Un amplio salón de reuniones que funcionará además como capilla, debía ampliar una casa de ejercicios ubicada en un cajón de la precordillera del Maule.
Parecía poco prudente ampliar una casa con este programa, aumentando aún más la condición absorta de esta respecto del paisaje, con lo cual determina independizar este volumen y emplazarlo entre la quebrada y un claro del bosque, donde se encuentran varios senderos que surcan el lugar; capitalizan una zona subutilizada donde lo natural se exacerba con la inmediatez del río, su quebrada y los cerros que lo contienen.
Al intentar resolver un espacio que debía cumplir más de una función, apareció la idea de crear un recinto que, a través de básicos dispositivos de cerramiento, lograra sencillamente un sinfín de instancias espaciales y relaciones con el entorno, lo que sin duda sería el protagonista del proyecto.
La operación fundamental del volumen se refiere al diseño de un espacio tubular perpendicular al eje longitudinal del cajón del río, que permite ser inundado por el paisaje, sonidos, luz, aire y olores que lo acogen. La resultante es fraccionada para definir las diferentes instancias que cualificarían, a partir de su altura, su carácter.
Al espacio elemental del proyecto, del altar y la asamblea, se agrega en cada uno de sus extremos, como una extensión, dispositivos espaciales que complementarían y conectarían al volumen con el lugar. De esta forma el acceso es marcado por un pórtico-corredor de una altura mayor al volumen de la asamblea, que de alguna manera trata de capturar y contener la escala indómita del entorno inmediato, la escala del claro que producen los diferentes senderos que surcan el lugar. Por otra parte la zona del altar se abalcona sobre la quebrada tratando que el mismo no sea el remate sino que pase a ser parte de un continuo espacial que se pierde en el contexto natural más allá del río en los cerros de enfrente, donde se ha dispuesto una cruz de modo de potenciar aún más esta condición. En último lugar y sobre el altar, se ha extendido el espacio a una doble altura, sin otra intención que la de captar una escala que trasciende a las demás, donde el cielo y la luz atraen un gran rasgo dispuesto en una cara superior, enfatizando su presencia.
El volumen se cierra (y se abre) a partir de diferentes tamices dispuestos en los límites entre las diferentes instancias, reforzando aún más la idea de múltiples relaciones entre estos y de estos con el lugar. De esta manera la espacialidad no está dada por la obra finita si no por las infinitas formas de uso que sus ocupantes le den.
El proyecto ha logrado reconocer el territorio de quebrada entre cerros que lo acoge, emplazándose de forma transversal a su eje, ahí abajo donde terminan los cerros y asoma el río.
Constructivamente se ha trabajado con una losa colaborante soportada por pilotes de acero que aíslan y separan el volumen del húmedo suelo del lugar. Desde la losa se construyen paramentos de estructura de pie derechos de madera que serán forrados exteriormente con madera de 1×4” dispuestas de modo vertical sobrepuestas, de modo que generan una cámara de aire que se ventilará mediante pequeñas rendijas dispuestas en la parte inferior y superior del paramento. Para lograr una volumetría exterior que fuese el reflejo de la especialidad interior, se dispusieron vigas I-Joist para una luz de ocho metros sobre la cual se posó superiormente una cubierta en base a zinc ondulado de la misma medida, y curvado a razón de su flecha para expulsar el agua hacia canaletas que desembocan en bajadas de agua colocadas en el interior de los tabiques.
