10 de Febrero, 2022
Siendo oriundo de Temuco, Juan Pablo Gerter desde niño tuvo afinidad con la madera que lo rodeaba. Aún recuerda lo que sentía al tomar un trozo de madera, mirarlo e imaginar formas con el mismo. Y luego, al ir tallando, se dio cuenta de la plasticidad que tenía, a diferencia de otros materiales que nunca podría haber moldeado con tanta facilidad.
La madera, desde un primer momento, estuvo dispuesta a su creatividad. Pero no fue hasta 2012, cuando tenía 16 años, que explotó en su atributo. En internet vio unos lentes de madera hechos por un austriaco y quiso tenerlos. Salió a su patio, tomó el primer trozo que encontró y se preguntó qué tan difícil podía ser. Dos años le tomó la creación de sus primeros anteojos, luego de una extensa investigación sobre el material y su comportamiento. “La primera vez que agarré la madera, comencé a hacerle hoyos con un taladro, rasparla con un cuchillo, y logré hacer el lente, el número uno; tosco, duro y sin forma”.
Fueron los inicios de lo que hoy es Kai Filu, su marca de anteojos de sol y ópticos elaborados con el material.
Desde esos primeros ejemplares hasta ahora, Gerter aprendió de corte láser y de programas de diseño, para obtener medidas a escala. Junto con eso, “empecé a investigar un poco, me metí a los centros de negocios, hice una búsqueda conceptual de cuál podía ser el nombre que me arraigara al lugar en el que estoy, al mismo tiempo que proyectara el valor del material”.
Esto lo llevó a elegir “Kai Filu”, proveniente de la cosmovisión mapuche y de una historia que involucra cerros, la inundación de nuestro planeta y un nuevo comienzo.
La marca cuenta con cuatro modelos de anteojos —Clásico, del Bosque, Picoyo y Mármol—, los que son elaborados en dos talleres. Uno es de obras gruesas, donde trabaja los trozos de madera que son manufacturados con sierra de huincha, después son cepilladas para llegar a los milímetros necesarios, y así luego pasar por la cortadora láser de su estudio. Tras este proceso, todas las piezas listas son llevadas al taller, donde continúa la artesanalidad.
“Se ensamblan las piezas, se curvan y van tomando forma, se calibran y agregan terminaciones mucho más finas y delicadas, como un trabajo de joyería por así decirlo”, ejemplifica. Gerter lo determina como una fusión hand machine, donde se busca la potencia de la industria sin dejar de lado la artesanía. Un complemento, para él, único y valioso.
Kai Filu ocupa principalmente madera de raulí, roble, lenga y laurel. Todas son recicladas o reutilizadas, pues se obtienen de retazos de 50 centímetros de diámetro, desde las barracas. “Ahora estoy en una investigación en lo que es el laminado de madera, que es muy sustentable, no genera aserrín, y es lo que se está viniendo en la construcción. Pero por ahora el producto es, en un 80%, reciclado”.
Próximamente, el emprendedor planea cambiar la cortadora láser por un brazo robótico y un CNC Router porque, y a pesar de considerarlo increíble, “el corte láser genera un poco de emisiones de CO2, y si quiero industrializar la marca, la idea es evitar todo este tipo de procesos contaminantes. Por otra parte, también me da otras funciones, como la del movimiento, lo que es bastante entretenido para mí y me dará otras habilidades y formas de proyectar los lentes”.
En la constante búsqueda de ecologizar su oficio, dejó de utilizar barniz para crear un sellador lo más orgánico posible, cosa de que, si el producto se rompe o echa a perder, pueda volver a su ciclo natural. El autor utiliza un aceite en base a tres árboles que protege a los elementos de la humedad y otros factores externos, aplicándolo una vez que el lente está listo.
Kai Filu comenzó a tomar fuerzas el año 2021 debido a sus ventas, mucho más sostenidas y constantes. La madera, su principal material, da vida durante su crecimiento y sigue vivo después de su utilización, siendo una inspiración para continuar el ciclo.
Fue así como este emprendimiento pudo concretar una campaña de reforestación, junto a una comunidad mapuche cercana a Temuco, en una zona rodeada de monocultivos pero con ciertos manchones de bosques primarios nativos.
Como entre mayo y junio son las temporadas donde hay más agua en la zona, entre dichos meses se realiza una plantación de árboles con los que se espera generar un impacto, aunque sea mínimo, para mejorar la calidad de vida.
Gerter asegura que esta contribución va más allá de plantar el árbol y mostrarlo, pues quiere crear bosques silvestres, y eso requiere de separar los árboles cierta cantidad de metros, ocuparse a largo plazo del riego y generar los recursos para mantenerlos. También, le gustaría dejar las herramientas utilizadas al servicio de la comunidad.
Ver más sobre: