Entrevista

Crean paneles fonoabsorbentes hechos a partir de las hojas de pino radiata

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Un grupo conformado por estudiantes y profesores de la Universidad de Concepción elaboró unos paneles que absorben el ruido a partir de las hojas de los pinos. Una materia prima, comúnmente considerada como desecho. Ante eso, este equipo de investigación quiso causar un impacto positivo, tanto ambiental como social, por lo que empoderaron a distintas familias para que recolectaran estas hojas para que ellos pudieran trabajar en este producto. Un producto que obtuvo el primer lugar en la votación online del Concurso de Innovación de Madera21 en la Semana de la Madera, competencia en la que también obtuvieron el segundo lugar elegido por jurado.

En un momento toma una pausa y empieza a contar. “Uno, dos, tres”. Él se encuentra al teléfono desde Concepción, por lo que solo su voz nos indica que los tiene al frente, ya que pasa muy rápido de un número a otro. “Cuatro, cinco, seis”. El número llega a ocho paneles elaborados a partir de hojas de pino, con los que busca dar un ejemplo.

“Los que tengo acá, que podrían cubrir un metro cuadrado, juntos no pesan más de tres kilos. Como sabes, los paneles termoacústicos tradicionales son hechos de material sintético y se instalan con silicona adherida a los muros. Nuestro producto, al no tener problemas del peso, puede instalarse en cualquier superficie sin la necesidad de pegarlo, ya que se pueden acoplar con un montaje y desmontaje rápido y sin que se dañe posteriormente la estructura”.

Quien habla de estas características es Francisco Molina, estudiante de arquitectura de la Universidad de Concepción que, junto a un equipo interdisciplinario, creó un panel que absorbe el ruido, hecho a partir de las acículas de pino. Estas son las que comúnmente vemos caer de estos árboles y que es común ver en grandes cantidades.

“La hoja del pino es altamente porosa, una característica que fomenta la absorción acústica y la baja densidad del material. El hecho de que este elemento sea brindado por la naturaleza nos motivó a pensar en lo que se podía fabricar con la hoja. Al principio no sabíamos, pero después nos dimos cuenta que la acícula es perfecta para dar condiciones iniciales de absorción del sonido”.

Esta idea fue de Molina, quien antes ya había participado de otro concurso de este tipo. Fue en 2017, en el desafío de remodelación del Puente Viejo de Concepción, organizado por la Cámara Chilena de la Construcción. Junto a Dilán Ramos, también estudiante de arquitectura, obtuvieron el primer lugar por una propuesta que destacaba por su utilización de la madera, ya que cubría completamente la estructura como revestimiento.

Dada esta experiencia, decidió juntar un equipo multidisciplinario para participar del Concurso de Innovación de Madera21, bajo el marco de la Semana de la Madera 2019. Fue así que junto a Rodrigo Rocha y Matías Alveal –estudiantes de ingeniería aeroespacial de la Universidad de Concepción–, como también a Roberto Guerrero y Carlos Medina –profesores guía–, decidieron dar una reutilización a este elemento del pino, que comúnmente se considera como desecho.

Fue así como comenzaron las primeras interaciones y prototipos –más de 30, asegura Molina–, hasta que llegaron a un modelo definitivo. Biopaneles, de 20 a 50 mm, fonoabsorbentes gracias a su composición, baja densidad y con una estructura altamente porosa. De composición ignífuga, este material contiene un retardante de fuego, convirtiéndolo en una buena elección a la hora de planificar edificaciones con demandas de aislamiento de incendios.

Su beneficio ambiental y el impacto en la comunidad, fueron los principales motivos para que este proyecto obtuviera el primer lugar del concurso por votación Online, categoría de la convocatoria de Madera21 donde la audiencia elegía la mejor postulación. Esto se suma al segundo lugar obtenido en el Concurso de Innovación, demostrando la relevancia que le dio el jurado a esta iniciativa proveniente del sur de nuestro país.

–Un punto fundamental es que ustedes trabajan con un elemento que comúnmente se considera desecho. Es cosa de posarse bajo un pino para notar que siempre caen sus hojas, en abundancia.

–Sí, y frente a eso nosotros fuimos a hablar con comunidades que, a lo largo del tiempo, han tenido problemas de sobreexceso de acícula. Es importante decir que estas hojas, que se pueden ver en muchos bosques chilenos, provocan ignición. O sea, pueden prenderse con facilidad. Nosotros le propusimos a esta comunidad hacer una limpieza del lugar y que eso les significara un monto, ya que les ofrecimos empleo, provocando un impacto social y medioambiental positivo para esas personas.

¿Cómo fue ese proceso?

–Se lo propusimos a cinco o seis casas aledañas a un bosque, en San Pedro de la Paz. Dentro de nuestras consultas, nos dimos cuenta que todas esas familias sentían molestia por la concentración de esas hojas. A partir de eso les consultamos si estaban interesados en ser parte de un proyecto para que ellos limpiaran los sectores más afectados y que eso les significara una retribución económica, al destinar su tiempo y esfuerzo. Ellos aceptaron inmediatamente, por lo que pudimos obtener un material a bajo costo, bien pagado, que fomentaba la retroalimentación constante.

¿Y qué cantidad se recolectó?

–Actualmente se mantiene el proceso de recolección, pero en una tarde, fácil, se pueden obtener hasta 200 kilos de acícula. Nuestra propuesta tampoco va en una sobreexplotación del material, no queremos eliminarla sino que aminorar su exceso. Estamos conscientes del beneficio que genera, pero el exceso también podría alterar otras funciones en la naturaleza, por lo que decidimos mantener siempre el tope de una limpieza completa y nada más.

¿En qué consistió el proceso para trabajar esas hojas?

–Fue muy largo, pero podríamos mencionarlo en tres etapas. Primero, la recolección. Luego, el estudio de esa acícula, para después trabajar su aglomeración. Esto último tomó más tiempo, porque buscamos una resina que fuera biodegradable. No sacábamos nada con trabajar las hojas si después debíamos inyectarle resinas tóxicas, como las tradicionales. Iba en contra de lo que queríamos lograr como producto. Esto hizo que el trabajo de compactación fuese el más complejo ya que también necesitábamos algo de baja densidad, liviano.

¿Por qué? ¿En qué se diferencian con un panel termoacústico tradicional?

–Los tradicionales son todos de origen sintético, por lo que también son relativamente elevados de precio. Como el llamado del concurso era a partir de materiales ecológicos y de base natural, buscamos hacer un producto que fuera sustentable y sostenible, además de que funcionara. El aprovechamiento de esta biomasa era más potente que seguir en la cadena de los sintéticos, los que no son renovables y que desaparecerán, a la larga.

¿Qué otras características diferencian a sus paneles?

–Otra característica es lo estético. Al no tratar nuestra materia prima con colores sintéticos, el producto mantiene el mismo de la hoja recolectada. Como estas son distintas, tanto en verano como en invierno, tenemos paneles naranjas, marrones, verde claro, verde oscuro, incluso algunos más parecidos al azul. Sin ningún tipo de aditivo. Además de tener un enorme valor ambiental, cuenta con otro estético muy importante. De hecho, después de nuestra participación en el concurso, varias empresas nos contactaron para instalarlos en casas, oficinas y estudios de grabación.

Entonces, ¿es aplicable en cualquier tipo de estructura?

–Sí, porque es un material liviano y adherible, como las esponjas de los estudios de grabación, por ejemplo. Otra característica, que se nota luego de su instalación, es el tema de los fitómidos. Las acículas tienen compuestos terpenoides naturales, que tienen un efecto beneficioso en el organismo. Las hojas de conífera –árboles o pequeños arbustos cuyas estructuras reproductivas son llamadas conos, por su forma–, tienen un efecto tranquilizante, lo que nuestro cuerpo adquiere cuando sentimos ese aroma a bosque. No sé si tienes vivo el recuerdo, pero cuando alguien ponía un pino de origen natural en tu casa, había un olor constante del árbol. Bueno, cuando entras a un ambiente en que están los paneles, sientes el mismo olor. Eso nos gustó mucho, porque nos vinimos a enterar luego de implementarlos, aunque obviamente sentíamos que estaba rico. Como si hubiesen perfumado recién.

Dado que estudias arquitectura, ¿crees que la disciplina está dando pasos hacia temas medioambientales?

–Mi visión es que siempre hay un privilegio por hacer una arquitectura más sustentable y ecoamigable, tanto en las escuelas chilenas, que he tenido el gusto de conocer, como también de visiones de amigos que trabajan actualmente. Está impregnado el querer desarrollar una arquitectura más sustentable. Yo podría haber participado en cualquier otro concurso de arquitectura, pero claro, la motivación de generar proyectos sustentables y de avances tecnológicos, tiene que ver con una preocupación multidisciplinar por querer un mejor planeta.

¿Qué los motivó para postular al concurso de innovación en la Semana de la Madera 2019?

–La conciencia ambiental. El cambio climático fue motivador para nosotros como grupo, al tener que comportarnos de manera responsable a través de un material ecológico. Cuando vimos la oportunidad de Madera21 y su llamado a concursar en algo que trascendiera con la bioeconomía, nos motivamos al mil por ciento por desarrollar un producto que hiciera un bien. Que fuera algo más que decir: “Ah, ganamos un concurso”, sino que fuese un bien tanto para el medio ambiente como para la comunidad. Lo importante era dejar de producir materiales fonoabsorbentes en base de petróleo o elementos fósiles. A diferencia de otros concursantes, que tenían muy desarrollados sus proyectos innovadores, nosotros nos motivamos a hacer esto netamente por el concurso. Como que, de cierta manera, la instancia nos abrió las puertas para generar un producto que, siendo honestos, pocas empresas se lo plantean.


Escrito por Marcelo Salazar
Imagen principal cortesía de Madera21
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