16 de Mayo, 2019
Grupo Alma, un colectivo de diseñadores industriales chilenos, fueron los únicos representantes nacionales en la edición 2019 de la Milan Design Week, un evento realizado en abril que reunió lo mejor de la mueblería y decoración a nivel mundial.
Esta agrupación se formó en noviembre de 2018, con el objetivo de formar una especie de “congregación de diseñadores industriales”. Previamente se había intentado hacer este gremio de forma más masiva, pero no funcionó. Desde entonces, son solo seis integrantes: Paula Corrales, Bayron Inostroza, Mitsue Kido, Alberto Vitelio, Rodrigo Pinto y Carlos León. Tomando en cuenta que la escena del diseño industrial en Chile es bastante acotada, lo que buscan es hacer ruido, visibilizar y mostrar su trabajo. “En Chile no hay muchos fondos, la mayoría de las veces se las lleva el teatro, las artes visuales”, agrega Inostroza.
Gracias a Grupo Alma, estos diseñadores sienten que han marcado un hito. “Primero, por haber congeniado ya que somos todos diferentes, con visiones y trayectorias distintas. Y también porque logramos exponer en la Milan Design Week”, explican.
Para poder participar de dicho evento, tuvieron que postular en diciembre del año pasado a través del programa Ventanilla Abierta, un Fondart otorgado por el Gobierno de Chile para promover la difusión cultural en el extranjero.
Paula Corrales ya había participado en esta exposición, en la edición 2016. Para ella, este año falló la curatoría y la segmentación. Inostroza también coincide con este punto: “Quizás no es nuestro perfil. Al lado de nuestro stand teníamos estudiantes recién egresados; al otro, marcas más consolidadas. Nosotros éramos de un perfil mucho más experimental”.
Respecto su participación en la Milan Design Week 2019, afirman: “Nos sirvió para tantear el terreno. Pudimos sacar el limpio hacia dónde va nuestro trabajo, cuál es nuestro foco”. En cuanto a la recepción del trabajo nacional, “llevamos una mezcla de materialidades y procesos de fabricación muy propios de Chile. Sentimos que le gustó al público. A los europeos, a los asiáticos, les interesaba ver la madera, o el crin y la pita de las lámparas”, señala Inostroza.
Milán también les sirvió para recorrer la ciudad y poder apreciar cómo están desarrollando el tema del design art y propuestas más experimentales.
Bayron Inostroza es diseñador industrial de Duoc UC y en 2012, mientras viajaba por Chiloé, vio cómo estaban fabricando un bar con madera de mañío. Le llamó la atención el proceso, cómo metían la madera en agua caliente para poder curvarla y manejarla. “Fue un olor muy exquisito y se me quedó pegado”. En 2014 fundó su propia marca, Ail Manufacture. Ail, en lengua Tehuelche significa “zorro colorado”.
Su propuesta se basa en un estilo nórdico, que opta por tratamientos a la madera que no afecten su color o textura, geometrías simétricas y color blanco. Rescata materiales autóctonos, en donde combina procesos de fabricación tanto industriales como artesanales. La madera nativa de mañío es la protagonista, pero también utiliza otras como la lenga o madera clara. “Obtengo el mañío de aserraderos tradicionales. Me gusta por su durabilidad, fácil manejo y veta contrastante”, explica.
Bajo su propia marca, Inostroza fabrica muebles como percheros, mesas de centro, veladores, arrimos y lámparas de suspensión. Dice que su propuesta también es de slow desing, por lo que su stock de ejemplares depende del encargo que le hagan, por lo general entre cinco y diez creaciones. Como no produce en grandes cantidades, la tecnología disponible en maquinaría y herramientas en Chile son suficientes. Todo su trabajo individual ha sido autofinanciado.
A nivel colaborativo, en 2018 junto a la marca Nomade fabricaron los muebles de las oficinas del HUB de Fundación Mustakis en Recoleta. En 2017, con Maquinario, realizaron una casa de interior para mascotas pequeñas de madera terciada de 3 mm curvada, que lograron gracias a un programa de edición en 3D y maquinaria de corte láser CNC.
En las exposiciones nacionales destacan Encuentro Local (2015) y Santiago Diseño (2017) organizada por la revista Ambientes, donde mostró pisos de madera de paquío. También se presentó en el Centro Cultural La Moneda (2018) y en Nos creemos la Muerte (2018) del GAM, donde exhibió una vasija hecha de madera mañío, que servía para contener las cenizas de un muerto, acorde a la temática de la exposición. Para este año, en la Milan Design Week 2019, mostró una mesa de mañío, uno de los trabajos en los que más tiempo tardó. Fueron dos semanas en las que generó la forma, cuadró las patas, las pegó y le dio textura.
En la misma línea del slow design o slow manufacture, la diseñadora industrial de la Universidad Diego Portales, Paula Corrales, destaca por integrar procesos más artesanales y sustentables a sus productos. En la Milan Design Week de este año expuso Lamps from Chile, proyecto que comenzó en 2017 junto a su colega, Mitsue Kido y un grupo de artesanas de las regiones del Maule y O’Higgins. Algunas lámparas –de muro o colgantes– eran de piedra toba o greda blanca. Y otras, combinaban estructuras metálicas de bronce o acero, con cestería de pita, crin o coirón de Uraco.
También participó en la London Design Week 2018, gracias a su propuesta individual “De Corcho”, proyecto que inició en 2013 con el apoyo del Laboratorio de Innovación y Creatividad de la UDP, y que hasta hoy continúa desarrollando. Son lámparas, contenedores y maceteros hechos con corchos de vinos reciclados. “La gente ve el corcho como una mera tapa para envasar vinos, pero a mí me llamó mucho la atención por las múltiples propiedades físicas y químicas que tiene. A nivel sensorial también me gustó mucho, es muy moldeable. Además, ningún diseñador en Chile estaba trabajando con este material”, explica.
El corcho proviene de la corteza del roble y para ser extraído, no es necesario talar los árboles. Sin embargo, Corrales se encontró con que en Chile no se manufactura, sino que se importa desde España o Portugal. El acceder a un producto más bruto (como barras de corcho) es muy caro, por ende, se vio obligada a recolectarlos de la basura o pedirle a la gente para reciclar.
Tras la recolección, los tritura en una máquina especializa. Se obtiene un material de textura granulada, como si fuese azúcar. Luego viene la mezcla: por 100 gr de corcho, son 100 ml de alcohol, 2,6 gr de pintura y 30 ml de colafría. Para darle forma, utiliza moldes de aluminio que fija en una prensa hidráulica. Finalmente, lleva el molde a un horno a una temperatura de 25 °C por 30 minutos.
El taburete-contenedor está dirigido para niños/as de dos a seis años. Para su fabricación, se utilizaron 360 corchos. En comparación, en una lámpara colgante, que pesa 350 gr, se usaron 70 corchos. “De Corcho” le valió el primer lugar en el concurso NEPA Business Planning Competition 2013 en Filadelfia, Estados Unidos.
En Chile aún se malentiende la artesanía e incluso llega a ser cuestionada en el mismo círculo del diseño. Corrales ha sido una gran propulsora de este nicho y de las personas que trabajan en ello. El 30 de abril participó en el conversatorio “Diálogos de artesanía y diseño”, organizado por la Fundación Artesanías de Chile en la cineteca del Centro Cultural La Moneda.
También expuso en Edición Limitada, exhibición organizada por la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, del 9 al 12 de mayo en el Barrio Lastarria. “En esta curatoría se propuso destacar los principios comunes de los autores, como la sustentabilidad, comercio justo, trato ético y la revitalización del patrimonio regional”, explica.
Para la diseñadora, sin duda la artesanía es una forma de sustentabilidad. “El gran problema del diseño industrial es que explota un recurso, una materia prima para crear un objeto. Y al terminar su vida útil, este termina en un basural. En 2013 se veía la sustentabilidad como un plus, ahora es una obligación, una necesidad”, concluye Paula Corrales.
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