31 de Mayo, 2018

Proyecto de tecnificación busca rescatar la Carpintería de Ribera

Fue un trabajo conjunto que fusionó la tradición con las innovaciones tecnológicas en pos de mejorar la productividad, no solo con el rescate de una técnica, sino también con la salvación del patrimonio cultural inmaterial.

“En Lebu mi familia tiene una tradición donde hacemos esta embarcación con otro tipo de madera que se cuece. Pero uno aquí corta las láminas y se doblan fácilmente. Allá se hace un trabajo duro, se trabaja mucho y aquí solo se necesita el diseño y las ganas, porque el trabajo es súper liviano y no se maltratan”. Es lo que cuenta Eduardo Cisternas, estudiante del Liceo Polivalente Dr. Roberto Iglesias. El joven hace un comparativo con lo que aprendió al ser parte de las nuevas generaciones de la Red de Pequeños Astilleros Tecnificados (Red PAT), impartido por el Centro de Extensionismo Tecnológico en Manufactura (Cetma) de la Universidad de Concepción.

Para llegar a esa instancia el equipo de Cetma realizó un trabajo intenso, donde se acercó a los carpinteros de embarcaciones tradicionales del Biobío, quienes finalmente abrieron la puerta al trabajo con sus hijos y nietos. Entendieron que las nuevas generaciones tienen habilidad para aprender las herramientas tecnológicas actuales. Finalmente se generó una fusión de conocimiento para fortalecer la tradición de los Carpinteros de Ribera, que un grupo de Cetma se esfuerza en fortalecer para que no muera.

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El proyecto Red de Pequeños Astilleros Tecnificados es una iniciativa que busca mejorar la productividad, facilitando la adopción de nuevas tecnologías en las costas del Biobío. Lo anterior tras notar que la producción de embarcaciones de madera ha disminuido considerablemente desde el año 2010.

Todo comenzó con un proyecto anterior, donde realizaron una embarcación piloto que fue expuesta en el Centro Cultural Palacio La Moneda, junto a otros proyectos en que se tecnificaron oficios. Sin embargo, en ese proceso se abrió una puerta y el grupo detectó que había potencial para profundizar el trabajo.

Desde ahí dieron impulso a una investigación más detallada. Con apoyo de Corfo, en esta siguiente etapa se buscó representantes de ese tipo de construcción. “Nos dimos cuenta que las mejores prácticas estaban en Chile, en Puerto Williams existe la tradicional Carpintería de Ribera. Encontramos prácticas que nosotros queríamos introducir, que son más modernas y que están fuera de Chile”, señala José Antonio Carrasco, director ejecutivo de Cetma. Entonces invitaron a esos expertos para que contaran la experiencia en otros países y así generar diálogo en torno a cuáles de esas herramientas se podían adoptar en el Biobío.

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Este segundo proyecto les permitió tener a profesionales dedicados solamente a hacer el trabajo de Carpintería de Ribera. Ya tenían identificados los problemas comunes y cuáles eran las principales brechas tecnológicas que los artesanos tenían en la fabricación de embarcaciones. A partir de eso gestionaron un ciclo de cuatro charlas internacionales, para enseñar las principales técnicas y luego aplicar en talleres demostrativos y actividades en terreno con los artesanos. “Eso para que construyeran junto a nosotros de acuerdo a las prácticas que estamos intentado traspasar, en sus localidades. Entonces aseguramos mayores chances de que estas técnicas se adopten”, agrega Carrasco.

Pero en este proceso de investigación y trabajo se encontraron con distintas dificultades, una de las principales el ajuste cultural. “En las universidades estamos acostumbrados a trabajar con las grandes empresas que tienen gerentes universitarios y puedes hablar rápidamente para llegar a un acuerdo fácil. Pero la Carpintería Ribera es un oficio más artesanal, que se ha formado a sí mismo de generación en generación”, detalla el representante de Cetma.

Debido al contexto cultural y la desconfianza natural del sector ante la ayuda externa, el trabajo con las comunidades fue un desafío. Tras seis meses de persistencia por parte de un coordinador, pudieron abordar a los grupos de artesanos, quienes aceptaron desarrollar nuevas técnicas.

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Estas pequeñas entidades productivas se radican en espacios aislados. Alejados de los avances tecnológicos mantienen técnicas más esforzadas de producción. “Con gran esfuerzo inventan soluciones que ya existen y nuestro rol es difundir esas tecnologías, se nos hace más fácil llegar a ellas entonces el proceso de búsqueda de una solución es mucho más rápido. En el proceso más que imponerlo lo hacemos junto a ellos”, aclara Carrasco.

Para entregar ese conocimiento recorrieron el borde costero hasta el sur del Maule. Soportaron las inclemencias del tiempo y el trabajo en horarios impensados.  El grupo fue guiado por el gusto particular de enfrentar el desafío de lidiar con el decrecimiento y complicaciones que presenta la industria manufacturera en la región, que no ha renovado tecnología ni apostado por la innovación, motivo por el que podría perderse.

Según explica Carrasco, este es un trabajo que se hace desde la intención de no dejar morir un oficio y un patrimonio cultural. “Dado que este oficio de la Carpintería de Ribera todavía está vivo, por qué no darse el trabajo de aprovecharlo ahora que todavía se puede hacer algo, que se puede potenciar y no resucitarlo una vez que se acabe. En nuestro caso los maestros están vivos, hay un trabajo de patrimonio cultural que nosotros lo vemos como un tesoro que no tiene vitrina y que buscamos visibilizar” indica.

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Fueron cerca de 40 unidades productivas las que trabajaron junto a Cetma para renovar sus técnicas de producción. En total son unas 100 personas vinculadas al proceso, ya que pertenecen a esas pyme que aceptaron participar. Este avance impulsó que algunas de esas pequeñas empresas aceptaran formalizar su situación para acceder a financiamiento público y privado.

Ahora, el grupo busca socios comerciales o interesados en adquirir embarcaciones nuevas. Ya cuentan con un kayak, un velero y una lancha, pero la producción continúa. El grupo espera que la Carpintería de Ribera pueda explorar otros nichos comerciales además de la pesca artesanal o semi industrial, la proyección es hacia el sector turístico deportivo, y así diversificar los mercados a los que apuntan.

Por otra parte ya cuentan con un prototipo, el Peñi Lebu (Amigo de Lebu) es una pequeña embarcación dispuesta para la venta. El nombre hace honor a un grupo grande de Carpintería de Ribera, el más potente de la región, que se encuentra radicado en Lebu.

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Con una proyección de 18 meses de trabajo ya están en la cerca del término del proyecto. A la hora de las conclusiones se quedan con el vínculo generado con los carpinteros tradicionales y las nuevas generaciones, las relaciones internacionales y la fusión de conocimiento. “Nos dimos cuenta que la Carpintería de Ribera es un oficio internacional, de países como España, en particular en el País Vasco donde hay una agrupación muy potente que nos visitó. Nos ha permitido conocer que los Carpinteros de Ribera son una gran bandada y ha sido súper interesante ver cómo, a pesar del idioma y la distancia tienen los mismos problemas, les gusta hablar de lo mismo. Se ha generado un trabajo bien bonito y esperamos que se consolide a través de una red internacional de carpintería”, señala Carrasco.

Desde Cetma indican que estas 40 unidades productivas de Concepción con las que trabajaron debe ser la mitad de las existentes en la región. Según Carrasco, esta cifra “es más o menos la mitad del potencial que hay solamente en el Biobío y si tomáramos Chile ese trabajo da para mucho más”.


Fotografías: Diego Valdés / Universidad de Concepción.

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