Hoy en día, industrias de todas las áreas buscan avanzar en sustentabilidad y en la disminución de su huella de carbono. Y si bien ya comenzamos a ver los primeros resultados de este esfuerzo, en el mundo de los componentes estructurales seguimos utilizando, primordialmente, materiales altamente contaminantes como el hormigón, el acero o aluminio. Ésto ha hecho que el mundo desarrollado lleve sus ojos a la madera para encontrar alternativas sustentables para materiales estructurales.
A pesar de los significativos avances que significa la introducción de tecnologías de “Mass Timber”, como el CLT o el LVL con las que en Europa, Australia y Norteamérica se construyen edificios de viviendas de hasta 18 pisos, la forma de utilizar esa madera continúa con las lógicas tradicionales de la construcción. Es decir, más resistencia estructural, igual a más volumen de material.
Por otro lado, el uso sofisticado de antiguas formas de trabajar la madera tampoco permite innovar en la forma de los elementos constructivos, ni volverla “elegible” para otras industrias, como por ejemplo la automotriz o aeroespacial. Al final del día, aún seguimos atornillando y clavando palos, paneles y láminas, con todas las limitaciones formales y estructurales que eso implica.
A consecuencia de lo anterior, hoy existe una tremenda oportunidad que la industria maderera debiera ser capaz de aprovechar. Tanto la pandemia, como el actual conflicto en Ucrania, han generado grandes disrupciones en las cadenas logísticas globales, lo que ha generado una revalorización por acceder y desarrollar cadenas locales de suministros y proveedores.
Este vuelco a lo local, empujado por temores geopolíticos, puede resultar en un impacto muy positivo en el medioambiente. El mundo de los fabricantes de autos lo tiene claro. En 2021 tuvieron que parar su producción por falta de microchips y en 2022, Europa detuvo sus plantas por falta de hierro y aluminio importado desde Rusia y Ucrania. Ésto implicó que hoy el control de suministro de las materias primas es fundamental para la sustentabilidad de las industrias. ¿Pero en qué materia prima son ricos los países industrializados? Tanto Europa como Norteamérica son ricos en recurso forestal, cuyo uso además se alinea con sus compromisos medioambientales. Nos damos cuenta, entonces, del enorme potencial económico, climático y estratégico que tiene el hacer de la madera un material que no sólo sirva para los usos tradicionales, sino que se transforme efectivamente en una alternativa al hierro o aluminio.
Es aquí donde el desarrollo de tecnologías que incorporen mayor “inteligencia” en el uso del material y logren traer la lógica de los materiales que se utilizan hoy en la industria aeroespacial y automotriz al mundo de la madera, se presentan como una excelente opción para emplearla en nuevos usos. ¿Qué se requiere para lograr esto?
En primer lugar, debemos ser capaces de traer la flexibilidad en la forma, resistencia, ligereza y procesos productivos de materiales como la fibra de carbono o de vidrio al mundo de la madera. Ésto, por supuesto, implica repensar el proceso productivo completo del material y desarrollar nuevas tecnologías de procesamiento de la materia prima; nuevas aproximaciones al diseño e ingeniería de los productos y nuevas formas de producir partes y piezas.
Además, se requiere integrar todo en una plataforma computacional que permita sacarle el mejor partido a cada gramo de un árbol. Cuando pensamos así, nos podemos imaginar estructuras ultraligeras para grandes luces fabricadas con una fracción de la materia prima requerida por el Mass Timber. Podemos imaginar carrocerías de automóviles sustentables y ligeras fabricadas a partir de madera y el reemplazo de plástico inyectado en múltiples usos por compuestos en base a la misma.
La madera, en estado natural, ya es un biocompuesto de alta resistencia y bajo peso que, en tracción, resiste más que el acero por unidad de peso. Lo que tenemos que hacer es reconstruir esa inteligencia natural, que se pierde cuando la transformamos en palos, placas y chips.
Chile es un país forestal con grandes corporaciones, centros de investigación de clase mundial y una vibrante escena de startups e innovación. ¿Por qué entonces no pasamos de la producción de materias primas a la producción de productos de alto valor agregado? La oportunidad está ahí, podemos destinar recursos al desarrollo de tecnologías que hagan de la madera un material elegible para una gama mucho más grande de usos, o esperar que otros lo hagan y perder la captura de valor.
Vemos cómo todo está alineado para que los biocompuestos se transformen en los materiales del futuro. Aprovechar esta oportunidad requiere claramente del apoyo del Estado, pero sobre todo, de la velocidad que sólo el mundo privado le puede imprimir. El llamado, entonces, es a que compañías y el mundo financiero inviertan en el desarrollo de tecnologías, que no sólo son de altísimo valor económico y medioambiental, sino que también contribuyen a la generación de empleos de calidad y al desarrollo de la industria nacional.
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