Para ella, la madera tiene un lenguaje propio, es capaz de entregar una calidez casi humana y su mejor faceta siempre será en bruto. Es por ello que trata de no intervenirla, o lo menos que pueda, ya que “me gusta que cada tabla tenga la huella del aserradero, el corte radial o el paralelo, o que venga con la corteza, que a veces también la dejo. Trabajo la madera con todas sus capas con Albura, que es más joven y clara, o Duramen, si es más oscura y adulta. Me gusta mucho este material y sobretodo la que ha estado mucho tiempo bajo el sol, ya que adquiere un color gris plateado muy difícil de reproducir artificialmente. Ese tipo de tablas nunca las toco, porque lijarlas sería un crimen. Son verdaderos fósiles testigos del tiempo, porque antes fueron parte de una reja, un portón o de la estructura de una casa, pero hoy son piezas arqueológicas que te cuentan una historia”.
Las palabras son de Beatrice di Girolamo, artista plástica chilena que ha dedicado gran parte de su trayectoria al arte abstracto en madera. Desde hace diez años realiza distintos murales a gran escala para diversos espacios, públicos y privados, siempre con material reciclado. “Hay un tema del reciclaje, pero no como discurso. Hoy, el que no recicla es un irresponsable, pero eso no lo uso como discurso… es reutilizar el material y sobretodo recontextualizarlo. Tomarlo, recogerlo, transformarlo y llevarlo a otro escenario”, explicó.
Su último gran proyecto de este estilo estuvo realizándolo durante casi cuatro años. Fue en las paredes de la estación San Alberto Hurtado, llamado “Vestigios: Arqueología de la Ciudad”, donde el Hogar de Cristo la invitó a hacer un proyecto capaz de llenar parte de esas instalaciones. “Esto no podría haber sido posible en cemento, mármol, fierro u otro material frío”, menciona.
“Para este proyecto, además de los vestigios que donó la comunidad de Estación Central, aporté con mis propias duelas de roble impregnadas en vino, que una viña me regaló y que tengo guardadas hace años en mi taller. Maderas Tarapacá también donó tablas de roble, raulí y mañío. El taller Expresso, que fundó Museo Taller y Maderas Tarapacá, y que realiza un taller en torno a la madera con personas de la tercera edad del Hogar de Cristo, también donó sus trabajos realizados con maderas”.
Sigue di Girolamo. “Dado que mi trabajo se vincula con la madera, a lo largo de estos años, he ido conociendo y aprendiendo de la diversidad del material y sus cualidades de cada especie. Es así como hace ya muchos años, entre otras barracas y aserraderos, conocí Maderas Tarapacá quienes me han apoyado en varios proyectos. Para esta experiencia en Metro, no dudé en invitarlos a participar y donaron una gran cantidad de material que usé para los murales”.
Con el equipo de su taller, conformado por artistas visuales y carpinteros, trataron la madera con diversas herramientas y técnicas capaces de darle las mejores formas y expectativas. Para la artista, la madera te habla a medida que la trabajas, por lo que el único que sabe qué hacer y cómo manipularla eres tú, como autor. El material te guía y uno le sigue el juego, por lo tanto se debe dialogar con éste porque, de lo contrario, al material lo estresas, se fatiga y te puedes accidentar.
“Para unir las maderas entre ellas y con los demás materiales, utilizamos casi todas las técnicas y tratamientos, pasando desde el entarugado hasta el tornillo. Con la pintura sucedió algo similar, y finalmente sellamos todo con un barniz Ignífugo retardador de fuego por seguridad”, agregó.
Dentro de las principales inspiraciones que la influenciaron en esta y otras experiencias en madera, Beatrice di Girolamo recuerda a Tadashi Kawamata, artista japonés actualmente radicado en París, que también trabaja esta materia prima cuyo trabajo trasciende al contexto del arte y se vincula con su propio territorio telúrico. De hecho, su obra le recuerda a un hecho de su infancia
Fue una vez en una cordillera del Maule, donde se acumuló agua por exceso de lluvia. La cantidad fue tal que eso provocó que los arroyos hicieran un enorme taco de lodo que luego cedió, arrasando con caminos, letreros, casas, establos, luminarias y cuanta otra cosa hubiese al paso.
“Al día siguiente, recuerdo haber ido a uno de los arroyos más grandes y tapados de piedras, dejando entrever esos vestigios, trozos de automóvil, postes, ventanas, puertas etc. Ese arroyo estaba aún a la sombra, pues desembocaba por un pequeño valle, donde pude observar cómo los rayos del sol se posaban sobre los vestigios de ese aluvión y ver cómo la vida sigue. El viento soplaba, las nubes pasaban y a pesar de ese desastre natural, la vida continuaba. De alguna forma, esto tiene mucho que ver con los murales que realicé para Metro, pues también son una avalancha de vestigios de la ciudad. Así derivó ‘Vestigios, Arqueología de la Ciudad’, el nombre del proyecto”, recordó.
–¿De qué otras influencias se nutre su inclinación por dicho material?
–Utilizo madera porque es un material noble, orgánico, que está teñida con la vida dado que la que uso es reciclada. Trabajo principalmente con tablas aserradas viejas, que han pasado por un proceso industrial y que luego fueron parte de una reja, portón, mueble o puerta. Esas tablas me hacen vincularme con mi historia de niña, la observación de la luz natural y artificial cuyos rayos atravesaban muros y suelos de madera.
–Desde su parecer, ¿cuál es la realidad artística en Chile con respecto a este material? ¿Se trabaja comúnmente con madera?
–En Chile tenemos muy buenos artistas que trabajan magistralmente la madera, con mucho oficio, tales como Osvaldo Peña (quien tiene una obra de madera en la estación Baquedano), Patrick Steeger, Pilar Ovalle, Jean Petitpas, Franco Lillo, entre otros. Sin embargo, no me considero una artista que trabaje la madera con ese nivel de prolijidad como lo hacen ellos. Trato de no intervenirlas, de no cepillarlas ni pulirlas, porque me interesa trabajar con las texturas de las tablas tal cual como están. Mientras más dañadas o envejecidas, mejor. Para mí, esos fragmentos de madera son piezas históricas. Me gusta esa plasticidad que tienen. Como te decía, son piezas arqueológicas, como fósiles del tiempo, por lo que, de una manera ilusoria, la luz dibuja su forma.
Este proyecto fue realizado en gran parte gracias a la donación de Arauco Renovables.