8 de Agosto, 2022
Junto a sus hielos milenarios, la templanza de sus lagos y los encauzamientos de sus ríos, así como el resto de sus paisajes naturales y sus especies protegidas, otro de los atractivos de la Región de Aysén tiene que ver con la madera. Y específicamente, con su confección de tejuelas, la que desde este año forma parte del inventario “Patrimonio Cultural Inmaterial” del país, otorgado por el Consejo Nacional de la Cultura, las Artes y el Patrimonio.
Su ingreso fue conocido en enero de este año, tras las últimas sesiones ordinarias del organismo, en la que se destacó el traspaso de técnicas y conocimientos de esta elaboración artesanal, el vínculo con las especies arbóreas idóneas del territorio austral —lenga, ciprés de las guaitecas, mañio, canelo, coihue, entre otras—, junto con su arraigo familiar y cultural en la zona.
Este reconocimiento, según el Sistema de Información para la Gestión del Patrimonio Cultural Inmaterial (SIGPA), tiene como fin realzar la actividad desde dos ámbitos. El primero es de carácter tradicional, pues conecta con procesos históricos de poblamiento territorial que datan desde fines del Siglo XIX e inicios del XX. El segundo, por otra parte, tiene que ver con la especialización en el oficio, aludiendo a las habilidades y conocimientos de una práctica preservada y transmitida en el tiempo.
De este modo, hoy es posible encontrar cultores repartidos por la región, mayormente en Caleta Tortel, Lago Negro, Puerto Guadal, Villa Ortega, Repollal Alto y Melinka. No obstante, SIGPA también reconoce que hoy la práctica no está siendo desarrollada como antes, viendo disminuida su aplicación por las dificultades para obtener materia prima y por la competencia con otros materiales constructivos, en desmedro del labrado.
“La persistencia en el oficio, entonces, va de la mano de una tradición familiar y colectiva, manteniendo elaboración de tejuelas por encargo y transmitiendo, en algunos casos, las técnicas y conocimientos del oficio a sus hijos, hijas y nietos, con plena conciencia de su valor en cuanto manifestación tradicional, así como de las dificultades y bajas posibilidades de continuidad”, dice la entidad.
Lo último es motivo para que surjan diversas iniciativas impulsoras de esta tejuelería en madera, basadas en la conservación de su legado para las futuras generaciones. Hoy conoceremos la más reciente de ellas, abordada en el seminario “Tejuelería Artesanal en la región de Aysén; Identidad, Cultura y Patrimonio”, organizado por la Corporación Memoria Austral y el Servicio Nacional del Patrimonio Cultural (Serpat). Un libro de registro testimonial, lanzado en julio, que busca amparar su práctica y desarrollo en Chile.
El tejueleo artesanal en la región de Aysén, Chile. Memoria e identidad cultural (Fichero Austral, 2020), despliega una serie de historias inmersas en la confección de la tejuela como revestimiento de construcciones. Chilenos, de diversas vidas y edades, que explican sus manualidades, el análisis de la materia prima y las técnicas y herramientas adecuadas para trabajarla, junto con todo lo que concierne a esta añosa práctica regional. Su autor, Carlos Castillo Levicoy, explica más detalles.
“Muchas de éstas prácticas fueron transmitidas, generacionalmente, desde el tejuelo alercero, que en el país tienen una práctica de, aproximadamente, cinco siglos atrás. En el libro se dan a conocer datos específicos del bosque y su estructura, el uso que ha tenido la tejuela en la arquitectura vernácula del territorio, aspectos sociales de la manifestación y su estado actual, diversas problemáticas existentes y la importancia que tiene el uso de la madera con respecto a otros materiales”, dice.
Castillo es un ingeniero forestal de la Universidad Austral de Chile, oriundo de la Región de Aysén, que se dedica a la consultoría e investigación del área forestal y tecnológica de la madera. Comenta que la información de este libro proviene de datos levantados, desde 2007 a 2022, en la provincia de Aysén, en la de Coyhaique, en la de General Carrera y Capitán Prat, de igual modo que con registros del trabajo alercero en ésta y en las regiones de Los Ríos y Los Lagos.
La madera se hace presente en todos los pasajes de la publicación, como las especies más ocupadas y los tipos de trabajos más óptimos para obtener las tejuelas, al igual que con los testimonios de quienes los ejercen. Los capítulos referidos al uso, valoración y confección de estos elementos, vienen antecedidos por una reseña histórica sobre la madera presente en la zona, la que también informa sobre su estado actual y su importancia en comparación a otros productos utilizados en la construcción local.
La investigación también ofrece diversas fotografías documentales de las tejuelas y de su aplicación inmueble, de la misma manera que con el resto de los eslabones del proceso productivo, como los bosques, el suelo, el clima y la geografía. Lo anterior resulta clave para escoger los ejemplares arbóreos idóneos, dice el experto, “mediante técnicas de reconocimiento visual y auditivo; el volteo, trozado y metaneado de los árboles escogidos; así como la posterior extracción y labrado de las tejuelas, y su posterior comercialización”.
Al consultarle sobre lo que distingue a la tejuelería de Aysén por sobre otras experiencias similares, Castillo afirma que es la elección de maderas duras, como la lenga. Si bien los registros datan un primer trabajo con alerce, motivado por la migración de trabajadores hacia esta región durante el último siglo, hubo que adaptarse rápidamente a las propiedades de la materia prima predominante en la australidad.
Esto último, inevitablemente, brinda rasgos propios a esta actividad que la diferencian de otras similares en el resto del país. Uno de ellos es el trabajo en el bosque, con las observaciones necesarias para escoger lo más conveniente. El investigador nombra algunas de ellas.
“Tener un fuste recto sin fibra revirada, estar creciendo en zonas abrigadas y/o en hondonadas con suelo profundo, poseer un diámetro de fuste o tronco por sobre los 40 centímetros y más, no presentar daños aparentes por insectos y hongos, no estar expuesto a zonas ventosas, entre otros”, comenta el aysenino.
Otra de sus características tiene que ver con la confección. La lenga, por una parte, se trabaja con una traba que guía la partida en la dirección de la hebra del árbol, mientras que con otros ejemplares más blandos, como el ciprés de las Guaitecas, se emplea el hacha y la macheta. Así se obtienen ejemplares que, por lo general, se encuentran entre las 21 y 22 pulgadas de largo, los que luego son labrados y rebajados para su posterior amarre en atados, de 50 unidades o más, para ser comercializados en la zona.
El tejueleo artesanal en la región de Aysén, Chile. Memoria e identidad cultural, provee, al alcance de la mano, una parte fundamental de nuestra historia con la madera. Lo hace a partir de un oficio centenario, con uno de los materiales de revestimiento más representativos y bellos de la arquitectura local, manifestados en expresiones habitacionales, de protección de ganado, forrajes, despensas y otros inmuebles. Aunque también lo hace con historias de esfuerzo, dedicación y manualidad que, con publicaciones como ésta, quieren resistir el paso del tiempo.
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