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Observatorio astronómico turístico Yepún

Arquitecto: Susana Herrera / Factoría
Equipo creativo: Rodrigo Troncoso, José Miguel Heras y Diego Triviño
Ingeniería: José Nicolás Durán
Ubicación: Región del Biobío, Lago Lanalhue
Año: 2016

Observatorio Turístico Yepún es una de las últimas obras arquitectónicas y turísticas desarrolladas en el Lago Lanalhue por la oficina dirigida por Susana Herrera & su equipo Factoría.  Como un hito arquitectónico, se ubica en el Centro Turístico Quelén, en la provincia de Arauco, donde el estudio lleva trabajando por más de una década.

Arquitectónicamente, es un objeto  reciclado y de estructura principalmente en madera, construido por maestros artesanos locales y con madera procesada a no más de 20km de distancia, por tanto con una muy baja huella de carbono. Este es un proyecto de innovación cofinanciado por un concurso Corfo otorgado a su gestor Marcelo Cifuentes.

Para nosotros, significaba la oportunidad de establecer relaciones entre ciencia y el contexto cultural.  Entre la astronomía y la cosmovisión mapuche, entre las certezas del hombre y aquello inconmensurable.  Se trataba aquí de rediseñar un espacio físico y también virtual, capaz de integrar saberes y experiencias más allá de las posibilidades que otorga la ciencia. Todo esto en una escala sencilla, casi doméstica.

Era re-pensar un espacio de intercambio educativo de manera amable, agradable en torno a una actividad experiencial transversal con una arquitectura local, donde la madera y la construcción artesanal lo diferenciaran de las cúpulas metálicas o las construcciones técnicas habituales para este tipo de observatorios.  Acá la identidad local estaba ya impresa en las construcciones  de Quelén, y esta nueva pieza remodelada, debía ser parte de ese contexto y esta manera de hacer.

Este nuevo proyecto de arquitectura es también la oportunidad de profundizar y sobre todo,  experienciar desde la turistificación el intercambio entre los visitantes, comunidades del lugar y todo aquél que desee acercarse a observar y compartir  nuevas áreas del conocimiento e intercambio cultural.  Imaginar que esto fuera posible, más allá de la dimensión arquitectónica nos parecía emocionante. La especificidad de este lugar de Chile  posibilita el hacerse nuevas preguntas y pararse en una perspectiva distinta, con un paradigma nuevo en esta época y reconociendo que seguramente ya lo habrían hecho las culturas ancestrales.

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El objeto arquitectónico

El terremoto había dejado disponible el pequeño Edificio Cilíndrico Kurem, que solía ser la recepción del viejo hotel demolido que ahora se estaba construyendo a orillas del Lago.  Esto dejaba disponible esta construcción para un nuevo uso: optar por reacondicionar el viejo Edificio Kurem para transformarlo en el Observatorio era el paso natural.

Mantuvimos la estructura original de pino oregón del proyecto y su forma elíptica. La estructura será una mezcla de madera y acero, la primera por ser el material de la estructura existente y porque existe buena disponibilidad de ésta en obra; el acero, en aplicaciones puntuales para darle mayor resistencia cumpliendo con los requisitos arquitectónicos.

La necesidad de evitar la contaminación lumínica nos obligó a cerrar toda la edificación que anteriormente era muy vidriada. Tuvimos que incorporar una piel interior y otra exterior para cubrir completamente los 11 pilares de pino oregón, de 200 x 155mm, los cuales transmiten la totalidad de la carga hacia la fundación sin vigas que los unen.

En los dos vanos con menor radio de la curvatura, se pusieron diagonales verticales de pino oregón en forma de cruz para evitar drifts muy grandes en el nivel superior. En el piso superior donde está ubicado el telescopio se diseñó un plano rígido en donde se colocaron vigas de acero formadas por dos canales unidos formando una viga “I”. Estas vigas dan estabilidad al piso superior y entre ellas va un entramado de pino oregón formado vigas y cadenetas. Así se conformó un piso resistente que evita las vibraciones que puedan molestar el funcionamiento del telescopio.

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La estructura

De la antigua estructura, retiramos la escalera y el altillo. En el uniespacio, diseñamos una cinta por el contorno interior formadas por vigas en voladizo que van unidas a los pilares mediante perfilería de acero, lo que nos permite crear un recorrido museológico ascendente sin que fuera interrumpido por pilares en el interior.  Por otro lado, debíamos aumentar la altura del edificio para superar las alturas de edificaciones existentes y alojar en este nuevo nivel el telescopio. Esta esbeltez demandó mayores prestaciones estructurales, por lo que trabajamos con el Calculista José Nicolás Duran quien diseñó unos anillos de acero, tipo barril con atiesadores entre ellos, para evitar el pandeo,  encamisando las estructuras de los 11 pilares.  Finalmente arriba, el último nivel tiene una cubierta giratoria que se abre en su centro para despejar la vista del telescopio adaptándose a astrónomos aficionados y profesionales.

La experiencia interior

El volumen está marcado por 3 niveles ascendentes, tal como un rewe.  Un espacio de una altura de 3 mt, forma el acceso, y éste te deriva al espacio central, entras a este espacio elíptico cilíndrico cuya materialidad de madera lo hacen cercano e íntimo.  Un espacio algo diminuto,  sin ninguna posibilidad de vista al exterior que te sitúa centrado en el recorrido y en la oscuridad total, casi uterina, donde el visitante va ascendiendo lentamente por una rampa elíptica perimetral que da pinceladas de información y que lo saca del contexto del que viene para comenzar a transitar en otra dimensión, otro tiempo.

Entonces sigue subiendo, y en la medida que se toma conciencia de la pequeñez humana te invita a descubrir que todos somos tan minúsculos sin excepción, que todos entramos en una misma galaxia, que nos cuesta dimensionar, y nos recuerda que en verdad no somos nada.  Esta sensación no discrimina y la invitación se mantiene abierta durante toda la visita para percibir la pequeñez del tiempo en que el habitamos este diminuto planeta que llamamos tierra, sensación que advertimos todos sin excepción.

Subes lentamente y los muros se transforman en una pequeña experiencia museológica apoyada por la arquigrafía sutil de gravados en laser sobre acrílicos levemente iluminados y de geometrías oblicuas insertas en  los rítmicos soportes, también de madera. Sigues subiendo hasta que, finalmente, una pequeña escalera te lleva al final del recorrido, a un espacio circular configurado por una banca en el perímetro y un pedestal central donde te encuentras con el telescopio.  La cubierta se abre parcialmente dejando la abertura necesaria para observar el cosmos. Por fin comienzas tal vez a comprender, que estás parado en este punto específico del universo, en el borde del mundo, entre el lago Lanalhue (lugar de almas perdidas), y el Nahuelbuta, cordón montañoso  del Paleozoico, iniciado hace unos 570 millones de años atrás, muy anterior a la formación de la Cordillera de los Andes, pero no lo suficientemente antigua en relación a la formación del planeta tierra como parte del supercúmulo de galaxias de más de 4.600 millones de años atrás.

De pronto, ya consciente de que esto es esto es casi surreal.  Un espacio arquitectónico tan sencillo ubicado en los bordes del cerro Lago Lanalhue, te permita reubicarte en esta nueva dimensión estelar,  con una arquitectura de útero cuyo recorrido te hace  despojarte de todas las certezas relativizándolas para permitir una nueva lógica de relaciones, relaciones entre humanos, entre civilizaciones , entre seres que habitamos un mismo punto del planeta.


Fotografías: Gentileza de Factoría

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