El sitio se presenta como un golfo artificial creado en los años 50 por la minera el Tofo donde se extraía mineral de Hierro, transportado hacía esta dársena para posteriormente ser cargado en grandes barcos. Hoy solo existen las antiguas pilas de hormigón donde se asentaba este puerto de hierro, permaneciendo solamente este lugar resguardado de los vientos y el oleaje, como un gran patio de mar, donde hoy atracan pequeñas embarcaciones.
El primer movimiento fue poner en valor la geometría existente entregada por las pilas de hormigón en largo y ancho, decidiendo usar sus actuales ruinas como sostén histórico para deparar sobre ellas un nuevo porvenir para la zona a través de una educación con visión técnica científica y enfocada en resolver los problemas ecológicos actuales y del futuro.
La analogía arquitectónica que nos condujo al diseño fue la de una red con peces en su interior ya que detectamos una riqueza espacial coherente con este nuevo enfoque educativo que busca generar espacios dinámicos, flexibles, estimulantes e inspiradores para alumnos, docentes y la comunidad.
Para conformar esta red elegimos la madera de Ciprés por su buen comportamiento frente a la humedad potenciándolo con un antiguo método japonés llamado Yakisugi, donde la capa superficial de la madera es tratada para así incrementar su resistencia al fuego y a las inclemencias ambientales del lugar. Los peces atrapados son volúmenes de CLT pre dimensionados, entregándoles independencia estructural dentro de la red, dejando entre estos volúmenes espacios intermedios fundamentales para la recreación; comer, conversar, bailar, lugares de pausa y circulación del liceo. El espacio se expande a través de paneles plegables que pueden fusionar 2 aulas en una, además de ofrecer iluminación natural y ventilación cruzada.
Esta red toca el territorio sutilmente sobre las preexistencias liberando el primer nivel generando así un gran patio terrestre que confronta el actual modelo de patio con cancha central, por uno más inclusivo y flexible, buscando así desarrollar la imaginación y mejorar la relación entre los alumnos al entregar mayor libertad a la hora de habitar.
Por otro lado, las aguas de la dársena también forman parte de la arquitectura, presentándose como un patio de mar, donde se desarrollarán actividades náuticas educativas, recreativas y de comunión al ser estas pasarelas flotantes también muelle para pescadores artesanales de la zona.
Creemos firmemente que la arquitectura debe inspirar un nuevo modelo educativo y ser parte activa en la formación de personas arraigadas con el medio ambiente, el territorio, el cuidado del patrimonio marino y ser capaz de potenciar a La Higuera como capital tecnológica para aportar desde el área técnica a la investigación de nuevas formas de solucionar las problemáticas ecológicas y de sustentabilidad que atraviesa el norte de Chile.
