15 de Febrero, 2017
Múltiples son las ventajas que hacen de la madera una opción efectiva para reducir considerablemente la huella de carbono de una edificación. A diferencia de los materiales tradicionales, ella absorbe el dióxido de carbono de manera natural, lo que la transforma en una alternativa indiscutible a la hora de elegir un material responsable en lo que se refiere al cuidado del medioambiente.
Por otra parte, la madera no libera gases tóxicos hacia el interior de las construcciones, como sí lo hace la mayoría de los materiales más comúnmente empleados. Además, es segura de manipular y, al desintegrarse, sus residuos continúan siendo inofensivos para el medioambiente.
En su calidad de material renovable, la madera crece incesantemente en todo el mundo y, en la medida en que los árboles de los que proviene continúen siendo replantados, seguirá estando disponible. Por lo demás, convertir esa materia prima en componentes para la construcción requiere de menos energía que la que demandan los procesos productivos de otros materiales.
Junto con consumir menos energía a lo largo de su ciclo de vida, construir en madera también supone menores gastos de energía en las faenas mismas, debido a que se trata de un material fácil de trabajar y modificar. Asimismo, su uso contribuye a la eficiencia energética, impidiendo que la energía escape de los edificios.
Por último, la madera es biodegradable, lo que significa que, una vez terminada su vida útil, será descompuesta naturalmente por microorganismos.
No por nada los arquitectos y diseñadores están incorporando cada vez más madera en sus proyectos. Versátil, fuerte y durable, la madera ha sido un material preferido a lo largo de la historia por los profesionales de la construcción, no solo por sus ventajas prácticas sino también por su belleza natural. Sus aplicaciones son innumerables: desde estructura y vigas, hasta paneles, encofrado y revestimiento de pisos.
Además de ser versátil y amigable con el medioambiente, los adelantos tecnológicos de los últimos años permiten asegurar excelentes desempeños desde los puntos de vista térmico, acústico y estructural, hasta el punto de que hoy se levantan edificaciones cada vez más grandes y sofisticadas en madera.
Como la madera es más ligera que la mayoría de los materiales convencionales, se requieren menos vehículos para transportarla de un punto a otro, y la construcción de las fundaciones resulta más rápida y menos costosa, pues no es necesario hacerlas tan profundas.
Si bien se trata de un campo de la arquitectura aún en desarrollo, la construcción de grandes edificios en madera es una tendencia que llegó para quedarse, como lo demuestran los proyectos a gran escala que se multiplican en distintos lugares del mundo. Es de esperar que ello traiga consecuencias positivas para el planeta, contribuyendo a reducir las emisiones y promoviendo el uso de técnicas de construcción más sustentables y respetuosas con el medioambiente.
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