El encargo de una pareja joven fue diseñar una casa taller para hacer esculturas en madera y pinturas. Ubicada en un bosque de coigues milenario a orillas del lago Pirihueico.
La propuesta fue hacer un refugio acogedor y luminoso que habitara la cruda naturaleza del lugar, disfrutándola desde un núcleo que mantuviera una distancia con esta, pero que a la vez la integre enmarcándola.
Formalmente debía asimilar la imagen de las construcciones del sur con sus grandes cubiertas, sus volúmenes de geometrías simples y rotundas aunque desdibujadas por el trabajo del tiempo en sus maderas.
Esta forma no es un capricho ya que se funda en el clima extremo de inviernos nevados y veranos lluviosos de este lago precordillerano de difícil acceso de la X Región, pero que a la vez colaboró en preservar la fantástica naturaleza originaria del lugar.
El proyecto entonces se plantea como un contenedor hermético que alberga un gran espacio taller el cual disfruta de las dos ventanas importantes de este, la primera es una rajadura que acompaña la rampa de acceso hacia el taller, donde en los días lluviosos el agua proveniente de la cubierta principal corre por ésta desdibujando el paisaje circundante. Luego esta ventana, ya en el taller, recorta los troncos de los árboles y entre ellos el lago próximo introduciéndolos como un cuadro. La otra es un tragaluz que se abre al oriente para iluminar el espacio principal desde muy temprano.
Los otros espacios habitables son un dormitorio pequeño y un baño que por su disposición disfrutan del paisaje sólo a través del corazón del proyecto, el taller. La privacidad, de ser necesaria, se logra a través de una puerta corredera.
La única relación física con el exterior se da a través de un muro que se abate convirtiéndose en terraza, la razón de esto es que son tan pocos los días en que se puede disfrutar directamente de la naturaleza que no fue necesario hacer un espacio específico para esto, creándose al abrir el taller sólo los días soleados.
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