28 de Marzo, 2019

Zerreitug y el desafío de contar historias con pequeñas figuras de madera

La especialidad del chileno Rodolfo Gutiérrez, alias Zerreitug (su apellido al revés) son los dioramas, pequeñas maquetas a escala que utiliza principalmente para representar hechos históricos o alguna escenas de la vida cotidiana de otra época. En su caso, los pequeños personajes que protagonizan cada diorama están hechos de madera. Y con un preciosismo y prolijidad que asombran.

“Adelante, pase”, dice Zerreitug a través del citófono de su casa en Camino Refugio del Arrayán, en Lo Barnechea. La calle no podría tener mejor nombre, pues el artista de 75 años efectivamente vive en una especie de refugio, ubicado en uno de los puntos más verdes y elevados de la Región Metropolitana.

Sobre el portón hay 3 duendes de madera de álamo. Luego de atravesar el jardín y la piscina –redonda, ubicada casi en el centro del terreno– está su casa. En el ala que da a la cordillera, se encuentra su taller. “Adentro vamos a ver varias de las figuras que hago para vender. La gente llega acá, mira y compra para sus casas”, adelanta, mientras entramos.

Rodolfo Gutiérrez Schwerter nació en Santiago en 1944, pero vivió en Quilpué los 20 primeros años de su vida. Se mudó a su actual casa hace 45 años. Desde que tenía 12 hacía cómics, dibujaba y, cómo no, tallaba figuras en madera. Cuando apareció la plasticina, para él “fue una maravilla”. En su familia son 6 hermanos, seguidos en edad y cuando eran chicos, él inventaba los juegos y hacía soldados de plasticina.

Estudió contabilidad en el Instituto Comercial de Valparaíso y, aunque terminó sus estudios, nunca ejerció. A los 19 años ya estaba vendiendo figuras de madera. “Me había metido en esto, así que me dediqué por completo a la madera”, recuerda.

Según él, es el único que hace dioramas en Chile. El historiador Mauricio Motles, autor de Zerreitug: Tallando la historia de Chile, define el diorama como “un modelo tridimensional, ya sea en tamaño real o a escala, de una determinada escena o situación, ubicado dentro de una vitrina y frente vidriado que permite la observación”.

Autodidacta, Zerreitug lleva más de 56 años tallando en madera, sin haber tomado cursos. Además de dioramas, también fabrica figuras individuales y cuadros tallados. “Me han preguntado qué soy: si artista, tallador de madera o dioramista. Hago todo lo anterior. Podría ser un dioramista, pero yo no solo hago dioramas”, se ríe. Su casa da cuenta de ello: en cada espacio, en cada pared, se puede apreciar una obra suya. Es como un museo.

En su libro, el historiador Motles destaca la faceta “artista/empresario” de Rodolfo Gutiérrez, ya que fue capaz de importar una idea (el primer diorama lo vio en Nueva York, en el Museo de Historia Natural), adaptarla al mercado nacional, producirla y venderla. Destaca su “paciencia y tenacidad”, porque partió trabajando en condiciones precarias “No quedaba espacio ni en el comedor”, señala. Pero ha tenido la destreza empresarial de transformar su oficio origial en algo que le ha permitido vivir.

También destaca que logró entrelazar dos disciplinas: el arte y la historia. “Hago personajes de distintas épocas. Y eso ayuda a entender lo que ocurrió, a construir un relato”, explica Zerreitug desde su taller.

Investigar y tallar la historia

Ha hecho 110 dioramas en toda su carrera, los que están expuestos en museos, centros culturales y algunas estaciones de metro en Santiago. Antes del boceto y de tallar, el primer paso de Zerreitug es investigar: “para dar vida a un personaje tengo que saber cómo era la gente de esa época, qué ropa usaban, etc. La indumentaria entrega información”, explica.

En 1977, la Municipalidad de Santiago comenzó a restaurar la Casa Colorada, para convertirla en un museo para la ciudad. Zerreitug presentó una propuesta: cualquier escena de la historia de la capital se podía representar con figuras de madera. Fue así como en 1981, gracias a la gestión del alcalde de ese entonces, Patricio Guzmán Mira, se inauguraron los primeros dioramas en el nuevo Museo Casa Colorada de Santiago. “Patricio era cliente mío, tenía una serie de figuras que le había vendido”, explica respecto a cómo se facilitó la gestión del proyecto. Actualmente, hay 11 dioramas. Le han encargado 2 más y la restauración de los antiguos, que se espera se reinauguren en 2020.

En 1983, con motivo de celebrar los 433 años de la ciudad de Concepción, se inauguraron 14 dioramas en la Galería de la Historia, en el Parque Ecuador, un trabajo que le tomó tres años pero que le ayudó a que su obra fuese más conocida. Hoy hay 21 dioramas en dicho lugar.

En Penco, comuna de Concepción, también hay 10 dioramas que hablan de su fundación. Casualmente, Zerreitug llegó a esta localidad a enmendar un error: “toda la historia de la Conquista, de Pedro de Valdivia cuando estaba en Concepción, Lautaro, todo ocurrió en Penco, no en Concepción. Entonces el alcalde, Víctor Hugo Figueroa, que es muy adicto a la historia, tuvo la idea de hacer dioramas para recuperar la historia que es de Penco”.

El Desastre de Rancagua es otro hito que se inmortalizó con dioramas. En la maqueta principal, que mide 4m2 (el diorama más grande que ha hecho) se puede distinguir  a Bernardo O’Higgins mirando hacia la Iglesia de la Merced, esperando a que lleguen refuerzos. Las Salitreras de Humberstone, en Iquique, también cuentan con un diorama, inaugurado en marzo de 2018.

En 1992 se creó la Corporación Cultural MetroArte, del Metro de Santiago. Javier Pinto, su director ejecutivo –desde esa fecha hasta hoy– apostó por el trabajo de Zerreitug, quien ha hecho un total de 19 dioramas para las estaciones.

El diorama de la estación Plaza de Puente Alto tiene 110 personajes y 2 trenes eléctricos, uno que va a Santiago y otro que regresa. Además está la locomotora a vapor que va hacia El Volcán. Hay dos andenes y se distingue a la gente llenando el tren, subiendo y bajando. Los personajes suelen ser de 10 cm, pero los de este diorama son de 20. “Fue muy complicado hacerlo. Para hacerle una perspectiva, hay que hacerlo todo al ojo, ir mirando. No se puede usar regla. Hay que trazar todo según cómo uno vería la escena”, explica.

Para el diorama del Abrazo de Maipú, ubicado en la estación Plaza de Maipú, se basó en la representación del cuadro de fray Pedro Subercaseaux. Respecto a cómo se investigan los hechos, Zerreitug señala: “Se revisan las versiones de un mismo relato y llego a acuerdo con quien hace el encargo. Se elige la versión de la historia más aceptada por la mayoría”.

Sin embargo, en 2011 el historiador Gonzalo Sotomayor refutó la versión de la fundación de Santiago pues, según él, Pedro de Valdivia no habría sido el primero en el valle, que no estaba vacío como el diorama lo presentó. Había una ciudad inca y Valdivia negoció con los caciques para comprar esta ciudad. “Ahora tengo que trabajar en recrear esa escena, porque está totalmente comprobado que fue así, Valdivia menciona esas reuniones”, explica Zerreitug.

Ahora tendrá que transformar este diorama, reemplazando el peladero por asentamientos incaicos. Rubén Stehberg, jefe del área de arqueología del Museo de Historia Natural, lo ha respaldado en esto. “Hay que trabajar con gente que sepa porque si no, se puede meter la pata”, dice.

El trabajo de Zerreitug también ha llegado a otros países. Ha exportado algunos dioramas a  Arizona, con temática de vaqueros e indígenas americanos. En 2010, cuando se conmemoraba el bicentenario de Chile una delegación española vio su trabajo en el Museo Casa Colorada. Les gustó y le pidieron un diorama por los 500 años de la fundación de Sevilla.

No habrá sucesor

Zerreitug trabaja sin ayudantes. En promedio tarda tres meses en cada diorama, aunque en los de Plaza de Puente Alto y el Abrazo de Maipú demoró cuatro. Dibuja bastante, realiza muchos bocetos de los personajes y los muestra para su aprobación. Sus figuras son siempre ricas en detalles: costuras de la ropa, facciones del rostro, etc.

Para todo lo que sea de madera suele usar pino radiata, por ser la opción más barata y porque el tallado es sencillo. Además, al ser de color claro, se puede pintar fácilmente.

Respecto a las herramientas, dice que no son muchas ni tampoco sofisticadas. Tiene una sierra huincha grande y una pequeña. Afuera del taller corta las maderas grandes y lo chico lo trabaja al interior. Luego suele utilizar formones de diversos tamaños, según la profundidad y detalle que quiera lograr en la madera. Para pegar, sólo usa cola fría.  Y para limpiar sus pinceles y darle un acabo brillante a la madera, ocupa diluyente y sellador a la piroxilina.

Actualmente está trabajando en el que sería su diorama número 111 y que retrata la primera vez que llegó el tren a la estación de Santa Bárbara, región del Biobío, en 1930. Hace unas semanas, lo visitaron a su casa el alcalde de Santa Bárbara y el jefe de arquitectura de la Municipalidad para corregir algunos aspectos del paisaje. Zerreitug por su parte tampoco deja los detalles al azar: fue al Museo Ferroviario de Santiago y junto a su hijo Felipe, tomaron más de 50 fotos para poder reproducir los modelos de trenes.

Lo más contemporáneo ha sido el paseo peatonal de Concepción. En el diorama se muestra a la gente bebiendo café, cruzando la calle, conduciendo autos actuales. “La fecha no es problema, yo represento cualquier cosa. Si hay una escena muy complicada, siempre hay manera de mostrarla”, dice.

En 2015, la Municipalidad de Santiago le otorgó el Premio a la Trayectoria del Patrimonio, destacando su rol en la conservación de monumentos históricos. También ha sido nombrado miembro activo de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, por su director Juan Guillermo Prado. Gracias a esto, constantemente puede consultar sus dudas y ser asesorado si lo requiere.

Rodolfo Gutiérrez enfatiza que no habrá sucesor de lo que él hace. “No es algo que se pueda transmitir o enseñar. Si alguien quisiera preguntarme o que yo hiciera una clase, eso duraría 15 minutos. La explicación no es mucha: hay que tallar, darle forma a una persona. No hay ningún misterio en lo que yo hago. Basta con ver un diorama y está todo a la vista”, concluye.

Escrito por Diego Zúñiga


 

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