Así como el yoga busca la conexión consciente entre el cuerpo, la respiración y el entorno, el centro Ashtanga Yoga Chile, diseñado por el equipo de DX Arquitectos, traduce esa experiencia a una arquitectura que fluye, respira y se transforma con quienes habitan el espacio con su práctica. Levantado sobre una antigua casa en Ñuñoa – Santiago, es el resultado de una experiencia íntima entre el diseño arquitectónico en madera y los usuarios.
Desde su origen, el diseño del centro Ashtanga Yoga Chile buscó algo más que resolver un programa arquitectónico. Aspiraba a crear un espacio con cualidades de templo, un lugar donde la práctica del yoga pudiera desarrollarse en un ambiente de recogimiento, concentración y conexión espiritual. La idea fue concebir una “caja” de madera que se posara delicadamente sobre la casa original, estableciendo una relación física entre ambas estructuras, así como una transición simbólica entre lo cotidiano y lo sagrado.
Sobre la antigua vivienda se construyó una “caja de madera». Todo el techo fue removido para dejar flotar esta estructura de 122 m2, cuya base descansa sobre la casa existente sin tocar el suelo, una solución posible gracias a la liviandad estructural de la madera. Donde antes había un techo, hoy se eleva la sala de yoga de madera, recepción, una pequeña cafetería, duchas y baños, apoyada sobre la casa como si se tratara de una postura de equilibrio suspendida.
El proyecto del centro Ashtanga Yoga Chile es obra de DX Arquitectos y fue el arquitecto y socio, Germán Rodríguez, quien diseñó cada rincón desde su vivencia como practicante regular de yoga en la escuela, lo que le permitió abordar la estructura desde la experiencia del usuario. No obstante, el trabajo fue colaborativo, forjado por la mirada de la dueña del centro y el diálogo constante entre los siete socios del Taller, que acostumbran nutrirse de sus experiencias y sensibilidades en un proceso abierto y colectivo.
El protagonismo de la luz
La luz sería el elemento más importante del diseño arquitectónico, por lo que el equipo se enfrentó al desafío de cuánta luz. Así, la posición estratégica de las ventanas —bajas en tres de los cuatro lados de la sala y alta en el lado oriente, donde están los camarines y el recibidor— permitió que la luz natural entrara de manera controlada, sin invadir directamente el espacio. Se creó un horizonte visual constante, donde las posturas de yoga quedaron enmarcadas frente a las ventanas de 90 x 90 cms, como si cada movimiento dialogara con el paisaje exterior. La luz no entra de forma directa, salvo al amanecer o al atardecer y se mueve por el espacio como lo haría una secuencia de posturas, generando sombras cambiantes, preservando una atmósfera serena y concentrada durante la práctica.
Como en una secuencia de asanas, donde cada postura se conecta con la siguiente, esta construcción establece una relación armónica entre lo nuevo, lo preexistente y el juego con la iluminación. Entre el primer piso, destinado al uso habitacional y el centro de yoga, corre una línea de luz. Un espacio de separación y encuentro. “Las ventanas bajas ayudan a articular, a entender que esto es un volumen que se posa y arriba tiene una sala de yoga y abajo una vivienda – señala el arquitecto de DX Arquitectos, Diego Pitters -. Entonces esa línea de luz es lo que hace que estas dos cosas se relacionen y se unan con un elemento de diseño”.
Una construcción viva
Como el yoga entrena la respiración consciente, la sala también respira. Al estar está hecha de madera, un material vivo que regula la humedad, responde al clima y acoge el calor del cuerpo. “La madera no es inerte. Se comporta como un cuerpo más dentro de la sala. Se adapta a la humedad, a la temperatura, a la energía del lugar”, comenta Germán. En una práctica donde el movimiento puede ser intenso y el calor corporal, así como la sudoración llenan el espacio, la madera lo absorbe y usa en favor de su humectación.
La elección de la madera como materialidad para el centro de yoga también responde a su versatilidad térmica y ambiental. A diferencia de otros sistemas constructivos, nos señalan los arquitectos, la madera permite generar soluciones eficientes para el aislamiento y la ventilación natural. En el proyecto, se utilizaron fachadas ventiladas en muros, además de paneles con aislación integrada, lo que permite reducir la ganancia calórica en verano y conservar el calor en invierno.
A su vez, las ventanas, dispuestas en la parte baja y alta del volumen, fomentan una ventilación cruzada que mantiene el espacio fresco y confortable. Esta cualidad, sumada a la respirabilidad del material, permite que el edificio funcione térmicamente de forma pasiva.
Para proteger la madera, se emplearon tratamientos naturales. En el exterior, se impregnó el revestimiento de pino radiata con carbolíneo, un aceite que penetra profundamente para evitar la pudrición; y en el interior, un aceite con pigmento blanco tipo albayalde, que protege sin cubrir la textura viva del material.
La plasticina de los materiales
Construida con pino oregón y pino radiata, cada marco estructural fue diseñado para ser repetido, montado, ajustado. La madera, dicen sus creadores, es como la plasticina de los materiales, permite moldear, adaptar, corregir, ensayar. “Si no te queda bien puedes cortar, agregar un pedazo, lijar – dice Germán y va más allá –. La puedes desarmar, te la llevas a otro lugar y la vuelves a armar”.
Esa flexibilidad, propia tanto del material como de la filosofía detrás del proyecto, se refleja también en las decisiones que surgen del azar constructivo. Entre la casa original y el volumen elevado de la sala de yoga, se ubican las vigas estructurales que sostienen el nuevo cuerpo del edificio, una especie de columna vertebral expuesta. Estas vigas llegaron a la obra con mayor longitud que la necesaria y en lugar de recortarlas, el equipo decidió dejarlas sobresalientes, tal como quedaron. “No se cortaron, no se alinearon. Y no todas salen lo mismo hacia afuera”, nos explica Germán. Así, la imperfección se instala como parte del carácter de la obra, como un gesto visual honesto que celebra lo no previsto.