21 de Noviembre, 2022
Esta obra se construyó en menos de un año, gracias a su diseño en madera y a las bondades de la prefabricación. Y es que uno de los objetivos para haber escogido este material natural y renovable fue la necesidad de adaptación al paisaje natural circundante;el campus de la Universidad Macquarie (Australia), en donde se emplazó esta obra de 953 m2.
Hablamos de la incubadora de innovación y negocios de la casa de estudios oceánica, la que presenta un diseño flexible a partir de dos pabellones de conexión, adecuado a la creciente comunidad empresarial e investigativa que da vida en su interior. La elección de un sistema constructivo prefabricado respondió a la rapidez de la ejecución que aseguró su metodología, así como de las posibilidades de desmontaje y de reutilización futuras. Fue trabajada en seco y sin interferir con el resto de las actividades del campus universitario.
“La incubadora de la Universidad Macquarie tiene como objetivo amplificar e imbuir un pensamiento profundo en torno a la innovación, uniendo espíritu emprendedor, ingenio y colaboración”, aseguró el equipo detrás del proyecto.
Una mirada general evidencia dos grandes pabellones con diferentes funciones. A la derecha de su entrada hay salas de reuniones acristaladas y separadas acústicamente, como también salas de servicio, espacios de encuentro, instalaciones sanitarias y una amplia rampa que conduce al pabellón inferior, el que consta de una gran oficina comunitaria abierta y de salas para reuniones.
La madera y el vidrio protagonizan esta construcción. Materiales que fueron antecedidos por pilotes mecánicos roscados dispuestos en retícula, los que sirvieron de apoyo para el forjado de la planta baja conformada por una plataforma de glulam. Un recurso que también se empleó para las vigas y los pilares.
Con esta elevación de la estructura, se evitó el contacto con la humedad y se distribuyó de mejor manera el espacio para sus instalaciones. El CLT de abeto austriaco utilizado para las vigas de cubierta también protagoniza esta incubadora. Cada una de las capas utilizadas estuvo orientada de forma perpendicular hacia el interior, otorgando a las vigas una mayor resistencia a la flexión.
En la planta baja, la mencionada plataforma de glulam del forjado termina en la fachada, lo que hace que su galería perimetral se ejecute con un entramado de madera en voladizo, con 41 pares de pilares de glulam en forma de V que se disponen al exterior de la envolvente.
El entramado, por su parte, debió incorporar un refuerzo transversal que permitiera un mejor soporte y apoyo. Es por ello que las vigas de cubierta de CLT se apoyan de forma alterna en la cabeza de dichos pilares, donde otra viga de borde los ata y sirve como apoyo para las restantes.
Otro cariz maderero a destacar es su envolvente, la que combina el uso del vidrio con paneles de madera contrachapada. Ésta última también se empleó en las paredes, al incorporarlas en paneles acústicos junto a chapa de pino australiano.
Por otro lado, el módulo de entrada se ejecutó con un suelo de madera en continuidad con las tablas de las galerías exteriores, y los dos volúmenes principales tuvieron un suelo de planchas cuadradas de caucho, para así aprovechar sus cualidades térmicas y acústicas.
La consultora de ingeniería Arup y el estudio de arquitectura Architectus estuvieron detrás de esta obra, en un proyecto que consideró la colaboración y la tecnología como ejes fundamentales para su cumplimiento, dado el desafío de construir un edificio de madera sostenible y en poco tiempo, sin interferir en el resto de las actividades universitarias del campus. El proyecto terminó construyéndose en cinco meses.
“La incubadora es un ejemplo destacado de lo que se puede lograr cuando el diseño no está necesariamente sujeto a la práctica común, sino que se le informa preguntando cómo se pueden superar los desafíos cuando se trabaja de manera integral”, indica Tom Bunn, encargado de este proyecto para Arup.
La iniciativa en madera se suma a otras construcciones sustentables que esta institución promueve en su campus. El edificio destinado a la educación clínica de su Facultad de Medicina también es muestra de ello.
Mark Broomfield, Director de Propiedad de la Universidad de Macquarie, así valoró esta elevación. “La incubadora es uno de los mejores ejemplos de colaboración innovadora entre clientes, diseñadores, contratistas y subcontratistas que he visto. Juntos, hemos implementado un proyecto visionario que ha cumplido con los plazos y los presupuestos y ha superado todas las expectativas en cuanto a la calidad proporcionada”.
Otras aspectos resaltan tras conocer más sobre esta construcción. Por ejemplo, su diseño arquitectónico no cuenta con bajantes y canalones, pues se propuso un sistema de aguas pluviales integrado al diseño hidráulico, evacuando el líquido de lluvias hacia el exterior, lejos de su fachada, para consiguientemente ser almacenado para el riego.
Una versatilidad que se conjuga con los activos de eficiencia energética y de sostenibilidad que fundamenta buena parte de su ejecución. Por ejemplo, su cubierta aloja unos paneles solares fotovoltaicos, que cubren cerca del 60% del consumo eléctrico.
Sus realizadores comentan que también fue decisivo para un óptimo resultado el empleo de modelos BIM, al garantizar precisión en los componentes de la edificación y así cumplir con todo lo necesario antes del transporte y la instalación de los elementos prefabricados. De esta manera, se cumplió con los plazos establecidos y los límites presupuestarios.
Esta proyección fue ampliamente reconocida en su país y en el extranjero, con diversos galardones que avalan su ejecución sustentable y la repercusión positiva de su implementación con propósitos educacionales. Entre los más destacados se encuentran “National Architecture Award for Education” (2018), de Australian Institute of Architects (AIA), “Excellence in Timber Design – Innovative Structural Design Award” (2018), de Australian Timber Design Awards, o el “Green GOOD DESIGN™ Forschung und Technologie” (2018), de Chicago Athenaeum.
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