Al igual que sus compañeros de “Teatro Umbral de Los Ríos”, el equipo detrás de Plateaux del Puente, estudiantes de quinto año de arquitectura la Universidad de Valparaíso, desarrollaron el proyecto como parte de la asignatura “Taller Ciudad y Espacio Público”, donde el semestre abarca el Concurso de Arquitectura de Madera21 en la Semana de la Madera como un ramo. Gracias a esta propuesta, los estudiantes Alejandro Olivares, Pablo Cantillana, Danilo Reyes y Paulina Duarte obtuvieron el segundo lugar en la edición del certamen de este año.
El primer paso, relata Paulina Duarte, fue elegir un lugar. Pese a que la universidad está en una ciudad con mar, el equipo quiso abarcar otro tipo de borde. “Pablo y Daniel habían ido antes a Pichidangui, conocían el sector de la desembocadura del río Quilimarí y este puente en desuso. Lo propusieron, tenían fotos y nos gustó”, explica.
En paralelo a la investigación, el trabajo de modelamiento en un principio fue mucho más manual. Pero para la planimetría y renderización ocuparon los software SketchUP y AutoCAD. En la elaboración de la maqueta tardaron “todo el semestre, armando y rearmando según las correcciones”.
El proyecto se define como una plataforma elevada a modo de plateaux, en donde el puente ferroviario en desuso sirve para dar un acceso más fácil al teatro desde el pueblo y por sobre todo, para facilitar la construcción. En el humedal, la obra se eleva con cuatro apoyos que intervienen lo mínimo, por lo que gran parte del peso se apoya gracias a este puente. Otra característica de esta propuesta es que en el lugar que se proyectara, abarcaría dos bordes: el río y el mar.
216 metros cuadrados componen la superficie del teatro. El puente, además de funcionar como acceso, también opera como mirador. La obra cuenta con tres grandes niveles: gradas, escenario y el nivel inferior, donde funcionan los camarines y la parte técnica del teatro.
“Se pensó la materialidad para que tuviese capacidad para repartir las cargas del teatro en cuatro apoyos. Principalmente son piezas prefabricadas de MLE (madera laminada encolada), tramado principal, lo que permite tener un diseño con secciones y elementos constantes que dieran cuenta de este imaginario industrial que viene de la idea de la estructura del puente ferroviario en desuso, el cual también sirvió para simplificar la instalación en general”, explica Duarte.
Para los suelos, rampas, pasamanos y piel, se optó por una madera más sutil, con acabado fino, “que permitiera sentir la calidez del material”. Gracias a una exhaustiva observación del paisaje por parte del equipo, eligieron la veta y tonalidad de los materiales acorde al entorno natural donde estaría inserto el teatro.
Los cuatro apoyos separan el teatro del agua con una altura de 12 metros. En total la estructura tiene 25 metros de alto. Donde están las barandas, explica Duarte, hay unos pilotes que sobresalen y de ahí se puede estirar una techumbre removible de tela. Las graderías, donde están los asientos, tienen una capacidad para 150 personas sentadas.
En cuanto a la protección, en las partes con mayor erosión y contacto con la humedad, como los cuatro apoyos y el sector inferior del teatro, se pensó un sistema de vacío-presión-vacío y un agente químico para asegurar la durabilidad. Para la estructura macro del teatro, piel, barandas y piso del escenario, se optó por una impregnación con TSA, que no afecta la coloración natural de la madera.
–De las salidas a terreno como parte del proceso de investigación, ¿qué lograron rescatar? ¿Qué tipo de actividades ocurrían?
–Justo donde se ubica el puente hay un pequeño humedal que no está protegido. La gente va a pescar, a pasear. El puente también funciona como mirador hacia el mar. La idea era fusionar todas estas actividades, pero sin intervenir el humedal. Pichidangui nos pareció una localidad pequeña y con potencial turístico. Vimos la desembocadura, por lo que había doble borde. También nos impresionó mucho el puente en desuso, el cual es muy imponente y protagonista del paisaje.
–¿Cuál fue la mayor dificultad?
–Al momento de diseñar, en cómo el puente se podía integrar a la estructura y parte del programa del teatro, como acceso y mirador.
–¿Cómo fue la relación con los profesores guía?
–La idea que tuvimos fue contundente desde un principio, pero nos guiaron mucho en cómo incorporar el puente en el proyecto. El profesor Osvaldo nos ayudó en armar el programa del teatro y la profesora Romina nos guió en ver aspectos como la luz, el viento. Fue un apoyo muy completo.
–¿Cómo se sintieron en el pitch, cuando se enfrentaron a la evaluación del jurado?
–Hablamos mucho sobre cómo iba a ser esta presentación e hicimos un punteo de aquello que nos podían preguntar y los aspectos más importantes que debíamos mencionar. Tratamos de que nuestras láminas fuesen lo más claras posibles y el jurado en sí tuvo una buena respuesta.
–¿Qué aspectos son indispensables al momento de diseñar un proyecto arquitectónico de uso público?
–Creo que la arquitectura siempre debe dialogar con su entorno. Quisimos ocupar el puente en desuso y solo cuatro apoyos para que el teatro no afectara la biodiversidad del humedal. También el usuario va en esa línea: que observe pero que no intervenga. Este puente está en desuso, la gente va a mirar y se va, pero hay mucha basura. Si estuviese este proyecto, quizás le daría un nuevo significado.
–A nivel de permiso y financiamiento, ¿cuál cree que sería la respuesta de las autoridades?
–El hecho de ocupar el puente aminora bastante el gasto. Los materiales permiten también un rápido montaje, lo que lo hace más barato. Y a nivel de permiso, el humedal no está protegido, por ende no habría mayor limitante.
–Madera21 y el evento de la Semana de la Madera cuenta con concursos dirigidos a estudiantes, ¿qué se llevan de esta experiencia?
–Es una excelente oportunidad para aprender y sirve para afianzar el trabajo en equipo, de cómo escuchar a tus compañeros. Tener conversaciones con otras personas te ayuda a tener otras visiones y más compañerismo. Siempre cuando hay buena relación, los proyectos resultan bien. El concurso impulsa a que los estudiantes conozcan más la madera, a que aprendan nuevas técnicas y trabajar bajo cierta presión, pero eso sirve porque a futuro el mundo laboral será así.