Presentación Café de la Madera – Universidad Adolfo Ibañez
El quinto Café de la Madera mostró cómo la práctica y la docencia se alimentan mutuamente en el trabajo del arquitecto Francisco Moure, profesor asociado de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI) y director del Magíster en Innovación y Diseño de la misma institución, además de director del Concurso de Arquitectura de Madera21 de CORMA. “Forma y materia. Tectónica de la madera: geometría, estructura y espacio” -nombre del encuentro- transitó con fluidez entre maquetas, cortes, plantas estructurales y fotografías, permitiendo una comprensión amplia del proceso arquitectónico.
Más que una conferencia, la instancia se transformó en un reportaje en tiempo real sobre cómo la madera puede estructurar una manera de pensar los proyectos desde lo geométrico hasta lo climático; desde lo estructural hasta la experiencia del espacio; desde lo técnico hasta lo sensible. Así, el quinto Café de la Madera, transmitido en vivo el jueves 26 de noviembre a través del canal de YouTube de Madera21, reunió por última vez en este ciclo 2025 a estudiantes, profesionales y entusiastas del diseño para explorar y ahondar en las obras construidas en madera.

Francisco Moure, arquitecto y director del Magíster en Innovación y Diseño – Universidad Adolfo Ibañez
Participaron también las estudiantes de la UAI Anna Razmilic y Antonia Porfiri, quienes aportaron preguntas que desnudaron decisiones conceptuales del arquitecto y docente, enriqueciendo el tono del encuentro, también con las interrogantes del público asistente.
En su presentación, Moure trazó un recorrido que reflejó tanto la dimensión profesional como el desarrollo de su propio pensamiento arquitectónico. Su vínculo con la madera, explicó, se remonta a sus primeras obras universitarias, cuando comenzó a construir proyectos paralelamente a sus estudios. Ese cruce entre academia y práctica se transformó en una constante que marcó su modo de proyectar y enseñar. “Me interesa la madera no sólo como material, quiero hablar de la madera como forma y materia al mismo tiempo, como aquello que envuelve, que pesa, que vuela, como estructura que se deja ver, que ordena el espacio y que le da un ritmo a la vida cotidiana”, señaló.
“Siempre me ha interesado que la arquitectura negocie con el viento, regule el sol y construya ecologías propias”, dijo Moure. Esa frase resume el espíritu del encuentro: reconocer en la madera un material contemporáneo, versátil y profundamente ligado a la geografía chilena, capaz de generar obras que dialogan con el territorio y amplían la manera en que habitamos.

Presentación Café de la Madera – Universidad Adolfo Ibañez
El arquitecto ha trabajado la madera desde una sensibilidad que combina oficio, exploración geométrica y un entendimiento profundo del comportamiento estructural. Lo que lo seduce, según explicó, es su carácter moldeable, accesible y expresivo. “Es un material extremadamente noble (…) muy maleable, muy fácil de manipular. No se necesita una gran experticia técnica, sino un oficio que puede transmitirse como una buena práctica”, afirmó durante la conversación con las estudiantes.
Incluso antes del actual impulso ambiental de la construcción en madera, el arquitecto ya había optado por este material por sus posibilidades formales y por su capacidad de habilitar soluciones de bajo costo sin renunciar a calidad espacial. “Se puede hacer arquitectura de muy buen estándar a un precio accesible”, enfatizó.
La presentación estuvo organizada en tres aproximaciones que han guiado la creación arquitectónica de Francisco Moure: la madera como línea o elemento, como masa, como envolvente. Cada enfoque fue ilustrado con obras construidas y sus maquetas, permitiendo comprender la progresión de ideas y la manera en que los proyectos toman forma desde decisiones estructurales que derivan luego en configuraciones espaciales.

Francisco Moure, arquitecto y director del Magíster en Innovación y Diseño – Universidad Adolfo Ibañez
Espacios intermedios
Uno de los temas que marcó la conversación fue el rol de los espacios intermedios -terrazas, umbrales, patios protegidos-, que en la obra del arquitecto no funcionan como anexos, sino como parte constitutiva del proyecto. Su interés radica en cómo estos lugares median entre interior y exterior, protegen del viento, regulan la luz y construyen experiencias cotidianas.
“Mientras más se pueda desdibujar la línea entre interior y exterior, más interesante me parece. Me da paz que exista un espacio que te protege antes de ir al exterior infinito”, afirmó. Esta preocupación nace de vivencias en terreno y de observar cómo la arquitectura modifica la forma de habitar, especialmente en zonas costeras como Puertecillo y Punta de Lobos en la Región de O’Higgins, donde el viento puede condicionar radicalmente el uso de una vivienda.
En su visión, estos espacios generan comunidad y nuevas relaciones entre quienes habitan la casa. “Ojalá pudiéramos llegar a casas que no fueran solo contenedores de cosas, sino contenedores de relaciones”, sostuvo.

Presentación Café de la Madera – Universidad Adolfo Ibañez
“Hace poco hicimos una tiny house en Punta de Lobos de 40 m2, pero con un espacio intermedio que duplicaba esos 40”. Contó entusiasmado que “lo puedes vivir de una forma como que estuvieras en una casa de 80 metros cuadrados, ¡eso era increíble!, y eso te da la arquitectura”.
Obras que tensionan la estructura y proyectan desde el clima
Entre los proyectos presentados, destacó la Casa Paula, construida en Puertecillo, donde la estructura en cruz, las diagonales y los apoyos puntuales permiten que la vivienda se pose como un volumen suspendido sobre la pendiente. El arquitecto explicó que la casa “toca el suelo solo en cuatro puntos, dejando un espacio intermedio entre lo construido y la topografía natural”, lo que favorece ventilación, sombra y una percepción de ligereza que desafía la gravedad.
A través de ejercicios volumétricos como la Casa 36 Marcos, llevó la madera a límites estructurales de compresión, diseñando una exoestructura que resuelve apoyos, protege del viento y genera terrazas utilizables durante todo el año. “La casa se convierte en una pieza de madera suspendida, una estructura editada que dialoga con la gravedad y el paisaje”, explicó.

Francisco Moure, arquitecto y director del Magíster en Innovación y Diseño UAI; Antonia Porfiri y Anna Sofía Razmilic, Alumnas de la Universidad Adolfo Ibáñez
En proyectos como la Casa Constanza, la madera se trabaja como masa: un lleno tallado por sustracciones, donde “trabajamos como si fuera un lleno estructural de madera que le fuimos generando ciertas sustracciones para poder sacar el elemento, siempre con un orden geométrico de una estructura de basamento en cruz y una base completa en el segundo piso rectangular”, contó el arquitecto.
Las palabras de Moure revelaron una preocupación constante por el comportamiento geoclimático de la madera, su calidez, su inercia térmica baja, su capacidad de regular humedad y su diálogo con la luz. “Cuando una casa de madera está bien protegida, es muy calentita. Cuando los rayos de sol entran, el confort es inmediato”, señaló al responder una de las preguntas de las alumnas.
Para el arquitecto, una vivienda bien orientada y resuelta no debería requerir iluminación artificial temprano en la mañana ni depender exclusivamente de sistemas de climatización. La arquitectura, dijo, debe estar “bien dispuesta donde el sol tiene que entrar y donde las vistas deben estar. Ese es el fundamento mínimo para un buen habitar”.