23 de Mayo, 2019
En tiempos en que la gran mayoría de los collares, aros, anillos y pulseras que se venden en las tiendas provienen desde China, es novedoso encontrarse con modelos que fueron totalmente pensados y confeccionados en nuestro país.
Andrés y Andrea son un matrimonio que desde el año 2016 viven en la comuna de Curarrehue. Llegaron hasta ese lugar con el propósito de emprender y, además, cambiar su estilo de vida. Al poco tiempo, un amigo del sector les presentó un material que les permitiría realizar su sueño.
El nudo resinoso de araucaria, muerta naturalmente, popularmente conocido como picoyo, fue el que los inspiraría a crear “Nudos del Sur”, una colección de joyas artesanales creadas 100 % con este material.
“Maravillados por este material comenzamos un viaje de investigación respecto de las características del picoyo, cómo se forma y el legado que este tiene enamorándonos de su nobleza. Ante la necesidad de desarrollar alguna actividad que nos permitiera emprender y generar ingresos adicionales, surge la idea de hacer joyas”, comenta Andrea Ocampo, fundadora de la marca.
El picoyo, chuchin o clavo de pino, entre algunos nombres que se le dan al material, es el “nudo” del árbol que se extrae del tronco descompuesto de la araucaria araucana muerta de forma natural. Expuesto al paso del tiempo y las inclemencias del clima, madura tomando colores diversos, creándose una personalidad particular.
Andrea es quien analiza la pieza y la crea en función del material, según sus características como el color y las vetas. Mientras, Andrés se dedica a la parte gruesa: al corte y lijado según las especificaciones del diseño, para posteriormente realizar incrustaciones y acabado final.
De un estilo minimalista y delicado las joyas, “Nudos del Sur” busca ser un complemento a la belleza de quien la use, no queriendo sobresalir sino coexistir. La inspiración de Nudos del Sur está en el entorno natural preponderante en la comuna de Curarrehue, su flora y su fauna. Tomando la madera como eje central, Andrea y Andrés intentan plasmar los colores de la zona incorporando minerales nacionales como el lapislázuli, la crisocola, jaspe y la plata.
“Francisco Pasini Joyas” nació como una afición hace casi 20 años. Sus joyas son elaboradas a mano desde la fundición. “Escogimos la madera para una de nuestras colecciones por ser un material reciclado 100%, noble y de gran belleza. Su nobleza hace que, con el pasar del tiempo, se comporte bien”, agrega Francisco Pasini, fundador de la marca.
Estas novedosas joyas, que por el momento se venden sólo a particulares por encargo, pretenden lograr mayor visibilidad en diferentes vitrinas, tanto físicas como online, y comenzar a mirar hacia el exterior. “Como empresa, buscamos crecer de tal manera que seamos capaces de generar más empleos. Nos hace sentido la idea de capacitar, por ejemplo, a inmigrantes para incorporarlos al equipo como joyeros. La joyería es un oficio que debemos transmitir”, finaliza Pasini.
Luis Bonard es otro artesano que decidió dedicarse a la fabricación en madera. Trabajando 55 años como mueblista, y tras problemas de salud, decidió cambiar el rubro de su trabajo pero continuar con el mismo material. Así, ha estado preparando durante dos años y medio la exposición de su artesanía.
Actualmente, Bonard cuenta con tres líneas: pueblos originarios, fantasía de color y elementos reciclados. Fabrica sus joyas con madera reciclada y las tiñe con tintas orgánicas que luego barniza con poliuretano al agua y seca en horno solar, creando formas y colores muy diversos para sus creaciones.
Finalmente, otro artesano que ha tomado la madera como material fundamental para dar vida a una colección de joyas es Nicolás Hernández, quien se desarrolla como diseñador y orfebre desde hace unos ocho años.
Sus joyas están hechas en base a láminas de madera contrachapada que superpone y gira, creando formas y relieves que aluden a frutos silvestres. Se trata de capas de madera de pino contrachapadas superpuestas y ensambladas que, a través de un leve giro, van modelando formas que se asemejan a un piñón, el fruto de la araucaria.
“Lo primero que hice fue joyería, experimentando, buscando nuevos lenguajes. Inicialmente lo hice a mano. Eran formas muy sencillas que yo iba rotando”, explica Nicolás quien da vida a la colección “Capas Vegetales”, compuesta por colgantes, broches y aros.
Así, es posible encontrar cajas y pirinolas que también se inspiran en la flora chilena. Éstos últimos son juguetes-objetos que, además, cuentan con aplicaciones de madera nativa reciclada y que surgieron por su interés de hacer girar las piezas de madera.
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