“Lo que nosotros hacemos es evaluar la disponibilidad de biomasa agrícola y forestal para incrementar y maximizar la cadena de valor de estos recursos, tratando de crear productos de mediano y alto valor. Biomateriales, productos químicos finos y aditivos industriales, entre otros”.
Las palabras son de Alex Berg, Director Ejecutivo de la Unidad de Desarrollo Tecnológico (UDT) de la Universidad de Concepción, un centro de investigación y desarrollo aplicado cuyo foco es la bioeconomía. Su trabajo contempla la realización de investigación fundamental y aplicada, donde son capaces de crear soluciones tecnológicas para nuevos productos.
“Es una cadena de valor que va desde el conocimiento fundamental hasta la aplicación industrial”, añade al teléfono desde Concepción.
En la UDT trabajan más de 100 profesionales, los que son desde ingenieros forestales, industriales y químicos, hasta biólogos y desarrolladores de productos. Todos se esmeran por cambiar la base de nuestra economía orientada al petróleo y al gas natural. Cuentan con distintos tipos de proyectos, en diferentes etapas, desde los que están empezando hasta los que se implementan industrialmente. La gran mayoría exige años de desarrollo, “aunque lo que evidentemente te hace creíble es cuando el producto llega hasta los consumidores”.
“Nuestro trabajo —dice— trata de cambiar este paradigma petroquímico que tenemos hacia una vida más sustentable a partir de lo que nos da la tierra, como era hace 100 años. Con esto me refiero a los alimentos pero también a la biomasa para construir, porque casi todo era hecho con materiales provenientes de la naturaleza. Donde, dicho sea de paso, la madera cumplía un papel fundamental”.
“Participo en muchas instancias latinoamericanas, también europeas, y veo que otros países están mucho más adelantados. Argentina comenzó con una política de bioeconomía hace varios años atrás. En Brasil y Colombia también. Creo que son 59 países a nivel mundial los que tienen políticas y estrategias definidas. En Chile no tenemos nada, no se reconoce y creo que ni se entiende bien lo que es”, comenta sobre la situación de la bioeconomía en comparación.
Además, explica que desde el centro de investigación tienen dos énfasis: los biomateriales y la economía circular. “Con las empresas tratamos de reconocer nuevas oportunidades, sé que los tiempos son difíciles pero precisamente cuando las cosas no están bien es cuando hay que poner mayor esfuerzo. La tecnología, en ese sentido, abre caminos para superar los problemas que tenemos. Lo que debemos hacer en Chile es reinventarnos económicamente. Por mucho tiempo vivimos de la inversión nacional y la extranjera, y creo que debemos elevar el nivel de la innovación tecnológica, un pilar de desarrollo económico a fortalecer. Eso cae en un papel que varios actores pueden cumplir, en el sentido de que no somos responsables de todo”, aclara.
Para desarrollar su trabajo desde la UDT, con el diálogo con las empresas, Berg explica que el desafío es llegar a una competencia por diferenciación, “que lo fundamental no sea el costo, sino que crear un producto que solucione de la mejor manera los requerimientos de los consumidores. Para eso, se necesita I+D+i, o no podrás desarrollar productos distintos y pioneros en el mercado”.
Berg enfatiza que sus líneas de trabajo se dirigen hacia los biomateriales y que no significa volver al pasado, como muchos creen. “O a la prehistoria”, como ironiza. Esto tiene que ver con utilizar constantemente las mismas materias primas para mantener principios de sustentabilidad. Es por esto que han desarrollado investigaciones en distintos ámbitos de nuestro día a día. Uno de ellos, los plásticos fósiles, están presentes en casi todo nuestro quehacer.
“Si bien los plásticos tienen distintas características que los vuelven casi únicos, como su bajo peso, baja densidad, precio, resistencia a productos químicos, etc., se degradan muy lentamente. Esto es preocupante, sabiendo que muchas de sus aplicaciones son de uso corto, lo que hace coincidir su vida útil con la del material del que está compuesto”.
Bajo ese parámetro, uno de los proyectos de la UDT fue crear un nuevo biomaterial, con características termoplásticas, con el que se logró bajar el costo de producción manteniendo una buena calidad del producto. Un aspecto relevante, dice Berg, teniendo en cuenta de que los bioplásticos existen en todo el mundo a un precio caro. “El que encuentres cuesta casi el doble que el plástico tradicional. Eso hace que su utilización sea baja, hablo de un 3 %, obviamente dependiendo del ámbito en que se aplique”.
“Existe la posibilidad —continúa— de sustituir estos plásticos fósiles por plásticos biobasados, que comparten sus buenas características con la posibilidad de adecuar la vida útil de ese material con el producto que estás desarrollando. Ejemplo, si quieres un envase para manzanas, lo lógico es que su vida útil sean pocas semanas, con suerte. Por lo tanto, lo importante es utilizar un material cuya vida útil corresponda a ello. No tiene sentido un material que permanecerá 500 años en la naturaleza”.
En ese sentido, para el Director Ejecutivo de la Unidad de Desarrollo Tecnológico, la madera tiene excelentes propiedades.
“Es un material bello y que se puede trabajar de diferentes formas, por algo acompaña al ser humano desde los inicios de la civilización. Sin embargo, también tiene carencias, como que se quema o recibe ataques de hongos e insectos. Hasta ahora, ¿cuál es la solución para ello? Inyectándole productos químicos y tóxicos. La siguiente pregunta es cómo lograr una protección sin causar esos daños. Nosotros estamos desarrollando alternativas tecnológicas que permitan mejorar esas características y deficiencias pero con soluciones ecológicamente responsables”.
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