21 de Febrero, 2020
Introducido en 1860 en construcciones europeas, el glulam ha mantenido su buena fama hasta hoy, convirtiéndose en uno de los primeros y más innovadores productos de ingeniería en madera de alto rendimiento. Se trata de un material compuesto por láminas de madera que se adhieren a través de un sistema de pegamento, lo que resulta en grandes piezas que se utilizan en columnas, vigas y soportes de techado.
Una de las particularidades del glulam es su posibilidad de crear estructuras con movimiento como vigas curvas, vigas inclinadas, portales y arcos. Ejemplos de esto se encuentran en importantes construcciones como la superestructura comunitaria inspirada en un granero realizada en el Distrito Bridge de West Sacramento, en California, y el proyecto Kulm Eispavillon en los Alpes Suizos. También se utilizó glulam en el “25 King”, el edificio comercial en madera más alto de Australia.
Y es que las ventajas constructivas del material son muchas: el glulam presenta una resistencia similar a estructuras de hormigón armado pero con un peso cinco veces menor. Por lo mismo, es un producto más amigable con el medio ambiente, ya que requiere menos energía que para producir acero o concreto. Además, su materia prima es renovable.
El glulam no solo resiste bien el peso: gracias a su forma compuesta por varias capas de madera, también soporta muy bien el fuego. Esto se produce porque, en caso de incendio, se forma una capa carbonizada alrededor del núcleo de la pieza, lo que disminuye el consumo de oxígeno y por lo tanto, retarda su combustión. De esta manera, el glulam permanece como una sola pieza, soportando la carga de la estructura que sostiene.
Las maderas más utilizadas para crear glulam son el pino radiata, pero también encontramos laminados de otras especies manejadas de manera sustentable. De esta forma, se puede obtener madera laminada encolada en varias tonalidades, según el árbol del que provenga.
Las normas chilenas de fabricación y diseño estructural para la madera laminada son la NCh2165 y
la NCh2150.
Para la fabricación del glulam lo primero es seleccionar las láminas, secarlas hasta obtener una humedad residual (en Chile, según NCh 174) y luego cepillarlas por sus cuatro caras. Concluido este proceso, se clasifican. Si se descubre algún defecto que reduce su resistencia como nudos grandes o bolsas de resina, se recortan y se seleccionan según su superficie y aguante.
Según la longitud que requiera el fabricante, comienza el proceso de ensamblado de las láminas a lo largo, a través de una unión dentada. Luego se cepillan nuevamente para obtener un grosor uniforme, y comenzar el proceso de encolado.
A las láminas se les agrega el pegamento y se unen a lo alto, para luego pasar al proceso de prensado, el que puede ser recto o curvo. Finalmente, y una vez que el pegamento ha secado, la pieza completa se cepilla y se bisela.
Gracias a este trabajo, se logra un material altamente resistente, incluso mayor que la de un trozo de madera maciza, ya que los defectos de la misma son trabajados durante el proceso de fabricación.
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