Marcar la etapa de formación profesional. Ser más que un estudiante de pregrado. Utilizar las herramientas adquiridas en la universidad para ir más allá de lo escrito en una pizarra o una conversación con un profesor. Entre estas razones se encuentra el motivo que me llevó a investigar acerca del estado del arte de la madera en Chile, un país abundante en recursos forestales pero limitado por su equívoco manejo de herramientas que perfectamente podrían incrementar su potencial para un desarrollo tan anhelado por los chilenos.
Mi carrera forma parte del 35% de escuelas que incluyen en sus mallas curriculares un curso de carácter obligatorio acerca de la tecnología de la madera. El responsable del curso fue Alexander Fritz Durán, quién dos años más tarde fue mi profesor guía.
Su curso me pareció interesante no solo por las técnicas que aprendí o por los diseños prácticos y armónicos que se pueden llegar a crear con la madera, sino porque conocí un material con muchas ventajas constructivas y que además es puramente noble con el ser humano y su entorno llamado planeta Tierra, que por cierto hoy presenta serios problemas debido al cambio climático.
Dentro de los contenidos de las clases lectivas, el profesor siempre citaba casos ─más bien países─ que utilizan la madera como material de construcción en más del 85% de toda su urbanización, tales como Canadá, Finlandia, Noruega y Suecia, entre otros más. Vi edificaciones en altura de hasta 18 pisos, como el Haut de Vancouver, y que en un principio pensé “esto es una locura, esto es desafiar a la ciencia”.
Tras esta exposición de materia me surgió la duda de “¿por qué acá no? Pues aquí comenzó todo.
Primero recopilé mucha información, revisé revistas, como la revista BIT. Fue ahí donde leí por primera vez a Michael Green, arquitecto canadiense muy conocido por el sector construcción. Revisé también documentales, imágenes. Leí la normativa de Chile e investigué un poco acerca de la normativa canadiense. Indagué las carreras de arquitectura, construcción e ingeniería civil. Revisé malla por malla detectando la ausencia de cursos sobre madera. Analicé los indicadores económicos de la producción forestal en Chile, tanto de su importación como exportación.
“¿Quién manda la construcción en Chile?”, “¿Cuánto pesa el MINVU en lo que se construye en Chile?, “¿Hay madera en torno a calidad y cantidad para satisfacer la demanda en Chile?”. Esas fueron algunas de las preguntas y problemas que surgieron.
Todo apuntaba a entender cuál era la situación actual de la madera en Chile en el contexto de la construcción en la edificación. Hice un engranaje entre lo que es la normativa chilena, la formación de profesionales con conocimientos en madera y la producción forestal.
Llegué a la conclusión de que lo necesario para darle potencial al recurso “madera” en Chile, o más bien el factor que impulsaría una creación de una normativa clara y precisa para la madera tanto en extensión como en altura, el conocimiento madera en universidades, y una producción forestal dedicada a la fabricación de madera para construcción y a la certificación de calidad, sería la demanda.
Si la gente no está dispuesta usar este recurso en la construcción, nunca se podrá explotar todo el potencial de la madera que tanto abunda en Chile. Yo sostengo que esto necesita un raudo y rotundo cambio de mentalidad sobre lo que se piensa de la madera.
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