Código de equipo: ARQ436
Universidad: Universidad Central
Sede: Región de Coquimbo
País: Chile
Ciudad: La Serena
Equipo:
Benjamín González
Joseth Estay
Profesores guía:
Pablo Bello
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DOCUMENTOS ADJUNTOS
© Derechos reservados por sus autores intelectuales.
Descripción general
El peso de la tierra es un pabellón artístico efímero emplazado en el Valle del Limarí, concebido como manifiesto ante la sequía estructural que afecta al territorio. La propuesta surge desde la urgencia de visibilizar la extinción agrícola y el colapso del campesinado, traduciendo esa crisis en una arquitectura que se deforma, se inclina y se tensa. Cuatro módulos de madera se desplazan sobre rieles metálicos, evocando las antiguas vías férreas del valle como vestigio de una ruralidad olvidada. El pabellón se rodea de un círculo ritual de tela agroindustrial, sobre el cual se disponen parras y uvas frescas, que se marchitan con el paso del tiempo, generando una experiencia olfativa que intensifica la atmósfera de colapso. No es un espacio confortable: es una estructura que resiste torcida, como la vid seca. Un altar laico al agotamiento rural. Un cuerpo arquitectónico que no busca habitarse, sino recordarse.
Fundamentación del proyecto
El proyecto nace desde la urgencia de actuar ante la sequía estructural que asfixia el Valle del Limarí, donde el colapso del sistema hídrico no es futuro, sino presente. En este contexto, el pabellón se propone como artefacto efímero que traduce en forma, materia y experiencia la carga simbólica y física de un territorio agotado. Su estructura se basa en módulos de madera desplazables sobre rieles, aludiendo a las antiguas vías férreas rurales, como un eco del movimiento agrícola perdido. La geometría inclinada de los módulos representa la fatiga de la tierra, la deformación del paisaje y la opresión del campesinado. El círculo textil que lo rodea, junto a parras y uvas que se descomponen, genera una experiencia atmosférica olfativa que involucra el cuerpo del visitante. Todo el proyecto opera como un manifiesto: no busca ofrecer soluciones, sino exponer un colapso, provocar conciencia y dejar una huella política y sensorial.
Estrategia de localización, emplazamiento y resolución programática y espacial
Ruta Efímera: Monte Patria, Limarí durante la Feria Costumbrista, para insertar su mensaje en el mismo territorio afectado de lo que tanto celebran se está extinguiendo. Su presencia efímera se visualiza como una herida abierta o cuerpo extraño que interrumpe la feria, denunciando la crisis hídrica desde dentro, como denuncia encarnada. Luego se emplaza en el Parque Cultural de Valparaíso en el mes de las Artes, aquí el pabellón lograría manifestar la visibilidad necesaria para el siguiente punto de emplazamiento y para entregar el sentido de urgencia como arquitectura crítica en un contexto donde se presencia y comprende exclusivamente el arte. Finalmente, su punto de cobertura mediática en Santiago, frente al Palacio de la Moneda, aquí la estructura patenta la denuncia, señalando directamente a quienes deben actuar, y asegura su cobertura mediática que duraría 10 días en la que culmina con una acción colectiva de desarme, donde se reparte la madera al público. Ahora ‘’El peso de la tierra ya no se sostiene solo, que cada quien cargue un fragmento’’.
Propuesta arquitectónica desde el material
La propuesta nace desde una reflexión profunda sobre la materia como portadora de sentido. Se trabaja con madera de pino dimensionado tratado, por su nobleza, accesibilidad y capacidad de evidenciar desgaste, fisuras y tiempo. Cada módulo se construye con ensamblajes visibles, permitiendo una lectura directa del esfuerzo estructural. No ocultamos la condición natural de la madera, sino que cruje, se tuerce, resiste. Esta honestidad material se intensifica al incorporar vigas de acero tipo C en el suelo, reutilizados como base móvil que alude a las antiguas vías férreas rurales. La fricción entre madera y metal activa un lenguaje de tensión y desplazamiento detenido. El suelo se reviste con tela agroindustrial, tensada al nivel del terreno, que se convierte en superficie ritual donde se disponen parras y uvas frescas. Estos materiales se degradan con el tiempo, liberando olor y humedad. Así, la arquitectura no solo se habita visualmente: se huele, se pisa, se corrompe.
Innovación de la propuesta
La innovación del proyecto radica en comprender la arquitectura como un dispositivo sensible, político y performativo, donde la forma, el material y el tiempo actúan conjuntamente para construir un mensaje urgente. El peso de la tierra propone un artefacto político y efímero que denuncia la sequía estructural desde el cuerpo y los sentidos. Su espacialidad está diseñada para incomodar, perturbar, oprimir y generar conciencia mediante deformaciones estructurales, la vid seca suspendida de un hilo y un recorrido hacia el colapso. La incorporación de materiales vivos y en descomposición, introduce una atmósfera olfativa en proceso, haciendo que el paso del tiempo sea parte activa de la experiencia. Además, el uso de vigas de acero como base móvil vincula la propuesta con la historia productiva del valle. Nuestra arquitectura no busca perdurar, sino que se planta, se pudre y se mueve: transformar el espacio en relato y el cuerpo del visitante en testigo de un colapso agrícola en curso.
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