17 de Marzo, 2022
A principios de 2020, surgió un llamado de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) para centros basales de excelencia y productividad científica. Éste implicaba un financiamiento basal de 6.000 MM, distribuido en cinco años y renovable por otros cinco, para el fortalecimiento de la base científica de Chile, en miras hacia un mayor desarrollo social y económico.
Los centros basales buscan la aplicación y transferencia de los resultados de sus investigaciones, para contribuir con las políticas públicas y/o aumentar la competitividad de la economía chilena. Lo anterior llamó la atención del Centro de Innovación en Madera (CIM) de la Universidad Católica de Chile , que hace más de 15 años trabaja en conjunto con la industria en el ámbito de la construcción en madera, para ampliar la mirada de toda la cadena de valor y sumar más actores en torno a un trabajo colaborativo y un desafío común.
“Rápidamente, nos pusimos en contacto con distintas universidades líderes en investigación en estas áreas y los invitamos a sumarse a este desafío”, señala el Presidente del Directorio CIM/CENAMAD, Francisco Lozano. “Vimos en este llamado una oportunidad para crecer y mostrar que la investigación y el desarrollo en base a madera puede convertirse en un motor para el país y para combatir los efectos del cambio climático”, sigue.
Fue así como, en un proceso inédito, distintos investigadores trabajaron en una postulación robusta que compitió con otras 28 a nivel nacional, de las cuales se escogieron los 9 nuevos centros científicos y tecnológicos con financiamiento basal. La evaluación escogió proyectos ligados a la inteligencia artificial, al modelamiento matemático, la astrofísica y la medicina, como también al Centro Nacional para la Industria de la Madera (CENAMAD), el cual destacó por la excelencia de su equipo científico y el gran potencial de transferencia para la industria de la madera.
“Estamos muy contentos con la adjudicación de este Centro, el proceso de ANID fue muy exigente y competitivo, por lo que tomamos con mucha seriedad y responsabilidad este desafío, entendiendo que se consideró como un proyecto de fundamental importancia para el desarrollo del país”, dice Lozano.
El objetivo final del nuevo centro es convertir a la madera, desde las áreas de la bioeconomía y sustentabilidad, en el principal motor de nuestro país. Y para alcanzarlo, más de diez de las entidades más influyentes de la industria son parte del proyecto.
Desde el sector público, con el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) y el INFOR, institución perteneciente al Ministerio de Agricultura, como también del sector privado y de la industria, viéndose representado por empresas de las distintas divisiones de la cadena de valor, tales como la Corporación Chilena de la Madera (CORMA), Arauco y CMPC, u otras de materiales para la construcción con madera, como Lonza Quimetal y Simpson Strong-Tie, o industrializadoras tales como Patagual Home y Tecnopanel. A estas últimas se une Leitat Chile, centro tecnológico sin fines de lucro enfocado en la adición de valor con base tecnológica.
Finalmente, desde la academia se suman cuatro universidades para aportar con sus conocimientos, investigación y experticia. La Universidad de Concepción, la Universidad del Bío-Bío, la Universidad de Talca y la Universidad de la Frontera, junto al Centro de Desarrollo Tecnológico (UDT). En total, el equipo de expertos de CENAMAD suma 41 investigadores, nacionales e internacionales, orientados al desarrollo de investigación de punta focalizada en la valoración de la madera y la transferencia de la misma.
Para poder materializar este curso de acción alrededor de la cadena de valor del sector, el centro ha dividido sus áreas de trabajo en seis líneas de estudio, agrupadas alrededor de tres grandes tópicos troncales, los que orientarán el curso de acción de los distintos equipos y proyectos.
El primero es la sostenibilidad y productividad de los territorios forestales, cuyo trabajo busca establecer y potenciar medidas que aseguren la conservabilidad de los territorios, por medio de estándares de productividad, de calidad y variedad de los bosques. El segundo es el desarrollo de bioproductos de valor para la construcción, donde se encuentran los estructurales y no estructurales, la manufactura con tecnología de punta y la modificación de sus propiedades y funcionalidades. También la necesaria valorización de los residuos madereros y la innovación que permita el desarrollo de nuevos materiales.
Y el tercero refiere a la construcción en madera, donde sus focos apuntan al desarrollo y crecimiento de la ingeniería sísmica aplicada a la misma, buscando alcanzar rendimientos similares a los del hormigón, además de aprovechar las virtudes propias del material.
A esto se agrega el avance en estructuras de mediana y gran altura, ya sea a través de estructuras completamente de madera o híbridas, y la creación de nuevos tipos de losas, muros y techumbres. Las estrategias de preservación, protección y durabilidad contra agentes externos como el fuego, la aplicación de nuevas herramientas digitales al sector, el potenciamiento de las aristas sustentables del material, y el trabajo en políticas públicas, son otras de las distintas áreas a abarcar.
El Doctor en Ingeniería de la Madera de la Universidad de Santiago de Compostela (España) y especialista en diseño y construcción de estructuras con el material, Pablo Guindos, es el director del CENAMAD. El también autor de la trilogía “Fundamentos del Diseño y la Construcción con Madera” (Ediciones UC), asegura que tanto la excelencia científica como el valor investigativo generado en Chile ha impulsado nuestra presencia en las contribuciones científicas sobre la materia en el mundo.
“En distintas partes del país hemos evidenciado cómo la academia se ha vinculado fuertemente con la industria de la madera para generar instancias de transferencia, tales como proyectos aplicados, de construcción de edificios, diplomados, material educativo, etc. Tanto es así, que a menudo los grupos académicos involucrados han sido tomados como ejemplo al interior de las universidades como modelo ejemplar de relacionamiento con la industria”, dice.
No obstante lo anterior, el director reconoce que hubo dos restricciones que mermaron un mayor avance. La primera fue que los grupos interesados han trabajado mayormente de forma segregada, pocas veces existiendo proyectos colaborativos entre dos o más universidades. En ese sentido, el CENAMAD es un aporte, al involucrar a las instituciones más relevantes del país. La segunda limitante es que la anterior segregación no ha permitido aunar esfuerzos para que la investigación y la transferencia en madera pueda tener el suficiente impacto.
“En el mundo de la madera, cuando trabajamos por separado en 7 a 9 grupos relativamente pequeños y segregados, a lo largo del país, resulta muy complicado competir con otras grandes ramas de la ciencia y la tecnología, tales como la medicina o la computación para obtener financiación mayor, atraer a los mejores estudiantes, generar cambios en la política pública e influir en la opinión social. Uniendo nuestros esfuerzos podemos subir ese escalón y ahora, con el CENAMAD, realmente podemos lograr el impacto que queremos”, explica Guindos.
En este sentido Cecilia Fuentealba, una de las investigadoras principales del CENAMAD en el eje bioproductos, investigadora de la Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción, señala: “Participar en este centro posibilita conectarse con grupos de investigación diferentes y motiva a crear lazos de colaboración con los diferentes eslabones de la cadena productiva forestal, para ir más allá de nuestra zona de confort. Por lo tanto, la investigación en general puede abrirse a nuevas aplicaciones y aportar a las soluciones, ya que muchas veces no conocemos bien todo el universo científico existente y con el cual podemos interactuar y complementar nuestras investigaciones”.
Francisco Lozano, Presidente del Directorio de CIM/CENAMAD, recalca la relevancia del trabajo colaborativo con la industria. “Los desafíos que se presentan, en términos de sustentabilidad y productividad en la industria de la construcción, requieren de un desarrollo tecnológico, de un análisis social y medioambiental para toda la cadena de valor de la madera. La contribución que se puede realizar al país es relevante y debe estar basada en conocimiento científico y construida de manera colaborativa entre academia e industria”, afirma.
Si bien el sector de la madera no es uno débil dentro del escenario de la economía nacional, los esfuerzos aplicados a su potenciamiento, a través de la aplicación de I+D y el enriquecimiento de su cadena de valor, generan algunos frutos de enorme importancia en diversas áreas y necesidades de la sociedad.
Desde la sustentabilidad de los bosques hasta la generación de productos de alto valor agregado, la construcción en madera goza de diversas ventajas, como su calidez y bienestar, su aislación térmica y acústica, su estabilidad estructural, su buen desempeño antisísmico o su resistencia al fuego. Otras de sus bondades son la rapidez, la seguridad y la precisión con que permite ejecutar una obra, su control de costos, de calidad y también de plazos.
No se puede dejar de lado su contribución ambiental, al ser un material renovable, duradero, bajo en huella de carbono, reutilizable y capturante de CO2, siendo un verdadero instrumento para enfrentar el calentamiento global. El informe de la FAO, “Productos de Madera en la Bioeconomía Global” (2021), indica que la madera provee de lo necesario para que la humanidad contrarreste su dependencia a los recursos naturales no renovables, a los de origen fósil o a los intensivos en gases de efecto invernadero.
Por último, y por su velocidad y resistencia, construir en madera también puede ser una respuesta efectiva ante el déficit de viviendas en el mundo. Una tendencia que en Chile aumenta en el orden de 70 mil viviendas cada año pero que, si se afronta con esta materia prima, no sólo podría solventar ese tipo de urgencias y necesidades. Traería consigo una mayor diversificación económica, al hacer surgir más empresas, más innovación, más actores relevantes y perfiles de profesionales, estimulando el crecimiento laboral asociado a la materia prima y a sus mercados circundantes.
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