30 de Noviembre, 2020
Las autoras de Liceo técnico para la preservación de la cultura salinera cursan el quinto año de la carrera de arquitectura en la Universidad de Valparaíso y se enteraron del concurso por la asignatura “Taller ciudad y espacio público” cuyo foco es el desarrollo de un proyecto para participar. “El concurso significó para nosotras una tremenda oportunidad de desarrollar un proyecto de forma muy completa y de aprendizaje de un material con el que nunca habíamos trabajado antes”, afirman.
Las estudiantes atribuyen su triunfo a que el jurado destacó “la estrategia de emplazamiento y el programa, ya que las salineras de Cáhuil son un área muy delicada. El planteamiento que tuvimos siempre fue generar un vínculo respetuoso entre tierra y agua, de manera que el paisaje siempre dialogara con el proyecto, y visibilizar una actividad ancestral a través de un programa educativo”.
Según Valeria Baeza, eligieron Cáhuil porque como grupo conocen desde hace muchos años el sector: “Las tres somos de la Región de O’Higgins y siempre hemos vacacionado entre Cáhuil y Pichilemu. Queríamos visibilizar el paisaje cultural y natural de la zona y potenciar la actividad económica”.
Lo que más les tomó tiempo, dice, fue la investigación inicial sobre las condiciones del lugar: clima, topografía, tipo de vegetación, etc. También el funcionamiento de las salineras en la actualidad y el problema hídrico en la zona. Desde el punto de vista técnico, lo más complejo fue que la obra se emplaza en un área inundable, razón por la cual decidieron desprenderse dos metros del suelo para proyectar toda la estructura. “Realizamos varios esquemas y pruebas de cómo podíamos lograr que un solo pilar llegase al agua, el ángulo del tensor, vigas, etc. Investigamos cómo el material se podía adaptar a la condición de agua y salinidad del lugar, por lo que la operación fue insertar una placa de acero inoxidable en la base del mástil de manera que la madera no tuviese un contacto directo con el agua y la humedad”, explica.
Para diseñar usaron Autocad para todo lo que fueron planimetrías (plantas, cortes, escantillón) y para modelar 3D Sketchup. Para la visualización de imágenes, láminas y video, ocuparon Lumion 9 y 10, y para post producción Photoshop.
A simple vista la forma del liceo se asemeja a la de una T. El muelle norte con el muelle sur se une gracias a un vacío central, en el cual también están las escaleras que conectan el primer y segundo nivel, otorgando una perspectiva total del liceo. Los vacíos secundarios, dice Javiera Pérez, son tres y estos actúan como pausar del recorrido y apreciación del “paisaje salinero”.
El muelle atrapaniebla norte agrupa la parte teórica del liceo: cuatro talleres en el primer nivel (laboratorio atrapaniebla, dos laboratorios de producción salinera y una sala de secado) y seis salas de clases en el segundo nivel (una para 1º medio, otra para 2º medio y dos para 3ro y 4to medio, respectivamente). El lado sur, en tanto, alberga lo administrativo: oficinas, inspectoría y enfermería. En el segundo nivel de este se encuentra la biblioteca, salas de computación, artes, música y el patio de invierno. El patio principal, que se ubica en la intersección de ambos muelles, tiene una superficie de 2915 m2. En la parte exterior de los muelles se ubican las piscinas salineras. Según Pérez, 182 corresponden al lado norte y 44 al ala sur.
En cuanto a las medidas, detalla, el primer nivel posee un alto de 3,80m. mientras que el segundo de 5m. El alto de las aulas es de 3,70 y el de los talleres de 4,10. Esta medida se justifica por la búsqueda de una “óptima ventilación cruzada e iluminación natural”. Ambos, aulas y talleres, tienen una superficie de 8 x 5mt. El vacío central de largo y ancho tiene 11 metros y de alto 9,20m. El hall de entrada tiene 11 x 9 x 9,2m. de alto. El muelle atrapaniebla sur mide 290 metros de largo y el muelle norte 180m.
La estructura principal que sostiene todo lo descrito anteriormente está conformada por marcos de pilares y vigas de madera laminada. El envolvente del liceo se compone por una secuencia de palillajes verticales de pino ciprés, apoyado de la estructura principal.
Pamela Reyes considera que la educación técnica en Chile aún tiene muchos desafíos por delante: “Hemos visto una falta de técnicos en nuestro país, ya que la mayoría prefiere una carrera profesional, porque la técnica no tiene la valorización que debería tener”. Para ella, el fortalecer su desarrollo también incide en un tema de equidad. Si un estudiante decide abocarse por una carrera técnica, esta debe garantizar en un futuro “ganancia suficiente para abastecer sus necesidades, ya que muchos estudiantes por temas financieros no pueden acceder a un establecimiento universitario, por lo que el instituto profesional es una buena oportunidad, pero aun así hay una brecha financiera muy grande que hace ver el trabajo técnico como un estudio poco valorizado”.
El proyecto busca potenciar la economía local, de forma descentralizada y sustentable. La obra se emplaza al límite de Cáhuil e integra poblaciones aledañas como lo son La Villa y Barrancas, “localidades que están poco integradas a la zona más poblada, por lo que el liceo busca dar acceso educativo a estudiantes de distintas localidades”. Al mismo tiempo, explica Reyes, es un liceo sostenible porque pretende potenciar la economía local a través del conocimiento y dominio de la extracción salinera. “En cuanto a energía es eficiente, ya que ocupa en lo mínimo la luz eléctrica. Se proyectaron múltiples aberturas para el acceso de la luz natural y también para la ventilación cruzada. Con respecto a la estructura, en su mayoría se utilizó material local, potenciando y valorizando la madera de la zona”, agrega.
Las estudiantes propusieron un método de cosecha de agua a través de 172 atrapanieblas, que almacenan 64.940 litros de agua en un estanque que abastecerá a las piscinas. Descrito como un “elemento vital dentro del proyecto”, los atrapanieblas están conformados por vigas de 6″ x 8″ en su parte inferior donde se une con otra viga diagonal que deriva al pilar principal. Los mantos que atrapan las gotas tienen un tamaño de 3 x 10 metros. “Nosotras planteamos un sistema de cosecha de agua para paliar la crisis hídrica de Cáhuil, y que se pudiese seguir produciendo la actividad salinera como una estrategia para conseguir agua a través de la nubosidad y lluvia. En otras zonas del país como el norte de Chile también se utiliza esta metodología”, explica Reyes.
Conscientes de los problemas de abastecimiento energético e hídrico que atraviesa Chile y el mundo, las autoras de este liceo técnico consideran que desde su disciplina se debe contribuir al cambio. “La arquitectura cumple el rol de generar nuevas formas de habitar a las personas, sobre todo con el medio externo, generando oportunidades como esta de proponer sistemas constructivos que acojan nuevas necesidades. También una forma distinta de obtener recursos y de conocimiento sobre la cultura e integrarlos en una propuesta de manera de darle a esos habitantes visibilidad”, concluye Pamela Reyes.
Ver más sobre: