21 de Marzo, 2018

Arquitecto chileno guía los pasos de un edificio pionero en mediciones de CO2

El equipo optó por la madera para ejecutar el proyecto de edificio ecológico en Oslo que se levantó sobre una vivienda reciclada, y que se concretó gracias a la prefabricación.

La firma GAIA Oslo, miembro de la red de arquitectos Gaiaarkitekter, asumió el desafío que les propuso la propietaria de una antigua casa de Oslo, reciclar una vivienda y construir sobre ella para levantar un edificio ecológico. En total cuatro pisos de obra que al ser terminado trajo beneficios económicos para los propietarios, actualmente se encuentra totalmente vendido y habitado.

Pero se trató de un proceso largo de construcción, ya que para lograr el objetivo se trabajó con una visión de arquitectura sistémica, con un proceso de diseño participativo. Por eso el material elegido fue la madera, que fija 1,6 kgs. de CO2 por cada kilo de madera usado: un edificio banco acumulador de CO2.

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El proyecto Roamiljoboliger fue realizado entre los años 2005 a 2010 por los arquitectos Julio E. Pérez, de origen chileno y su esposa, también arquitecta, Federica Miller. En ese momento era el primer edificio de cuatro pisos de ese estilo en madera que se hacía en Oslo, que además pasó a ser pionero por los cálculos de mediciones de CO2 en los materiales de construcción.

“Nos propusimos el parámetro de ver los materiales desde su proceso productivo en la industria, ya que la industria europea entrega la información técnica del material en sus páginas web, a través de la Declaración Medioambiental, ahí por cada kilo de material que ellos producen registran la cantidad de kilos de emisión de CO2 que tiene agregado ese material, además de otros parámetros”, detalla el arquitecto chileno radicado en Noruega, Julio E. Pérez.

Si la elección del material para esa estructura hubiese sido hormigón armado, la emisión de CO2 bordearía las 120 toneladas. Pero al usar madera el edificio tuvo una emisión de solo 5 toneladas de CO2, cálculo solo realizado por la emisión de CO2 de cada material, sin incluir todo el proceso constructivo del edificio.

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“Lo que se está trabajando en los edificios verdes hoy en día tiene vínculo con la arquitectura pasiva o Passivehaus. Nosotros trabajamos con un criterio diferente que es Arquitectura Sistémica. Hicimos una edificio vivo que permite, entre otras cosas, que se autoventile, que las murallas respiren”, explica Pérez.

La vivienda sistémica activa nace al usar la metodología de diseño que nos aporta la permacultura en la arquitectura, que trabaja con una metodología de diseño activo donde el usuario es el diseñador junto a los arquitectos. Se enfoca que en el exterior e interior de las edificaciones se usen materiales sanos para la salud de las personas y el medio ambiente, además de la aplicación de energías renovables y su optimización, disminuyendo al máximo el uso de maquinarias para controlar el clima al interior de las viviendas.

En este tipo de construcción se aplica un alto conocimiento para optimizar la climatización de los espacios con ventilación natural y los edificios, además de que sean banco de almacenamiento de CO2 con un muy bajo o casi nulo consumo energético.

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Edificio que respira

La ventilación natural del edificio fue básica al considerar que las temperaturas en Oslo fuerzan a que los residentes vivan entre 5 a 6 meses dentro de la casa. Al hablar del proceso constructivo el arquitecto detalla: “hicimos un sándwich de materiales que permiten el paso de la humedad desde adentro hacia afuera. Trabajamos con murallas de 300 milímetros de espesor, paneles que venían de fábrica y después por fuera se hizo la estructura para soportar los 200 milímetros de aislación térmica”.

Por otra parte se diseñó un tipo de ventana espacial de ventilación que permiten la entrada del aire y está calculado para que el edificio respire por esa vía y por los mismos muros.

Para los arquitectos de GAIA Oslo con Roamiljoboliger se abrió un camino en la industria local gracias a la materialidad y método constructivo que siguió la línea de un edificio ecológico, más conocido en Latinoamérica como bioarquitectura.

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Según cuenta el arquitecto, se trató de un proceso constructivo complejo porque en Noruega había solo dos industrias que podían fabricar el tipo de panel requerido para levantar las murallas planificadas. Finalmente una industria de la madera noruega pudo construir el panel, que se instaló en la obra con ayuda de maquinaria. Mientras en el terreno se instalaron pisos, además de vigas y murallas de fundaciones.

La experiencia internacional jugó un rol importante en un proceso, esto porque se trabajó con la consultoría del arquitecto Joaquín Eble, quien tiene gran experiencia en Alemania en este tipo de arquitectura. En tanto el conocimiento del arquitecto noruego Dag Roalkvam, de la oficina Gaia Lista as y de Håkan Gillbro, de la firma sueca DeltaTe, ajustó las necesidades de ventilación natural, mientras profesionales noruegos de GAIA Oslo as y un arquitecto chileno guiaron el proyecto.


Imágenes gentileza: GAIA Oslo

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