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Juan Pablo Glasinovic Vernon: “Madera y economía circular”

El camino hacia una economía climáticamente neutra, es decir aquella en la cual las emisiones de gases de efecto invernadero son compensadas por su captura, exigirá una acción conjunta en siete ámbitos estratégicos: eficiencia energética; despliegue de energías renovables; movilidad limpia, segura y conectada; industria competitiva y economía circular; infraestructuras e interconexiones; bioeconomía y sumideros naturales de carbono; captura y almacenamiento de carbono para hacer frente a las emisiones restantes.

En la economía circular, la madera es la materia prima por excelencia, ya que cumple con todos los requisitos para generar ese crecimiento sostenible. Por eso la Región de Los Ríos y nuestro país en general están en una buena posición para apuntalar la economía circular en una doble dimensión: con la producción de distintos productos de madera, y con la captura de carbono a través de su extensa masa forestal.

Revisemos rápidamente las ventajas de la madera.

Desde el punto de vista energético, la madera es una materia prima que requiere el menor consumo energético para la fabricación de sus productos. Esto porque los árboles, su fuente, crecen naturalmente, necesitando solo de suficiente luz y agua.

La madera es esencialmente reutilizable, con un ciclo de vida prácticamente infinito, manteniendo sus propiedades. En última instancia, es compostable, enriqueciendo la biósfera.

La madera es también un gran aislante térmico y acústico, que además regula la humedad. A esas propiedades se suma su condición saludable. No genera riesgos de salud ni al contacto, inhalación o ingesta como sí ocurre con otros materiales, especialmente en la construcción.

Por su flexibilidad es también un excelente material para la construcción antisísmica.

Finalmente, el aprovechamiento de la madera de manera sostenible, tiene un impacto social importante, contribuyendo a la preservación de los bosques y a permitir la vida y progreso de comunidades en medios rurales.

Considerando sus múltiples beneficios, la madera debiera tener mayor protagonismo en la economía en configuración. Por eso Los Ríos y Chile deben invertir en su desarrollo en todas sus facetas. Extender la certificación forestal, profundizar la investigación científica en todo lo relacionado con la madera y generar valor agregado en su materialidad, aspirando a ser un actor destacado a nivel regional y mundial.

Un punto de partida, por lo que representa en términos económicos y ambientales, es el sector construcción. En efecto, la edificación es responsable actualmente del 40% de consumo de energía y más de la mitad de la contaminación de nuestras ciudades. En el cálculo energético se incorporan los materiales más comunes como el cemento, ladrillos, cerámicos, metal, vidrio, PVC y diversos plásticos.

Adicionalmente, la construcción representa el 50% de los materiales extraídos, el 30% del consumo de agua y el 35% de residuos. Y por si fuera poco, al menos el 50% de los materiales de demolición termina en vertederos en lugar de reutilizarse.

En esa línea, para reflejar mejor el impacto benéfico de la madera: sustituir una ventana de madera por una de PVC supone una reducción de 2 toneladas de CO2. Suelo de madera en vez de cerámico supone 4 toneladas menos de CO2.  Las paredes madera en lugar de ladrillo reduce en 24 toneladas el CO2.

El concreto, por su parte, es responsable del 8% de las emisiones del mundo (en China, desde el 2010 al 2012, se usó más concreto que en EE.UU. en todo el siglo XX). Muchas de las construcciones en las que se utiliza concreto pueden ser hechas con madera.

Ya estamos viendo la construcción en Chile de grandes proyectos en madera, como por ejemplo el edificio corporativo CMPC en Los Ángeles. Arauco también desarrolló un concurso para hacer su sede en Concepción.

A nivel mundial ya se han erigido los primeros rascacielos de madera. En Noruega se construyó una torre de 80 metros de altura, íntegramente de madera. Otros edificios de altura se están construyendo en Londres, EE.UU. y Japón. En este último país, existe un proyecto para levantar un edificio de 350 metros de altura en Tokio, 90% de cuya materialidad será madera, el que debiera estar listo en 2041.

Nuevos productos como la madera contralaminada (CLT), permiten construir piezas de gran precisión, las que se pueden producir en serie y ensamblar en el sitio. Ello toma en promedio un tercio del tiempo que tomaría hacer lo mismo con concreto y fierro.

A pesar de todas estas evidencias, la verdad es que no estamos plenamente convencidos de las ventajas de la madera. Se sigue hablando de “construcción de material ligero”, como algo precario o de menor categoría. La madera se suele dejar para la segunda vivienda, pero no para la principal. Hay sin duda un tema cultural que abordar, relacionado con los estándares constructivos. Si aspiramos a ser referentes en el uso de la madera, debemos aquilatarla como corresponde: un material noble y sustentable.

¿Se imaginan las ciudades del mañana con mayor uso de madera? Los edificios viejos ya no serán demolidos, sino desarmados y la casi totalidad de la madera rescatada será reutilizada en la futura construcción o en otras cosas. No habrá residuos, y las obras serán mucho más cortas y menos contaminantes.

Pero la madera da para mucho más. Los subproductos de la industria de la madera pueden crear nuevos plásticos reciclables o reutilizables al final de su vida útil. En esto es relevante la lignina, un componente de la madera que se encarga de cementar las fibras de celulosa y proporcionar rigidez a las mismas. El contenido de lignina en un árbol depende de su especie, pero aproximadamente alcanza al 25% de los componentes lignocelulósicos de la totalidad de un árbol.

También se están desarrollando productos derivados de la extracción de la corteza de la madera, en particular un bioadhesivo duroplástico, un adherente extremadamente duro y resistente. Con estos desarrollos será posible reemplazar los pegamentos químicos actuales para la producción de tableros derivados de la madera, al mismo tiempo que se crea un compuesto altamente tecnológico y con una alta resistencia que podría introducirse en otros rubros.

La economía circular nos ofrece entonces una gran oportunidad como país maderero. El desafío es que no solamente seamos proveedor de la materia prima, sino que desarrollemos productos terminados de alta calidad y tecnología. Y para alcanzar esos niveles, debemos masificar internamente el uso de la madera, partiendo por la construcción.

Un mayor uso del recurso deberá ir a la par con una silvicultura más extensa. Solo así estaremos multiplicando el esfuerzo por mitigar el cambio climático.

Finalmente, desde el punto de vista social, es crucial que la sofisticación creciente de esta industria no se desvincule del territorio en que se desenvuelve. Ello pasa por desarrollar y fortalecer los proveedores locales y contribuir a elevar el estándar de vida de las comunidades locales. Solo así la industria forestal contará con la legitimidad necesaria para desarrollarse al nivel y velocidad que exige la emergencia climática que vivimos.

Hagamos nuestra la expresión “somos un país y una región de buena madera”.

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