18 de Mayo, 2017

Emprendimiento argentino crea novedosas sillas de madera para niños con discapacidad

Se trata de Max Jungla, una silla ortopédica con forma de jirafa, mono o elefante que pronto espera ser producida y comercializada en nuestro país.

Tiene ruedas, mesa, respaldo y almohadillas que corrigen la postura, una capa de esmalte en base a agua y un atractivo diseño de animal de la jungla. Así son las sillas ortopédicas de madera para niños que desarrolló el experimentado carpintero argentino Alfredo Fernández.

Todo partió cuando él mismo se vio afectado por un accidente que lo dejó parapléjico, teniendo que ser operado en varias ocasiones y ser sometido a un largo proceso de rehabilitación. Sin embargo, para él no fue problema su nueva condición y siguió adelante. El problema, en cambio, lo vio en los niños.

“No es lo mismo para un niño con parálisis cerebral o discapacidad motora ver en su casa una silla de metal ─que es un monstruo gigante─ que una silla con forma de elefante, que prácticamente no es una silla sino un juego”, cuenta Guillermo Fernández, hijo de Alfredo que se sumó al proyecto de su padre.

Los primeros prototipos los desarrollaron en 2003 y en 2005 los comenzaron a comercializar, pero el lanzamiento oficial de “Max Jungla” ─así se llamó el emprendimiento─ fue en 2008, cuando quedaron seleccionados para el Concurso Nacional de Innovación de Argentina.

Luego de eso desarrollaron un manual de producción para el Instituto Nacional de Tecnología Industrial con el fin de que las sillas de Max Jungla pudieran ser entregadas como política de Estado a las familias más necesitadas.

Reportaje-Max-Jungla-1El emprendimiento argentino Max Jungla

Actualmente las sillas se producen de forma industrializada con máquinas de corte CNC, pero están hechas a la medida de cada paciente, según sus requerimientos específicos, lo que permite un alto grado de personalización y calidad. Algunas se transforman en columpios, otras se integran a autos de juguete. Para Fernández, el desarrollo de este producto ha sido tremendamente gratificante: “Me doy cuenta de que hago un trabajo que realmente sirve”, dice.

Con estas sillas posturales los niños pueden potenciar su desarrollo motor y su autonomía se ve favorecida. Además, la estructura es adaptable, por lo que prácticamente la silla crece con ellos. La madera, por otra parte, transmite una calidez y bienestar que el frío metal no puede superar.

El sueño de Max Jungla es incursionar ahora en el mercado chileno y ser producido con madera nacional, no sólo para aportar económicamente al país sino también para mejorar la calidad de vida de los niños.

“Esto debiera ser una política de Estado, que en los centros de formación técnica, además de muebles, se les enseñe a hacer estas sillas y el equipamiento para ayudar a los que más lo necesitan, donándolo a las familias que no lo puedan comprar”, concluye Fernández.


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