Los nidos del Cholán: reciclar es la consigna

PORTADA EDITADA

17 de Febrero, 2023

La remodelación de la dupla de arquitectos Marie Combette y Daniel Moreno Flores usó materiales de la misma obra, pero dispuestos en distintos lugares. Al abrir espacios y levantar volúmenes la casa “Los nidos del Cholán” adquirió más luz y calidez.

 

La dupla de arquitectos Marie Combette y Daniel Moreno Flores se han caracterizado por estar abiertos a la innovación y al reciclaje de elementos de construcción ya existentes y en desuso. 

Constantemente son invitados a charlas y conferencias en todo el mundo donde despliegan su ingenio a la hora de construir con bajo presupuesto y alto vuelo creativo.  El axioma que los mueve es potenciar la identidad arquitectónica construyendo con materiales nobles, reciclados y también “metiendo manos a la obra”. 

Según la pareja de arquitectos muchas veces lo que “pensamos (los constructores) está desconectado con la obra”.  Es decir, que se instan como equipo a agarrar el lápiz pero también la pala, involucrándose completamente en el diseño de las viviendas, ya sean grandes o pequeñas.

Los escombros los convierten en caminos rústicos, como si los ladrillos fueran rompecabezas. Las maderas que algunos botan (y que les ofrecen) ellos las reciclan  en pisos o muebles de cocina, los árboles caídos los transforman en mobiliario, lo que redunda en un círculo virtuoso de materialidad e ideas. 

La cabina de la curiosidad

Juntos -Combette y Moreno- crearon la “Cabina de la curiosidad”, oficina ubicada en Quito, Ecuador, que abarca distintas miradas profesionales sobre el territorio y la arquitectura. 

Uno de los trabajos emblemáticos que realizó recientemente este grupo creativo fue la casa ”Los nidos del Cholán”, construcción sencilla de 105 mt2 ubicada en la zona rural de Perucho  (a 35 km de Quito) y que fue remodelada el año 2022.

“La cabina de la curiosidad” definió de esta manera el proceso de transformación de la vivienda: “La Casa los Nidos del Cholán tiene estructura y paredes de bloque, inicialmente fue pensada como bodega. Poco a poco se fue habitando y arreglando, por lo cual, se necesitó una rehabilitación completa para sanar y potenciar el espacio”, señalaron Marie Combette y Daniel Moreno Flores en la descripción de su trabajo. 

El problema al que se enfrentaron fue que a la casa ingresaba poca luz y existía cero conectividad con el paisaje cercano y lejano. El espacio era frío y con humedad en las paredes. La cubierta original estaba en malas condiciones y a punto de caerse ya que contaba con muchas piezas rotas de tejas de barro.

 

 

“Al momento de afrontar el problema, y debido a un presupuesto reducido, decidimos ocupar la infraestructura existente, como un recurso valioso al reciclar los espacios. El proyecto era una casa-taller, con un compromiso de una arquitectura accesible”, contó la dupla.

 

Usando lo que había

El proyecto arquitectónico  repensó el techo con metal y eucalipto (económico, material común y de fácil alcance). También usaron fibra de coco (aislamiento térmico natural) y  cubetas de huevos (aislamiento acústico económico).

Con el cambio de cubierta, se creó suficiente altura para suspender sobre este techo dos nuevos dormitorios de madera, dos nidos, ocupando las vigas ya existentes en el espacio.

De una casa configurada como una construcción cerrada se abrieron al árbol cercano: el Cholán, un árbol endémico del que tomó el nombre la casa. También se abrió la perspectiva con dos fachadas de vidrio hacia los campos y las montañas distantes. 

“Con esta sobre elevación del techo y sin modificar las paredes existentes, permitimos el ingreso de luz (tanto de la mañana como de la tarde) y la recirculación del aire”, describen Moreno y Combette.

En la base de la casa generaron soluciones de drenaje contra la humedad “como si tuviese unas botas de caucho”. También insertaron una estación de tratamiento de aguas grises y reforzaron estructuralmente las paredes existentes para consolidar al sistema.

 

 

A pesar de los cambios, mantuvieron la configuración original de la casa. En la planta baja se liberó una pared, así unificaron todo el ambiente para tener espacialidad.  

Del desmontaje del techo original se reciclaron vigas y tablas de madera para construir un contrapiso y unificar niveles entre la cocina y la sala ya conectada con el jardín. 

El taller se ubicó junto a la entrada y el baño. Así, el volumen espacial cambió totalmente, “enriqueciendo totalmente la experiencia de los habitantes”. Fue una construcción artesanal, que resolvió eficiente y económicamente los problemas, con materiales simples que permitieron construir rápidamente, consiguiendo, que sus habitantes amaran su nido.


Redacción Madera21

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