El cambio climático y calentamiento global, por explotación indiscriminada de recursos naturales, han generado una gran preocupación en la sociedad. Sus efectos se evidencian en el deshielo de glaciares, aumento del nivel del mar, condiciones meteorológicas extremas, problemas en la salud de las personas e impactos negativos sobre la naturaleza y el ecosistema, influyendo fuertemente en el planeta, sus sociedades y economías.
Desde esta mirada, el sector de la construcción tiene una alta incidencia en la gestión de los recursos presentes en la naturaleza. Su actividad se asocia a la elaboración de materiales específicos que exigen la explotación de recursos no renovables de manera ilimitada, cuya obtención requiere de un alto consumo energético y del uso de combustibles fósiles para la transformación de materias primas, transporte, maquinaria pesada, entre otros, originando impactos al ambiente, por polución, emisiones de compuestos químicos contaminantes y generación de residuos de todo tipo.
Frente a esta realidad, la madera, en su calidad de material sustentable, se presenta como una potente opción en la “construcción verde”, razón por la cual ha adquirido en nuestro país una importancia significativa en los últimos años. La madera en su etapa de plantación o bosque, lleva a cabo el fenómeno de fotosíntesis, donde el dióxido de carbono (CO2), principal gas que contribuye al efecto invernadero, en adición con el agua, se transforman en nutrientes para el árbol (azúcares) y oxígeno, donde este último es liberado hacia la atmosfera. Por lo tanto, nuestros recursos forestales se convierten en verdaderos pulmones terrestres que contribuyen a mejorar la calidad del aire que respiramos.
En Estados Unidos, estudios registran una tasa de retención de carbono en los bosques de alrededor de 150 millones de toneladas anuales, una cantidad de carbono equivalente aproximada al 10 % de las emisiones totales de carbono a nivel nacional.
Por otra parte, es importante destacar que el carbono (CO2) generado para producir una tonelada de concreto y una de acero, es casi ocho y 21 veces mayor, respectivamente, que el emitido para producir una tonelada de madera. Lo anterior indica que el uso de productos de madera en la construcción aminora las emisiones de carbono en cuanto se prefieran por sobre materiales tradicionales, que generan más gases de efecto invernadero en su obtención y fabricación.
Así, la madera, material de origen vegetal, es intrínsecamente capaz de contribuir a mitigar el cambio climático y el calentamiento global. Sin embargo, debe ser acompañada por tecnologías que disminuyan cualquier tipo de efecto dañino para el ser humano y el medioambiente, especialmente durante su puesta en servicio.
Hoy día se observa, a nivel internacional y nacional, una gran deficiencia en la potencialidad de la madera como material sustentable, principalmente, por la carencia de insumos y tecnologías que la perpetúen en el tiempo bajo esta condición y que, a la vez, permitan transformarla en productos de ingeniería de alto desempeño. Desde aquí se desprende la falta de preservantes, recubrimientos, pinturas, adhesivos, entre otros productos de características inofensivas, que posibiliten por ejemplo reemplazar el uso de CCA, sales preservantes de alta toxicidad, obsoletas en varios países del primer mundo. Asimismo, recubrimientos y pinturas con bajas emisiones de compuestos orgánicos volátiles (COVs); como también, adhesivos para elementos estructurales de madera, con emisiones muy bajas o nulas de formaldehído u otros tipos de compuestos nocivos (isocianatos).
Por consiguiente, productos terminados de ingeniería a base de madera, originarios de países en vías de desarrollo como el nuestro, se enfrentan a barreras sanitarias, medioambientales y comerciales infranqueables, de cara a mercados internacionales que presentan estándares muy exigentes frente a indicadores de impacto ambiental y salud pública. Para hacerse una idea más acabada respecto a este tema, IKEA, por ejemplo, empresa de retail muy conocida en Norteamérica y Europa, promueve la fabricación de muebles de madera reconstituida, sin adhesivos Urea Formaldehído (UF). Por otra parte, en Norteamérica (Estados Unidos), el Consejo en Construcción Ecológica, creó el sistema para el Control de Energía y Diseño Ambiental, norma conocida como “LEED” (Leadership in Energy and Environmental Design), que asigna incentivos por el uso de materiales que no generan emisiones nocivas para la salud humana.
La propuesta asociada a la potencialidad real de la madera en la construcción ecológica o “verde” entonces, debiera estar orientada hacia el desarrollo de productos e insumos que realcen sus bondades y le permitan mantener su condición de material sustentable en todo su ciclo de vida útil y posterior a eso, como materia prima reciclable/reutilizable. Una alternativa interesante hacia el desarrollo de productos no tóxicos para madera, podría estar inserta en un modelo de economía circular y simbiosis empresarial, que permita reutilizar los desechos o subproductos de procesos productivos, de los distintos sectores industriales. Con respecto a esto, la industria agroalimentaria en un amplio espectro y la del papel, por mencionar algunas, podrían proporcionar fuentes importantes de compuestos primarios de alto valor, que actúen como base en el diseño de productos e insumos para madera, más responsables con el medio ambiente y la salud de las personas, propiciando así la oportunidad de nuevos nichos de mercado y la apertura de barreras sanitarias en países del primer mundo, condicionadas complementariamente, por exigentes estándares medioambientales.
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