La madera se ha posicionado como el material de construcción con mayor proyección a nivel mundial. A sus reconocidas cualidades como su alta resistencia en relación con su densidad y peso, su característica de aislante térmico, el ser un material renovable naturalmente, de gran disponibilidad y bajo consumo de energía, sus propiedades físicas, su versatilidad y su mucho menor impacto ambiental en su uso a diferencia de otros materiales de construcción, hoy se la evalúa muy positivamente por ser “el material”, que además absorbe emisiones de CO2, entendida como la principal causa del cambio climático.
Junto con un uso intensivo de la madera en el mundo en los próximos años, su durabilidad en edificaciones a través del tiempo es un factor extremadamente importante. En este sentido nuestro país ha tomado medidas para que aquellas maderas que no son naturalmente durables, como es el pino Radiata, deban ser preservadas en forma industrial, transformándose en un material tan durable como maderas nativas que ya no están disponibles industrialmente, o el acero y el hormigón. La obligatoriedad del tratamiento preservante está especificado en el Capítulo 6 de la Ley General de Urbanismo y Construcciones, artículo 5.6.8.
Es interesante que nuestra ley en este aspecto es muy parecida a lo que existe en Nueva Zelanda, país muy intensivo en uso de madera en la construcción y que también utiliza el pino Radiata como principal especie. En el Código de Construcción Neozelandés, en lo que se refiere al capítulo de Durabilidad (B2), establecen requisitos mínimos de durabilidad para los materiales y componentes de construcción. La vida útil esperada depende de la ubicación del material o elemento en el edificio y su función. Esto es: materiales fáciles de reemplazar deben tener una vida útil mínima de cinco años; elementos que tienen una dificultad mediana para ser reemplazados deben tener una vida útil mínima de 15 años, pero los componentes estructurales deben tener una vida útil equivalente a la vida de la edificación o al menos un mínimo de 50 años. Para lograr esto se especifica el uso de maderas naturalmente durables o bien el uso de maderas tratadas con preservantes químicos, aplicados a la madera en forma industrial y cumpliendo con penetración y retención mínimos exigidos según sus normas.
En Chile logramos esta misma condición de durabilidad con la madera de pino radiata impregnada según NCh 819. Los preservantes que se usan en Chile son similares formulaciones a los que se usan en Nueva Zelanda, Australia, EE.UU., u otros países, contienen los mismos ingredientes activos y son aplicados con un criterio similar de exigencia de preservación. En regulaciones estamos muy bien encaminados; solo nos falta aumentar la participación del uso de la madera en la construcción viviendas y resguardar el cumplimiento de normas. En el año 2017 solo el 19,6% de la superficie de casas construidas fueron de madera, según fuentes del INE.
Un desafío importante es la protección de los productos de madera de ingeniería como maderas laminadas, contralaminadas (CLT), contrachapados, etc., que aumentan su merecido lugar en la construcción. El concepto de durabilidad de estos productos es el mismo que aplica a la especie forestal de la cual están fabricados, y así lo demandan y lo especifican normas nacionales e internacionales para asegurar la integridad de la construcción. Lograr la protección requerida de largo plazo de la madera y buscar la forma más económica, eficiente y limpia de aplicación para lograr un exitoso proyecto constructivo de largo plazo es nuestra visión.
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