El laboratorio MadLab busca robotizar a la industria maderera de Chile

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Su paso por el reconocido campus Hooke Park de Inglaterra y luego el interés de una universidad temuquense fueron la combinación necesaria para la creación de MadLab, un laboratorio cuya misión es digitalizar procesos madereros y promover el uso de tecnología de punta en la industria local. Algo que para su directora, la arquitecta Mariela Reyes, no es tan difícil o lejano como se cree. “A lo mejor no necesitan el técnico en robótica para manejar todo si es que creamos sistemas establecidos y aplicaciones replicables, donde simplemente se repita un proceso”, menciona en esta entrevista.

Sin duda que la trayectoria de Mariela Reyes tiene relación con lo sucedido varios años atrás en Dorset, al suroeste de Inglaterra, donde la Architectural Association’s (AA) de Londres decidió cambiar de paradigma educativo y establecer un laboratorio en medio de un bosque. Hablamos del Hooke Park, quizás su campus más reconocido, el primero fuera de la capital inglesa y el primero que se dedicó exclusivamente a una arquitectura rural y medioambiental, con énfasis en la construcción especializada en madera.

Ella lo recuerda como un lugar especial, primero, por el hecho de que sus estudiantes viven ahí el tiempo que duran sus programas de estudios. Y segundo porque al estudiar doctorados o especializaciones de pre y postgrado, deben obligatoriamente interiorizarse en los materiales a utilizar. En el caso de la madera, para desarrollar un proyecto es necesario saber sobre su crecimiento, extracción y procesamiento, al igual que las mejores opciones para obtener un producto de alto valor agregado y sin que eso afecte su geometría natural.

La arquitecta chilena Mariela Reyes pone un ejemplo. Ella cursó uno de los máster más interesantes de la escuela, el de Desing + Make, lo que permitió vivir y conocer más sobre este recinto.

Ejemplo de la madera de bifuración en la construcción de Hooke Park / Hooke Park

“En Hooke Park se trabaja mucho la madera de bifurcación, que se refiere a la parte del árbol donde nacen las ramas. Esa estructura, biológica y molecularmente, es mucho más fuerte cualquier unión artificial que podríamos hacer. Entonces, si la naturaleza nos da esa posibilidad sin cortar nada, ¿para qué la destrozaremos? Los proyectos allá utilizan tecnología para ocupar todo eso arquitectónicamente, sacando el potencial de esas características y obteniendo todos sus beneficios”.

Este tipo de miradas y acciones busca realizar en MadLab, el laboratorio de fabricación digital y experimentación material de la Universidad Autónoma de Temuco. Una entidad dedicada a la investigación y la transferencia tecnológica, que dirige en conjunto con el inglés Michael Arnett, también arquitecto y especializado en robótica, a quien conoció en Hooke Park y que hoy se encuentra radicado en la capital de La Araucanía. Ambos, durante su estadía en el campus de la AA, desarrollaron un proyecto de construcción del esqueleto de un edificio con madera laminada. Esto puede sonar común actualmente si no se tiene en cuenta Kuka KR120, el brazo robótico que utilizaron para esta tarea.

De tres metros de diámetro y con una movilidad de 360°, esta es solo una de las variadas herramientas con que cuenta su laboratorio. Se suma un centro mecanizado de CNC y tecnologías capaces de escanear tridimensionalmente, además de la maquinaria tradicional maderera. La directora comenta que este brazo tiene características similares al de un humano, con seis articulaciones que generan libertad, movimiento y lo que ella ve más importante: la oportunidad de ocupar cualquier tipo de herramienta. “La que se te ocurra”, reitera. “A este brazo se le suman dos ejes externos que funcionan como un riel de desplazamiento de diez metros de largo, junto con otro de acción externa que aguanta media tonelada, pensando que un árbol de esos kilos requiera un giro”.

Brazo robótico de MadLab en acción / MadLab

Pese a reconocer que estos avances no son nuevos, ya que se utilizarían desde hace 15 años en distintos tipos de proyectos madereros —y desde hace mucho tiempo más en otras industrias, por ejemplo en la automotriz—, Reyes afirma que sí es “inédito” para la realidad nacional, pensando en los estudiantes, profesionales y empresas ligadas al material. Esto no lo ve necesariamente como un problema, ya que es la misión de MadLab: ejecutar la necesaria transferencia de conocimientos para que el brazo mecánico y otras tecnologías puedan ser transversales.

“Apostamos a ser capaces de apoyar a la industria local y establecer nexos con los interesados en implementar este tipo de avances, porque a lo mejor no necesitan el técnico en robótica para manejar todo si es que creamos sistemas establecidos y aplicaciones replicables, donde simplemente se repita un proceso. En nuestro país existe espacio para eso, depende de cómo hacemos el vínculo”.

–¿Tiene presente que puede ser difícil para todo el sector adoptar este nivel de tecnología?

–Sí, hace poco tuvimos una visita de distintas personas de la industria local, principalmente pequeños productores, quienes nos preguntaron cómo podían ellos hacer todo esto que teníamos y les mostrábamos. Ese es el desafío de un laboratorio y su misión de transferencia. Cómo somos capaces de colaborar mutuamente, hacer amigables estos procesos y con buenos resultados. No sacamos nada con el conocimiento solo en las universidades y no traspasado a la industria, especialmente en la maderera y en la de construcción, las dos donde apunta nuestro trabajo.

Calibración del brazo robótico para la construcción de Hooke Park / Aitor Almaraz

–¿Encontró ese panorama en Chile, una vez egresada del Hooke Park?

–Conocía el panorama estando afuera. Sucede que las escuelas de arquitectura instruyen de forma alejada a lo que significa entender el material. Enseñan desde el diseño, incluso desde parámetros de la construcción, pero no aprendemos nada de madera ni de cómo funcionan otros materiales. Cuando llegué, tenía un conocimiento distinto pero pude aterrizar y darme cuenta de que no estaba en Inglaterra, donde la madera nativa es comercial y no solo se usa para la construcción, sino que para ámbitos ligados a movimientos artísticos, como artesanía y luthiers, o muebles. En Chile hacen falta esos diálogos con el resto, porque sabemos que no podemos detener la producción de pulpa, pero eso solo sucederá si logramos transferir conocimiento al comercio local, a la docencia, a los oficios y a los futuros profesionales.

–¿Qué beneficios traería eso al país?

–No solamente uno económico, sino que de reconocimiento de las cualidades de este material. Estamos perdiendo mucho al no vivir rodeados de madera. Creemos que es uno de los materiales más nobles y que no tiene solo ventajas estructurales, térmicas, acústicas, sino también muchas otras para nuestra calidad de vida. Creo que la industria y los profesionales se están empapando de eso: de entender la madera como uno de los recursos del futuro, el más sustentable para la construcción.

–Sobre todo porque existe una presencia importante en el sector costero de la Región de Valparaíso o de la Región del Maule, algo muy distinto al patrón de la construcción en hormigón que hay en la Metropolitana. ¿Cómo analiza esa situación?

–Sería injusto decir que el único material que sirve en la construcción es la madera, porque tampoco es así, por algo la tecnología ha evolucionado y hemos descubierto nuevos materiales para la necesidad del momento. El problema es que nos lanzamos muy rápido por ciertos materiales y no le dimos tiempo a otros como este. Eso es lo que debemos hacer ahora, generar investigación y desarrollo en esto porque hablamos del material más sustentable en la construcción.

Mariela Reyes y Michael Arnett, directores del proyecto / MadLab

–¿Cuál fue la impresión de Michael Arnett, con quien dirige MadLab, cuando llegó a este país de reconocida potencia forestal?

–El primer asunto que le llamó la atención fue que, teniendo tanta madera, exista tan poco valor agregado a los productos manufacturados. También el bajo porcentaje de presencia en la construcción, al igual que la poca posibilidad de acceder a especies nativas. En Inglaterra puedes encontrar la madera más exótica en el tamaño que quieras, existe mayor acceso en el mercado y eso le llama la atención de acá, considerando nuestra cantidad de hectáreas de bosque. Él recuerda que incluso en su país estudian nuestras especies nativas para agregar valor a sus especies similares.

–¿Cómo ve este tipo de transferencia tecnológica la industria de la construcción, que sigue básica e invariable desde hace tiempo, con trabajadores como mano de obra?

–Es lo que ocurre en aula, donde hablamos de innovación pero diseñamos y construimos de la misma forma. La transferencia puede ser efectiva si saca las mejores cosas del mundo digital y el análogo. Que la industrialización y la prefabricación puedan mezclarse con el oficio y el artesanado, trabajando uno a uno. A pesar de que incluimos al robot, no queremos sacar al humano del proceso maderero. En ese sentido, hay varias tecnologías, por ejemplo la realidad virtual, que permiten ensamblar en obra con pocos errores, pero en eso también necesitamos a la mano humana para generar el movimiento.

–¿Qué nos aporta la fabricación digital y la experimentación material bajo esa línea?

–El camino a recorrer, de cómo efectivamente la mano del humano se mezcla con la máquina. Es la forma en que los nuevos artesanos podrán subsistir, adaptándose a esto y nosotros a ellos. Han desaparecido muchos oficios de ese tipo y eso causa que el producto forestal pierda valor, porque a mayor construcción, mayor será la valorización de esa madera y su sofisticación para trabajarla. El rescatar conocimiento es fundamental porque se perdió y tal vez una manera de hacerlo es vendiendo más y automatizando ciertos procesos. Así dejas libre a la persona y puedes mejorar lo que ya entrega la tecnología.


Escrito por Marcelo Salazar Medina
Fotografía principal cortesía de Mariela Reyes
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