7 de Abril, 2020
Uno de los actos más relevantes en la historia de la humanidad ha sido el desplazamiento: esa capacidad inherente de trasladar nuestros cuerpos hacia un objetivo. Una acción que dialoga con casi todas las disciplinas desarrolladas por el hombre y que nos hace reflexionar sobre el ingenio de nuestra especie para poder movernos de un punto a otro.
Desde esa mirada, desde esa lógica de superación, surgen los puentes y las pasarelas, construcciones que permiten conectar puntos obstaculizados físicamente. Abramos una lista mental de ejemplos. Hay enormes y de tamaño mediano. Hay peatonales, para bicicletas y también vehículos. Un número posa sobre masas de agua y otros sobre carreteras, cerros o acantilados. Hay de colores, de los más variados que podamos imaginar, y también otros que conservan el tono original de los materiales utilizados. Como los hechos en madera.
Según la historia y sus expertos, desde los tiempos de la Edad Media se utiliza esta materia prima para unir distintos lugares entre sí, un ejemplo claro es el Imperio Romano, que vio imperante conectar de alguna forma su conquista del mundo conocido. Es paradójico que, en pleno siglo XXI, ideas de este tipo se repliquen en diferentes partes del planeta, incluso siendo consideradas alternativas más sustentables e incluso más bellas estéticamente.
A continuación se presentan cuatro ejemplos chilenos, todos de regiones y con fuerte impacto positivo en su comunidad.
El simple hecho de fundar Caleta Tortel (1950) de inmediato significó un gran desafío. Si bien ya existían casas y habitantes en el lugar, la zona vivió una nueva conexión cuando se pensó en caminos laterales que lograran rodear la desembocadura del río Baker, donde se encuentran las mayores proporciones de esta localidad.
La vegetación dominante y los roqueríos notorios llevaron a pensar en seis kilómetros de pasarelas compuestas íntegramente de madera, las que comunicaron a los embarcaderos con sus casas y también a los peatones que deambulaban por este lugar. Construcciones afirmadas en pocos puntos de apoyo y que siempre tuvieron como norte el no interferir en el paisaje y mucho menos en el medio ambiente, dada la presencia de árboles nativos y plantas endémicas en la zona.
Lo anterior motivó un tipo de construcción similar al que podemos encontrar en Chiloé, con cortes hechos por hachas e instaladas sobre barro, pantano, inundables o humedales. Una extensión, según se analiza en los registros, que se compone de madera de ciprés de las Guaitecas.
Un aspecto estético relevante es que a las pasarelas se le suman las casas, comúnmente hechas con madera de ciprés, raulí o pino, las que sacan a relucir sus atributos ante los visitantes de la zona. En 2001 se declaró a Caleta Tortel como Zona Típica de Chile por este tipo de conexión peatonal, además de los otros atractivos del sector como los embarcaderos, la ensenada, las casas y la flora.
“Todo este último equipamiento tuvo la aprobación del Consejo de Monumentos Nacionales, para no alterar el paisaje, ni deteriorar el patrimonio, que se han transformado en un importante atractivo turístico de la región”, declaró el Consejo de Monumentos Nacionales, entidad encargada en Chile de esta nominación.
Su estructura es asemejable a un bote pero no está en el mar, sino en plena carretera. En la ruta F 30-E, sector perteneciente a la comuna de Zapallar (Región de Valparaíso), donde un puente se distingue en su forma y también en su fondo, ya que permite conectividad para ciertas viviendas sociales ubicadas en los cerros del oriente de dicho balneario. Así, los habitantes y turistas pueden llegar sin problemas a otros sectores cercanos a la costa.
La pendiente y las curvas que tiene la ruta en este sector impiden una buena visibilidad por parte de los peatones, por lo que para prevenir riesgos se solicitó este paso sobre nivel. Además la pasarela funciona como un elemento que ayuda a traspasar de un lado a otro ductos de agua y energía.
Completamente hecho de madera, el puente desarrollado por Ingelam y por el arquitecto Enrique Brown, se compone de tres vigas curvas de madera laminada de pino radiata, cuyo corte inferior entrega la forma de un triángulo.
La viga principal, de sección recta de 200 x 500 mm, hace las veces de quilla y va simplemente apoyada en los extremos, quedando uno fijo y el otro móvil para disipar la energía en caso de sismo. Las dos vigas superiores, de sección triangular, junto con las “cuadernas” (costillas por las que están formados los barcos), conforman el triángulo que recibe la superficie de circulación. La publicación también ahondó en otros aspectos relevantes. “Este triángulo fue revestido en sus tres caras por un entablado de pino radiata, formando un gran canal interior, forrado en plancha de fierro galvanizada, que sirve para recoger las aguas lluvias. El arriostramiento, en tanto, resulta de la instalación de dos piezas paralelas de madera laminada con vigas perpendiculares de 100×180 mm. En el sentido longitudinal, el sistema se rigidiza por tubos metálicos que van en diagonal y entrecruzados. Las terminaciones de la estructura se realizaron en obra, donde todos los materiales se mantuvieron con su color natural. También se instalaron mallas metálicas y conectores de acero galvanizado en caliente, para la unión de vigas laterales o secundarias. Una construcción firme y de gran apoyo para los habitantes del sector1.
Lo suyo es una proeza, primero, por su longevidad. Ubicado en la localidad del mismo nombre, cercana a Chillán, los registros establecen que el puente Confluencia fue fundado en la década de 1910. Más de cien años de existencia ya resultan notables, pero también es remarcable porque se trata de uno de los puentes, inicialmente hechos con madera, más largos de Chile.
Sus 521 metros de longitud mantienen sus carpetas y tableros de madera, cuyo origen proviene de cepas procedentes de la parte del tronco que precede la raíz de varios tipos de árboles en la zona. Parte de su estructura también se compone de dos estribos de hormigón armado con muros frontales y laterales, dando sostén a la viga cabezal y a dos pilares inclinados.
El puente Confluencia destaca en la Región de Ñuble por conectar distintos sectores como la zona de los valles, llegando a sectores como el ramal entre Tomé y Chillán, como también a otros puentes como los sobre el río Itata o el Ñuble.
Cabe destacar que hace un tiempo existió la intención de demoler este puente para establecer uno nuevo. Sin embargo, la presión de los habitantes de la zona dio marcha atrás a esa idea. Incluso, la construcción logró ser considerada Monumento Histórico Nacional de nuestro país y se declaró únicamente peatonal, ya que se construyó uno mellizo para el paso de vehículos livianos y de carga.
El lamentable incendio que en 2017 afectó a la comunidad de Santa Olga, motivó una completa reorganización de este poblado ubicado en la Región del Maule. Un elemento principal de ello fue un proyecto que hoy podemos conocer como el Parque Santa Olga, propuesta liderada por CMPC y la oficina del arquitecto Matías Zegers.
En este parque podemos encontrar un sendero, una plaza y algo muy llamativo: una pasarela de madera. Con 80 metros de largo y cinco de ancho, terminando con un voladizo de 40 metros al final del fondo de una quebrada, que asemeja a un muelle, esta pasarela peatonal destaca tanto por su composición como por su protagonismo en dicho lugar.
El tipo de madera utilizada en esta estructura fueron laminados de pino para vigas y paneles de CLT, además de eucalipto termotratado para el deck de las pasarelas y también para las barandas. Matías Zegers declaró: “Utilizamos la madera con las tecnologías que están empezando a ser más comunes, aunque son muy nuevas. Creo que hacer losas de CLT en espacios públicos es toda una novedad, tomando todos los resguardos para que dure y no se deteriore”.
El arquitecto agregó que este y los otros atractivos del Parque Santa Olga buscaron ser un lugar de encuentro para los habitantes y los turistas del sector, con la idea de que todos puedan reunirse y hacer comunidad.
“Este muelle tiene que ser habitable, siempre lo pensamos desde ahí, cómo se ocupa esto, cómo se transforma en un lugar de emociones. Por ello, junto a las paisajistas pensamos en convertirlo en un túnel verde, para lo que diseñamos una especie de canasto de madera que se va a tupir con plantas. Esto es posible gracias a la tecnología existente, ya que el diseño es un tejido de madera que tiene uniones en todos los sentidos”, culminó Zegers.
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