Tanto para iniciados como para carpinteros expertos, siempre es bueno tener cuáles son los pasos necesarios para llevar con éxito un proyecto de carpintería. Algunos de ellos precisan de herramientas ingeniosas, sofisticadas o sencillas, pero en todos la creatividad, la paciencia y la concentración no pueden faltar.
Para Cristian Rivas y Juan Godoy, ambos carpinteros del Museo Taller, es fundamental contar con una buena mesa de trabajo, que no cojee ni se mueva. Generalmente se usa un mesón o banco carpintero, que tiene varias otras funciones incorporadas, como tornillos para presionar u organizadores de las herramientas más frecuentes.
Si no se cuenta con este tipo de mesón, basta con que la mesa de trabajo sea firme y esté a una altura adecuada, pues “el maestro siempre tiene que estar cómodo”, advierten.
Quienes mejor saben de este oficio aseguran que, ante todo, hay que tener claro el proyecto que se quiere realizar o al menos una idea en mente. Quizá valga la pena hacer un dibujo o un plano antes de ponerse manos a la obra. Junto con eso, se debe buscar la madera más adecuada según el tipo de proyecto y asegurarse de disponer de todo el material necesario.
Considerando todo lo anterior, es posible comenzar un proyecto de carpintería atendiendo a los siguientes pasos.
Teniendo claro el objetivo de lo que se va a hacer –si es una silla o una mesa, por ejemplo– se debe medir la madera según las distintas piezas que se requiera. Hay ciertas medidas estándar que podrían variar dependiendo del tipo de proyecto, pero siempre será necesario cumplir con estas dos acciones: medir y marcar.
“Hay que medir dos veces para cortar solo una”, dice un refrán muy popular entre los carpinteros. Para medir hay un sinnúmero de herramientas. Las más famosas son las reglas, que pueden tener distintas longitudes, pero también son útiles las escuadras –para medir en ángulo recto–y las huinchas, para medir extensiones más largas.
Para marcar se suele usar un lápiz carpintero, que es un poco más grueso que el lápiz mina y mucho más plano, lo que permite realizar marcas más finas que los lápices convencionales. Generalmente son de color negro, pero también los hay en azul y rojo.
Para cortar se debe tener en cuenta el tipo de madera. Para estructuras finas y delgadas bastará un serrucho de costilla, para las más gruesas se recomienda un serrucho largo con buenos dientes o incluso una sierra eléctrica. También existe una herramienta similar a una guillotina llamada ingletera o guía de corte y permite hacer cortes de una sola vez.
En este punto es importante no cortar directamente sobre la mesa, sino dejando en el aire el trozo que se quiera cortar. El resto de la pieza se recomienda prensarla a la mesa de trabajo para que no se corra ni se mueva.
La única principal recomendación para no cortarse los dedos es la precaución. También hay que estar concentrados y saber que los dedos sólo sirven de guía para posicionar el serrucho al inicio del corte y que después ya no son necesarios.
El cepillo consiste en una hoja afilada que va sacando las imperfecciones de la madera, eliminando las capas más ásperas hasta dejarla suave como la seda.
Aquí no hay que olvidar que el cepillado debe realizarse siempre en el sentido y dirección de la veta, porque de lo contrario se cortan las fibras del material. “Lo mismo que peinarse”, acotan los carpinteros del Museo Taller. Hay que hacerlo hacia abajo, en una sola dirección para no enredar el resto del cabello.
Con los nudos el procedimiento es distinto porque no presentan dirección, así que es necesario cepillar o lijar de forma circular para evitar que se desprenda o descascare el material.
Los cepillos número 4, 6 y 7 son los más frecuentes, pero también existen las garlopas y garlopines.
Luego viene el proceso de lijado, que le da la terminación. Es equivalente a la crema de afeitar después del rasurado.
Con un formón y un mazo se le puede dar forma a la madera. Es un trabajo minucioso que se relaciona con el diseño y que permite dar relieve y texturas.
El desbastar permite sacar las partes más toscas, con una hoja afilada que se toma de forma horizontal con ambas manos.
Un buen carpintero no usa ni tornillos ni clavos, sólo ensambles con tarugos de madera y machihembrados.
Por eso, para hacer buenas perforaciones es importante considerar que el tamaño de la broca debe ser más pequeño que el tarugo ya que éstos permiten unir distintas piezas por presión.
Existen brocas más delgadas que un cable eléctrico, pero las más comunes tienen 10 o 12 milímetros de espesor.
Hay que preocuparse de ubicar los tarugos en lugares estratégicos de las piezas, de forma equilibrada para distribuir adecuadamente las fuerzas. Por ejemplo, si se trata de una mesa de un metro y medio de longitud, para quedar firme necesita al menos 5 tarugos, uno en la mitad y dos a cada extremo.
Se recomienda que el tarugo esté a una profundidad que alcance al menos la mitad de su tamaño. Así se asegura resistencia y durabilidad. No olvidar que junto con ubicar los tarugos, hay que utilizar cola fría, tanto para la perforación misma como para el largo del canto.
Para ensamblar es necesario prensar la madera encolada pieza por pieza, con diferentes tipos de martillos para facilitar este proceso. Si llega a salir cola fría por el borde es importante eliminar inmediatamente el exceso, porque una vez seco es muy difícil de ocultar. Un paño o huaipe con agua es más que suficiente.
Cuando ya el mueble u objeto está concluido, se recomienda rematar con un suave lijado que le quite la porosidad a la madera y borre las marcas de lápices que se hubieren hecho.
Para proteger a la madera de la humedad y de distintos agentes externos, es recomendable sellar la madera. Barnizar le otorgará un particular brillo y aumentará su durabilidad. Más información sobre esmaltes y barnices aquí.
Imágenes cortesía de Museo Taller
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