29 de Diciembre, 2022
Caliptex es un contenedor de transporte concebido dentro del contexto de la pandemia, ya que fue pensado para generar nuevos momentos de encuentro al aire libre respetando el distanciamiento social. Y es que tras el confinamiento, una de las actividades más esperadas era el encuentro presencial en áreas verdes. Una necesidad que generó el interés por este producto.
“Si bien la propuesta surge en contexto de pandemia y distanciamiento social, las personas continuamente se reúnen a convivir en espacios naturales como parques y plazas. Nuestra propuesta se adapta a este nuevo contexto, permitiendo y posibilitando la convivencia, aportando de igual manera el traslado de insumos y ser un recubrimiento para convivir con las demás personas y la naturaleza”, explica Claudia Moreno, integrante del equipo de proyecto y desarrolladora del objeto junto con Vania Uribe, Sofía Cáceres y Mauro Saravia. Todos ellos estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.
Este grupo es el responsable del contenedor e incluso el elemento con que está realizado Caliptex. Se trata de un biomaterial obtenido a partir de corteza de Eucalyptus recuperada y látex natural, con el que luego confeccionan un producto textil no tejido, de óptima resistencia ante el desgarro y de una alta impermeabilidad, lo que lo hace más durable y adecuado para el uso al que está destinado; un bolso o mochila donde llevar alimentos, recipientes y bebidas al aire libre.
Así como nos comenta Moreno, la primera etapa del proyecto consistió en la investigación y desarrollo del material. Proceso que duró dos años y que luego fue trabajado desde el diseño y la manufacturación del producto final. El proceso de producción de este recurso consta de tres pasos principales: la obtención de la fibra, la mezcla de componentes y, por último, el conformado final mediante moldes.
Este cuero vegetal, derivado de la corteza de Eucalyptus, surge de un proyecto de investigación desarrollado dentro del Laboratorio de Materiales de la Universidad de Chile; el Biolab FAU. Y el diseño del contenedor propiamente tal, también nace a raíz de otro trabajo académico en la misma casa de estudios, dentro de un taller que solicitaba distintos requerimientos a partir de opciones biobasadas.
Para dar con el material, se trata el mencionado desecho maderero mediante remojo, molido, cardado y secado, para ser posteriormente tamizado, según la granulometría deseada. Las fibras resultantes se tiñen, se moldean y luego se mezclan con látex. Este último, proveniente del árbol del caucho, se adquiere de un centro de distribución local y le otorga al producto final un carácter antifúngico y antibacteria, comenta el equipo.
Otro de los componentes implicados es el agua, la cual puede ser siempre reutilizada, colaborando así con la alta sostenibilidad de todo el proceso. Es interesante que, como nos comenta la integrante, al conocimiento técnico y científico se suma una referencia cultural: la obtención de la fibra rescata dos procesos tradicionales no tejidos, como son el cardado de la lana y la tela de corteza de zonas boscosas de África, del Sudeste asiático y la Polinesia.
Ante la preocupación actual por el futuro de nuestro planeta en términos ambientales, cada vez son más los emprendimientos que optan por alternativas ecoamigables. En este caso, se utilizaron residuos madereros de corteza de Eucalyptus Globulus, agregando valor a estos desechos.
La elección de este tipo de madera y no otra, como por ejemplo el pino, se debe precisamente al costo de oportunidad de su reutilización. El del equipo es menor que en otros casos, al existir plantas que ya utilizan estos remanentes como materia prima para otros fines. En palabras de Moreno:
“Actualmente, el principal uso que se le da a los residuos forestales por parte de las grandes industrias de transformación maderera es para la generación de energía y su propio abastecimiento. Sin embargo, para los pequeños y medianos aserraderos, la posibilidad de aprovechamiento energético de sus residuos es nula, debido a la gran inversión tecnológica que requiere su transformación”, agrega Moreno.
El proceso de fabricación del Caliptex, desde el procesamiento de la materia prima hasta la confección final del bolso, tiene una duración promedio de 240 horas. Se realiza de manera artesanal, aunque es potencialmente industrializable, ya que el cuero vegetal posee propiedades que permiten cortes limpios, perforaciones y costuras.
En este caso, fue diseñado ergonómicamente como una mochila fácilmente transportable, con correas realizadas con la misma materialidad. Con 7 litros de capacidad, sus medidas están calculadas en relación a su ergonomía y a su mejor funcionalidad.
El proyecto se alzó con el segundo puesto en el XI Concurso de Diseño organizado por Madera21, con ocasión de la XVII edición de la Semana de la Madera, y consiguió el primer puesto en la votación digital del público. Y es que este contenedor biobasado es un aporte a la generación de nuevas fuentes de ingresos y beneficios para las comunidades locales vinculadas al bosque y a la silvicultura, en una concepción global de las dimensiones económicas, sociales y medioambientales.
El premio logrado en el certamen da solidez a la propuesta, al mismo tiempo que recalca la importancia de la conciencia socioambiental, dice Claudia Moreno. El punto de vista económico de otorgar valor agregado a la recuperación de residuos, se suma a la responsabilidad ecológica y con los seres vivos. Valores orientados al bienestar personal e integral de nuestro tiempo.
“Felicidad y orgullo por haber obtenido el segundo lugar con un producto biobasado, ya que nunca antes un material de este tipo había logrado este puesto, dejando en claro la importancia de los biobasados frente a la transición de modelos de producción circulares en el diseño”, finaliza la integrante de este proyecto.
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