con indicadores de deterioro y acciones asociadas para evitarlo. Como no existía nada parecido para el caso de la madera, el constructor se basó en las listas que se usan para la construcción en hormigón.
“Cuando se lleva a cabo un proceso de construcción in situ, primero se recepcionan todos los elementos de construcción y se arma una especie de cadena: antes de hormigonar, se tiene que chequear que el moldaje esté bien aplomado; quien hace el moldaje, recibe una lista de chequeo del enfierrador, que a su vez recibe la lista de otro. Es un tema más bien práctico en obra que garantiza la calidad del proceso. En base a esta lista yo elaboré una propia para la mantención en madera”, cuenta Velásquez.
Y así, el programa de mantenimiento que elaboró incluía una actividad específica, el motivo de esa acción y la frecuencia para realizarla. Va desde lo más simple a las actividades más complejas. Por ejemplo, una de las actividades básicas que establece es la limpieza, la que debe realizarse una o dos veces por semana y que contribuye al aspecto estético de la estructura y además permite prevenir otros daños.
“El valor de esta tesis es que plantea una mirada que tal vez no se ha visto antes, que es la conservación. Más aún. Cada proyecto que se formule en madera debiera estar asociado a un plan de mantención. Y esto no solo aplica a la madera laminada, sino a la construcción en madera en general”, concluye el especialista.
Elaboración: Raúl Velásquez
