La madera es el único material de construcción cuyo uso ayuda a reducir el CO2 de la atmósfera, contribuyendo de esta manera a mitigar el cambio climático. Esto la convierte en la alternativa constructiva con la más baja huella de carbono.
Por medio de la fotosíntesis, los árboles absorben a lo largo de su vida grandes cantidades de dióxido de carbono. Este queda fijado en sus paredes celulares y puede llegar a representar la mitad del peso seco de un árbol. Así, por ejemplo, en una tonelada de pino silvestre ‒de donde se obtienen 500 kilos de madera seca‒, el carbono acumulado alcanza los 250 kilos. Esto equivale a decir que dicho árbol secuestró de la atmósfera 915 kilos de dióxido de carbono.
Las plantaciones forestales contribuyen significativamente a la reducción de los gases de efecto invernadero, puesto que los árboles en etapa de crecimiento tienen mayor capacidad para capturar carbono que los ejemplares maduros.
A diferencia del hormigón, el ladrillo y el metal, la madera es un material natural que, después de extraído, puede ser repuesto una y otra vez. Su disponibilidad para el consumo humano está garantizada en la medida en que se lo produzca y utilice de manera responsable.
En Chile, el 70% de las plantaciones forestales cuentan con un sello que acredita su manejo sustentable (Certfor y/o FSC), lo que ‒entre otras cosas‒ asegura que la tasa de plantación supere siempre la de cosecha.
La extracción y manufactura de madera consume menos energía que la elaboración de otros materiales, y la mayor parte de ella se obtiene de fuentes renovables.
La producción de cemento, vidrio y acero, por ejemplo, requiere de altísimas temperaturas que se alcanzan utilizando grandes cantidades de energía proveniente de combustibles fósiles. De hecho, la energía utilizada para producir una tonelada de cada uno de estos materiales, puede multiplicar cinco, catorce y veinticuatro veces, respectivamente, la necesaria para producir una tonelada de madera. Por lo mismo, el volumen de CO2 que se emite a la atmósfera durante estos procesos es mucho menor en el caso de la madera (0,28 t, frente a 4 t que genera la fabricación de acero, 7,5 t el PVC y hasta 15 t el aluminio).
Además, la optimización de los procesos en la industria forestal ha logrado reducir sustancialmente los residuos sólidos de su producción. Hoy prácticamente toda la materia prima se aprovecha en productos útiles, entre los que se cuenta una amplia variedad de paneles reconstituidos, fibras y combustibles derivados de la madera.
Las soluciones constructivas basadas en madera pueden presentar un desempeño similar o incluso superior al de otros materiales frente a un movimiento telúrico. Considerando que las fuerzas en un sismo son proporcionales al peso de las estructuras que las reciben, las construcciones basadas en madera –entre seis y nueve veces más livianas que las de albañilería u hormigón– están expuestas a impactos menores que otras de materiales más pesados.
A esta característica se suma el que, gracias a sus numerosas conexiones por medio de clavos y demás fijaciones, los sistemas constructivos basados en madera correctamente diseñados logran disipar mejor las energías que sobrevienen repentinamente durante un sismo. Esto las hace más flexibles y menos susceptibles a colapsar si alguna de las partes de la estructura falla.
Comúnmente se piensa que la madera es más vulnerable al fuego que otros materiales. Lo cierto, sin embargo, es que una construcción de madera de ingeniería puede ofrecer excelentes condiciones de seguridad frente a un incendio y suficiente resistencia al fuego como para evitar que este se propague y ocurra una falla estructural. Al comportarse de manera más predecible, sus ocupantes pueden contar con un margen de reacción más amplio que en construcciones de otros materiales que tienden a colapsar más rápida y repentinamente.
Todos los materiales sufren algún grado de daño cuando son expuestos a altas temperaturas. En el caso de la madera, sus propiedades aislantes la dotan de cierta resistencia al fuego hasta los 250°C (temperatura a la que el acero ya comienza a debilitarse). Si acaso llega a inflamarse, su baja conductividad térmica hace que se queme muy lentamente, formándose en el exterior una capa de carbón que protege la parte interna y conserva sus propiedades estructurales por más tiempo.
Por último, el mercado ofrece actualmente una serie de productos retardantes que mejoran significativamente el comportamiento de la madera ante el fuego.
Debido a su porosidad, la madera posee una baja conductividad térmica, lo que la convierte en un excelente aislante. Combinada con otros materiales ‒como fibra de vidrio o lana mineral‒, una construcción de madera puede satisfacer los requerimientos de aislación térmica de una vivienda incluso en climas extremos.
Las cavidades presentes en su estructura celular permiten a la madera aislar el calor hasta seis veces más que el ladrillo, quince veces más que el hormigón y 400 veces más que el acero.
Gracias a los nuevos materiales y soluciones estructurales desarrollados por la industria, hoy construir en altura con madera es una opción segura y eficiente que gana terreno en Norteamérica, Europa, Australia y Nueva Zelanda. Solo en los últimos cinco años se han levantado en el mundo más de 17 edificios de siete pisos o más.
Para esto se utilizan paneles sólidos conformados por múltiples capas de tablas colocadas en distintas direcciones, sistema que optimiza la resistencia de las fibras. Entre los más comunes están el LSL (Laminated Strand Lumber), el LVL (Laminated Veneer Lumber) y el CLT (Cross Laminated Timber). Con este último —actualmente en fase de estudio en neustro país— se han construido edificios emblemáticos, tales como Stadthaus en Londres, de nueve pisos; Forté Apartments, en Australia, con diez pisos; y Framework, en Estados Unidos, de doce pisos. Incluso, se proyecta realizar en París un edificio de 35 pisos de altura: el denominado “Baobab”, a cargo del reconocido arquitecto Michael Green, líder mundial en la promoción de rascacielos en madera.
Gracias a su estructura celular porosa, la madera posee una capacidad natural para amortiguar las vibraciones sonoras. Su desempeño como aislante acústico se puede potenciar utilizando capas de materiales absorbentes como fibra de vidrio, lana mineral o yeso.
Varios investigadores han propuesto que los seres humanos experimentan una atracción instintiva hacia todo aquello que los conecte con la naturaleza, la que se conoce como “biofilia”. Estudios recientes han demostrado que, tal como la percepción de entornos naturales despierta respuestas fisiológicas positivas en las personas, también la presencia de materiales naturales en los edificios tiende a generar sensaciones de bienestar entre quienes los ocupan, asociándose incluso a menores niveles de estrés y mayor productividad.
La madera, como ningún otro material de construcción, destaca por este atributo. Tanto los diseñadores y arquitectos como los usuarios que la prefieren, aseguran que confiere a los espacios una belleza y calidez sin igual, además de transmitir una sensación de confort, tranquilidad y bienestar que puede mejorar la calidad de vida de sus ocupantes. Estas cualidades pueden traer beneficios sustanciales en la construcción de viviendas, recintos hospitalarios, educacionales y de oficinas.
Por la ligereza del material y la realización en seco de las faenas, el montaje de sistemas constructivos basados en madera es más rápido que la edificación con otros materiales. Además, el mercado ofrece estructuras prefabricadas de alta precisión que disminuyen aún más los tiempos de ejecución.
Si bien no existen todavía estudios al respecto, se estima que construir con madera puede llegar a hasta 50% más rápido que con otros materiales, dependiendo de si se trata de una vivienda in situ o una industrializada. Por ejemplo, en el caso del Stadthaus, el edificio residencial en madera más alto del mundo, construido en Londres con paneles prefabricados, se calcula un ahorro de tiempo del 30% en comparación con lo que habría demorado una obra de similares características en hormigón.
El uso de madera como material de construcción puede disminuir considerablemente el costo total de una edificación: comparada con los sistemas tradicionales a base de tabiques, acero y concreto, una construcción de paneles de madera puede significar un ahorro de hasta un 15%. [1]
Debido a la ligereza propia de la madera, las construcciones de este material requieren de fundaciones de menores dimensiones, como mínimo un tercio más económicas que las que exigen obras de otros materiales. Además, al tratarse de construcciones que se ejecutan más rápidamente, se reduce el costo de la mano de obra y, como es un material fácil de trabajar, no suelen necesitarse herramientas caras ni de gran complejidad para obtener resultados óptimos.
En Chile se construyen entre 90 y 120 mil viviendas nuevas al año.
Apenas un 14% de las viviendas en el país usa madera como material predominante.
Esta cifra contrasta con la que presentan otros países líderes en materia forestal, como:
La construcción en madera se concentra en la zona sur del país.
La construcción en madera tiene un amplio margen para desarrollarse en nuestro país, ya que contamos con abundantes recursos forestales y con una industria moderna, competitiva y sustentable. Manejadas responsablemente, las plantaciones forestales chilenas pueden abastecer la industria por un tiempo indefinido, generando de paso una serie de beneficios económicos, sociales y ambientales.
Según un estudio realizado entre actores del sector Construcción, la principal razón por la cual no se construye más en madera es la poca valoración que el cliente final atribuye a las viviendas de este material. Esto sería consecuencia del desprestigio que arrastra la madera debido a su comercialización con procesos de secado deficientes, práctica que durante mucho tiempo fue habitual. Además, la arraigada asociación de la madera con la construcción de viviendas básicas o de emergencia ha contribuido a desvirtuar su imagen.
A los prejuicios mencionados, se suma el desconocimiento generalizado de las ventajas y potencialidades que ofrece la madera como material de construcción, tanto entre el público general como entre los propios profesionales y técnicos del rubro. A esto se debe que se le atribuyan desventajas que no se corresponden con el desarrollo tecnológico y la innovación que ha experimentado en las últimas décadas.
Nuestro país cuenta con muy pocos técnicos y profesionales capacitados para construir viviendas de calidad en madera, aprovechando las soluciones de alto desempeño que ofrece el mercado. Si bien en los últimos años han surgido centros de investigación y transferencia tecnológica dedicados al tema, los programas de formación, la generación de conocimiento y la inversión en I+D aplicada siguen siendo escasos.
Pese a los cambios que ha impulsado Madera21, la normativa que regula el uso de madera sigue imponiendo restricciones inconsistentes con el desarrollo que presentan actualmente los sistemas constructivos basados en este material. Según los profesionales del rubro, las normas tienden a inhibir su utilización, especialmente para construcción en altura.
De acuerdo con Corfo, “la madera en Chile no cuenta con certificaciones de calidad que permitan a sus demandantes tener certeza de la estabilidad dimensional y estructural de ésta”. Frente a la dificultad para proveerse de madera que cumpla con los estándares exigidos por la norma, la mayoría de las empresas opta por construir con otros materiales.
Actualmente están en curso distintas iniciativas públicas y privadas que apuntan a impulsar el desarrollo de la industria de la madera en Chile, dar a conocer sus ventajas y promover un cambio de paradigma respecto de su uso en construcción.