Intervenciones temporales en madera hechas en Chile: un ejercicio creativo para innovar en la construcción con el material

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29 de Junio, 2022

Un pabellón itinerante, un edificio transportable o un refugio para resguardarse de las inclemencias del tiempo, son algunas de las propuestas que resaltan en esta búsqueda nacional por crear nuevos espacios de experimentación. Con gran presencia en la zona centro sur del país y con una importante utilización de madera, los proyectos, además de su atractivo estético, poseen interesantes visiones respecto a la temporalidad de lo construido y a su relación con el entorno y sus habitantes.

La realización de intervenciones temporales llevadas a cabo con el material, algunas impulsadas por facultades de universidades, además de ser una gran reivindicación de la misma madera, es una fantástica oportunidad para generar nacientes búsquedas de espacios, formas, estilos y técnicas. 

A continuación, siete construcciones de este tipo que fueron cubiertas y publicadas por Madera21. Todas ellas diferentes, sin duda, pero con un punto neurálgico común. La transformación de los lugares. 

El Otro Cielo

El proyecto se realizó con la prefabricación de 46 marcos de madera bruta / Víctor Letelier, Diego Villarroel

Este pabellón impulsado por la Universidad de Talca y emplazado en los terrenos de la Parroquia Santa Amalia del Sauce, de la misma ciudad, contó con un 90% de madera para su construcción; incluyendo el mobiliario complementario, las soleras del jardín y los durmientes de roble del acceso. El proyecto se concibió mediante la prefabricación de 46 marcos de madera bruta, los cuales fueron unidos lateralmente por piezas horizontales, para formar una geometría circular autoportante. Es trascendental destacar que cada marco descansó en el terreno natural por medio de estacas de fierro estriado, evitando la construcción de fundaciones y disminuyendo significativamente el presupuesto.

En cuanto a los mencionados marcos, éstos se realizaron con madera aserrada de pino bruto impregnado de 2×2 metros, al igual que los tutores horizontales y diagonales que unen los módulos prefabricados. El acceso principal, en tanto, fue confeccionado con madera de pino cepillado de 1×3 metros. 

La obra tuvo el valor de concebir una arquitectura de bajo costo pero de gran impacto gracias a la madera. Asimismo, reconoció una cultura material propia del paisaje rural maulino, poniendo en valor los sistemas constructivos locales, tales como galpones, invernaderos o gallineros de madera. Tal fue su simpleza, que sus 78,54 m2 pudieron ser ejecutados sin mano de obra especializada.

Sala de Fragmentos

El pabellón de 18 m2 se ubica en Chillán/ Azócar Catrón Arquitectos

De 18 m2 y ubicado en Chillán, este pabellón itinerante para exhibiciones se propuso como una habitación cilíndrica de madera, capaz de ajustarse a espacios potencialmente culturales. El cilindro estaba construido por la repetición sistemática de una sola columna que formó un biombo permeable. Al mismo tiempo, debido a su autonomía, pudo extenderse como una prolongación de lo que allí se exponía, es decir, como una pieza más en exhibición. 

Tras un  recorrido por diferentes lugares de la ciudad, “Sala de Fragmentos” hoy permanece en el Monasterio Franciscano de Chillán, siendo la inclusión del pabellón lo que motivó la recuperación de un espacio cultural abandonado; antiguamente, perteneciente al museo de la iglesia. 

Refugio en el Parque Nacional Pali-Aike

El proyecto se inspiró en los sistemas de encastillados de madera / P. M. – D. T. – A. T. – G. W.

Producto de un convenio entre la Universidad Finis Terrae y la Corporación Nacional Forestal –que requería construir un refugio de resguardo para los visitantes del Parque Pali-Aike, en Punta Arenas–, el proyecto estuvo inspirado en los sistemas de encastillados de madera que se utilizaron para su secado. La operación, en este caso, consistió en apilar una capa de listones de pino de 2×2 metros, paralelos y equidistantes, hasta lograr el ancho equivalente al largo de los listones. La segunda capa es idéntica, pero girada 90º en planta con respecto a la primera. Así, alternando estas dos configuraciones —una por medio, hasta alcanzar la altura del ancho en planta— se logró un cubo de encastillado. 

La siguiente maniobra fue intersectar una esfera y extraer el volumen que corresponde, obteniendo una cavidad destinada a la instalación de gradas para que los visitantes puedan sentarse. De esta forma, el encastillado actuó cortando el viento, como los treillages propios de Magallanes, otorgando un lugar de descanso y contemplación soleado, protegido del viento y con una estructura permeable que dejó pasar la vista del paisaje.  

Pabellón CCP

El proceso constructivo de la obra consistió en la prefabricación de sus elementos / República Portátil

Si hubiera que resumir, podríamos señalar que este pabellón fue un edificio transportable construido en madera y ubicado en la Plaza Independencia de Concepción. El proyecto propuso un espacio capaz de congregar, recibir y visibilizar este encuentro en un sitio urbano de alta concurrencia. Una construcción con evocaciones primitivas que nos remitió al hogar, a un refugio o a un salón de reunión. 

El proceso constructivo consistió en el desarrollo de una serie de elementos prefabricados, compuestos por cerchas, pisos y revestimientos, además de una serie de piezas individuales como diagonales y largueros. Y al ser un procedimiento mecánico, se disminuyeron los tiempos de trabajo y no requirió mano de obra especializada para su implementación. Así, una vez construidas las unidades de prefabricación, el pabellón se montó, se verificó el calce de cada pieza y, al mismo tiempo, se realizó el proceso de rotulado de sus partes. Finalmente, fue desarmado, almacenado, trasladado y reinstalado, para recibir otras actividades destinadas al programa y uso de este lugar.

Pabellón Lebulense

El pabellón estuvo ocho días en Lebu / Patricio Ortega, Claudio Vallejos

Ubicado en Lebu, plena Región del Bío-Bío, esta creación surgió como una colaboración con el programa “Quiero mi barrio”, el cual se instauró como una oportunidad de valorar el quehacer diario de los pobladores como identidad. De este modo, la idea de un lugar común, identitario y observable por todos los habitantes de Lebu, fue la premisa. Al respecto, cabe aclarar que, más que concebido como un objeto en sí mismo, fue presentado como un lugar que diera validez y cabida a todas las formas artesanales de expresión observadas, siendo expuestas en su interior. 

Al ser temporal, la lógica constructiva debió comprender la prefabricación, siendo un trabajo que se desarrolló con apoyo directo de la agrupación de maestros carpinteros de Lebu, quienes armaron las diecisiete cerchas de pino seco dimensionado —de 1×4 metros— que constituyen la estructura principal. Posteriormente, la instalación contó con el apoyo de funcionarios del municipio de la comuna, realizándose el levantamiento y fijación de las cerchas para, después, instalar los tramos de malla raschel correspondientes. En definitiva, el pabellón estuvo durante ocho días en la Plaza de Armas de Lebu, otorgándole un valor concedido por los mismos lebulenses al comprender lo válido que fue, artesanalmente, hacer el lugar desde lo propio. 

Dos torres y un sendero

Las torren se ubicaron en Coronel, en la Región del Bío-Bío / Azócar Catrón Arquitectos

Buscando promover la apropiación y restauración del Humedal Boca Maule, ubicado en la ciudad de Coronel, Región del Bío-Bío, es que surge este proyecto. A aquello, se suma el diagnóstico transversal de la falta de espacios naturales y públicos en las grandes ciudades de Chile, por lo que se plantearon dos torres mirador de madera apilada; idénticas como contenedor, pero diferentes en su contenido en relación con el paisaje que enfrentan. 

En cuanto a su construcción, fue elaborado por la repetición sistemática de un único detalle constructivo, donde, por su proporción, la escala de las torres quedó distorsionada entre lo monumental y lo frágil, haciendo un directo guiño a los artefactos abandonados de la antigua industria minera. Además, desde la arquitectura, en cinco m2, las dos torres apuntaron a comprobar la tesis de que, una serie de referencias en el espacio, son capaces de transformar lugares como el expuesto en espacios públicos consolidados. 

Estaradero del Lago

Su estructura quiso retribuir a los habitantes de la zona / Yordana Andaur

El origen de este proyecto tuvo un objetivo muy claro: encontrar aquella identidad territorial producida por las modificaciones de un territorio cedido a los sistemas de canalización, cuyo origen era el lago Colbún. En concreto, la obra fue una infraestructura de camping, un proyecto del tipo “observatorio cultural” que dejó al descubierto los conflictos socio-ambientales que ocurren allí. En otras palabras, quiso retribuir al habitante y al paisaje por aquello que de alguna forma ya no está. 

Con este antecedente, la idea era aportar y construir una infraestructura que entregara comodidad, sombra y ser. En resumidas cuentas, un lugar para estar; de allí su nombre “estaradero”. Además, buscó ser la herramienta de medida de variación de la cota, construyéndose en el nivel máximo de inundación para hacer ver que la propuesta debería estar inundada si, efectivamente, el nivel de agua se respetara. Su estructura esquelética aludió a las infraestructuras hidráulicas del embalse, buscando romper con lo dominante en el horizonte.


Escrito por Felipe De la Cerda E. 
Fotografía principal cortesía de Madera21

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