Claro Arena: Un hito de construcción en madera masiva para la región

La modernización del estadio de la Universidad Católica, hoy conocido como Claro Arena, fue el contenido central compartido por el arquitecto de IDOM, Samuel Araneda y el gerente de Proyecto Madera Masiva de CMPC, Alejandro Guerrero, durante la Semana de la Madera 2025. Ambos profesionales relataron el proceso de creación del nuevo recinto multipropósito desde el concurso inicial hasta la obra construida.

El proyecto nace desde el cambio de paradigma del uso de la infraestructura de un estadio.  “Cuando comenzaron a edificarse estos proyectos (…) se concentraban principalmente en lo que pasaba en el interior de la cancha”, señala el arquitecto de IDOM, que con el tiempo se han configurado en espacios multipropósito. “La pedida que nos hacía (Universidad) Católica en el concurso (…) era el poder modernizar la infraestructura que ellos tenían, ya que estaba quedando obsoleta”.

La madera se integró desde la fase de concurso como una respuesta estructural y urbana. Araneda explicó que la propuesta no era solo revestir, sino que “aprovechar que la madera fuera parte de la estructura del proyecto”, posicionándola como material protagonista de la envolvente y de elementos clave del sistema constructivo. Esta decisión permitió desarrollar fachadas que reaccionan según orientación, incorporando quiebrasoles, pantallas acústicas en el frente norte y sistemas de control solar hacia el poniente, reforzando el vínculo entre arquitectura, clima y entorno natural.

En su exposición, Samuel Araneda detalló que la estrategia arquitectónica del proyecto se estructuró en tres decisiones consecutivas, que permitieron pasar de un estadio obsoleto a una infraestructura contemporánea. En primer lugar, explicó que el diseño partió por “reconocer lo que había de la infraestructura existente del estadio”, entendida como una gran grada apoyada en la pendiente natural de la cordillera, “como un anfiteatro griego” que se eleva hacia el poniente. Esta operación permitió que el proyecto no borrara la huella original, sino que la utilizara como base para el nuevo sistema espacial.

El segundo eje fue la creación de una plataforma continua, denominada por el equipo como “boulevard”. Según Araneda, este elemento “pudiese albergar y amarrar todas las infraestructuras, toda la estructura existente” y generar una condición de balcón hacia la ciudad. Este zócalo actúa como una pieza de transición entre el terreno natural y el nuevo volumen construido, funcionando como espacio público, soporte estructural y nivel articulador de circulaciones. Desde este punto, el estadio deja de ser una pieza aislada y se transforma en un edificio que se proyecta hacia el entorno urbano y paisajístico.

El tercer paso fue levantar la nueva arquitectura sobre ese zócalo. Araneda explicó que se buscó “generar todo lo nuevo sobre este zócalo, de tal manera que se pudiera relacionar y mimetizar con el entorno”, apostando por una geometría liviana y de bajo impacto visual. En esta etapa surge con fuerza la decisión de incorporar la madera como material estructurante y la cubierta curva como gesto arquitectónico principal. Esta cubierta, de trazo catenario, acompaña la pendiente de la cordillera y define la silueta del estadio, tal como fue evidenciado en los croquis del concurso, en los renders y, por último, en la obra construida.

A esa estructura base se adosa un volumen hacia la tribuna principal, necesario para albergar programas inexistentes en el estadio original. Araneda explicó que el recinto anterior “prácticamente no tenía superficie fuera de la geometría del graderío”, lo que obligó a sumar un cuerpo nuevo que integrara circulaciones, servicios, áreas comerciales y espacios multipropósito. Sobre el nivel del zócalo crecieron las nuevas graderías -con un aumento de capacidad desde los 14 mil espectadores a cerca de 20 mil-, organizadas en torno a un “bowl” interior que optimiza visuales y experiencia de uso.

Un elemento clave del diseño fueron los cuatro “codos” en las esquinas del proyecto. Araneda relató que estos espacios nacen desde la decisión de ocuparlos como zonas de experiencia diferenciada, donde se pudiesen generar unos espacios distintos con vistas tanto a la ciudad como a la cordillera” y con capacidad para albergar actividades más allá del fútbol. Estas piezas permiten que el estadio funcione como infraestructura activa durante todo el año y no solo en días de partido.

La experiencia de NiuForm de CMPC

La segunda parte de la exposición estuvo a cargo de Alejandro Guerrero, quien presentó el rol de CMPC, a través de NiuForm, en el desarrollo de las piezas de madera del estadio. El objetivo del proyecto, según sus palabras, fue “posicionar a la madera como una referencia en construcción, darle y mostrar la potencialidad que tiene la madera en proyectos de alto desafío estructural”.

El proyecto consideró el uso de vigas laminadas encoladas (Glulam), con un volumen total cercano a los 1.500 m3 de madera, equivalentes a cerca de 2.900 toneladas de carbono almacenado. Estas piezas se distribuyeron en tres grandes zonas: fachadas en formato de celosía, graderías con vigas rectas de hasta 17 metros de largo y sectores con vigas curvas de entre 27 y 32 metros.

El desarrollo de estas piezas implicó desafíos técnicos y logísticos inéditos en Chile. Guerrero explicó que uno de los principales retos fue “pasar del plano, que el plano aguanta todo, a la realidad”. Para ello, NiuForm debió adaptar su planta: construir puentes grúa especiales, desarrollar carritos de traslado para piezas de gran tonelaje y fabricar una prensa de 25 metros de largo para conformar las vigas curvas.

El tipo de madera utilizada fue Glulam estructural, con tratamientos específicos para resistir lluvia, radiación solar y cambios de temperatura, especialmente en las fachadas. En obra, el montaje también presentó complejidades. Las variaciones térmicas diarias provocaban cambios milimétricos en la madera y el acero, por lo que se debieron ajustar horarios de recepción y montaje. “El hito que recepcionaba estos elementos estaba a las 5 de la tarde (…) que era el momento en que calzaba todo”.

Cada viga curva, con pesos de hasta 8 toneladas, fue izada con grúas de 300 toneladas, en una coordinación que involucró múltiples disciplinas trabajando de forma simultánea dentro del recinto. El proceso completo incluyó trazado, perforado, instalación de herrajes y armado de sistemas compuestos que unían madera y acero. El resultado fue una estructura que hoy forma parte visible de la experiencia del estadio y que posiciona a la madera masiva como solución real para infraestructuras de gran escala.

Imágenes cortesía de IDOM

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