Sin clavos, soldaduras, ni pintura. Así es la obra que proyectaron Benjamín Oportot y Maurizio Angelini en Coelemu, región de Biobío, para reemplazar un antiguo establo. A través de un diseño que se hace cargo hasta del más mínimo detalle, lograron un montaje modular, rápido, seco y con muy poca mano de obra. La obra fue la única representante nacional la Bienal Latinoamericana.
Los arquitectos Maurizio Angelini y Benjamín Oportot conforman 57 Studio, oficina que tiene una interesante trayectoria en construcción utilizando todo tipo de materiales. Han sido seleccionados dos veces para la Bienal Iberoamericana. En la última versión ‒donde fueron los únicos chilenos de un total de 26 proyectos‒ presentaron una obra en madera emplazada en la comuna de Coelemu, VIII Región, consistente en un establo para caballos y vacas. La estructura contempla cuatro caballerizas, dos bodegas y un comedero, y fue concebida para reemplazar un antiguo y deteriorado galpón que cumplía la misma función.
“El encargo del mandante venía muy claro en cuanto a las dimensiones y necesidades del administrador. De hecho, se mantuvo la misma configuración de una construcción previa, entonces lo que se hizo fue reorientar el refuerzo del diseño hacia el sistema constructivo”, cuenta Angelini.
Para proyectar la obra ‒experiencia que compartirán con los asistentes al seminario de Arquitectura de la Semana de la Madera 2016‒, tuvieron en cuenta una serie de variables técnicas y logísticas. “En el período en que se construyó el galpón había muy poca disponibilidad de mano de obra calificada, y de parte nuestra, muy pocas posibilidades de hacer una supervisión continua del proyecto”, continúa. Por eso, procuraron desarrollar una construcción lo más modular posible, evitando así convertir el sitio en una industria constructiva, modalidad que demanda mucha mano de obra, deja muchos desechos y encarece el proceso, además de aumentar la huella de carbono.
“Con este diagnóstico, había poco margen de error en el montaje. Todo debía calzar justo”, agrega Angelini.
Asimismo, se evitaron las soldaduras y el uso de pintura, con el fin de llevar a cabo un montaje en seco y rápido. También se optó por reutilizar elementos del galpón antiguo, como las tejas de arcilla, y se recurrió a proveedores de pino radiata de la zona para conseguir la materia prima.
“La estructura primaria de la construcción la hicimos en fierro galvanizado. Por ejemplo, todas las piezas de anclaje y de uniones son de fierro galvanizado. Las uniones van todas apernadas”, dice Angelini.
Angelini: “Tiene un imprimante al que se le llama ‘sello de poro abierto’ que, a diferencia del barniz clásico, no se descascara. Solo tienes que volver a echarle. Pero en aquellas zonas que están en contacto con la humedad, con el suelo, optamos por no poner madera, sino fierro galvanizado. Y hormigón en el radier. Además, el mismo diseño busca que no se acumule agua, para que la madera no quede muy expuesta. Entonces, tienes este radier con buenas pendientes para el escurrimiento de agua y, por otro lado, el techo y sus aleros de madera están protegidos para que no les llegue el sol directo. Después viene el tema de la envolvente lateral. Eso es menos problemático en caso de que haya envejecimiento, porque simplemente las cambias. El comedero por ejemplo, que es una zona que está muy expuesta al desgaste por el uso de los animales, también se repone sin problemas”.
Angelini: “Cuando la construcción es en madera y acero, los aspectos técnicos toman relevancia, no solo desde el punto de vista estético, sino que también en pos de que todo funcione bien. Con el galpón hubo un trabajo de ingeniería desde el principio. El galpón se ve muy sencillo, pero tiene un montón de detalles”.
Oportot: “Desarrollamos detalles de ingeniería validados por el ingeniero. Podría decirse que ‘arquitectivizamos’ la ingeniería”.
Angelini: “En nuestro trabajo, el montaje y el diseño están muy amarrados, lo que significa que arquitectura e ingeniería van de la mano. En el caso del galpón, por ejemplo, queríamos una solución donde un mismo herraje agarrara las dos vigas”.
Oportot: “Esas son propuestas nuestras que fueron validadas por el calculista. Eso ayuda para apreciar una obra “limpia”. No se ve la viga “sucia”, se ve completa. Y ese diálogo con el calculista fue clave, porque nosotros queríamos evitar a toda costa la forma tradicional de hacer esto, que es con clavos. A las uniones de arriba se les pone tradicionalmente un clavo que se llama “lancero”, de cuatro pulgadas. Nuestra posición fue: no queremos clavos. Porque los clavos se oxidan y a la larga rompen la madera. El uso de clavos es una forma arcaica de unir piezas con golpes. El clavo entra y no sabes qué le va a pasar a la madera”.
Angelini: “Es necesario un plano de ingeniería. Un plano así establece también criterios de cómo debe ser puesto un clavo. Pero eso requiere de mano de obra calificada y mucha supervisión. En cambio, cuando tú suministras las piezas para ser unidas, como pernos y tornillos, hay poco margen de error. La forma de poner el perno es una sola. No hay toma de decisiones del maestro en la misma obra”.
Oportot: “Hay otro tema no menor. Si hay que reponer madera, con el clavo no lo puedes hacer de forma simple, mientras que con el tornillo, sí”.
Angelini: “El galpón tiene una muy baja huella de carbono. Las piezas necesarias fueron calculadas con exactitud. No sobró ni una. Lo mismo con la madera. Incluso se reutilizaron materiales, como las tejas. Nos ha tocado hacer casas de alto presupuesto, y ahí sí que sobran materiales”.
Oportot: “Eso pasa mucho con el hormigón armado, porque uno pide cierta cantidad de cubos, vienen camionadas y puede sobrar. En el caso del galpón, destinamos mucho tiempo antes de la obra para diseñar y detallar, a fin de hacer un correcto análisis de materiales y costos. Entonces, se preparó todo el material en maestranza, se embaló y se llevó de una sola vez a terreno. Lo mismo con la madera, que es de la zona”.