11 de Agosto, 2022
Este proyecto, construido sobre una antigua estructura industrial, viene a suplir las carencias de un espacio abierto de calidad y de ocio en Taiyuan, capital de la provincia de Shanxi, en el norte de China. Y es que como otras metrópolis, tiene problemas por la falta de entornos verdes que la descongestionen. Es así como, en una antigua explotación minera de carbón, se logra no solo un gran parque, sino que también un complejo museístico para todo el país.
A cargo del estudio austríaco Delugan Meissl Associated Architects, los diseñadores del Jardín Botánico de Taiyuan escogieron la madera como leitmotiv del proyecto. Sus características la convirtieron en la elección más adecuada, por su adaptabilidad a las exigencias geométricas complejas, su escasa huella energética en el proceso constructivo y las posibilidades que brindaba para la resistencia al fuego. Pero, también, por su relación cultural y milenaria con la arquitectura china.
A través de estos elementos, se emplazó para fomentar como una atracción tanto para el ocio de la propia ciudad, como para visitantes del exterior. La pretensión fue forjar un pulmón verde que, además, sirviera como punto de investigación y de educación sobre los ecosistemas y la ecología.
El complejo, de 54.600 m2, se compone de un edificio de acceso principal con un museo de la naturaleza e instalaciones administrativas, un restaurante, un museo de bonsáis, un centro de investigación con biblioteca, alojamiento para el personal y, como elementos destacados, los tres grandes invernaderos.
En las cúpulas del Jardín Botánico de Taiyuan se extreman las cualidades tecnológicas de la madera, llegando a una luz sorprendente de 90 metros, convirtiendo a la mayor de ellas como una de las más grandes construidas en celosía de madera no triangulada. Dentro de los invernaderos, por otra parte, los recorridos de los visitantes se efectúan por pasarelas elevadas también realizadas con la materia prima. Mismo caso para la cubierta y el pavimento del restaurante en su interior, “La Casa del Té”, que facilita un gran plano horizontal de madera.
La geometría domina e integra en un todo los elementos dispares que albergan cada función dentro del recinto, con un marcado carácter escultórico. Predominan las curvas y las formas orgánicas, tanto en la planificación del gran parque como en los edificios, llevadas a cabo con una precisa ejecución; formas geométricas complejas, que se enlazan con la tradición arquitectónica del país a través del trabajo en madera de sus cubiertas.
Profundizando en su estructura, la superficie parquizada se cubre con árboles que producen colinas verdes y una superficie pavimentada que, paralela a las líneas topográficas, dialoga con la naturaleza y funciona como plataforma sobre la que se elevan, como gigantescas esculturas, los edificios. El acceso principal se realiza a través de una estructura de formas geométricas simples, con dos volúmenes que se entrecruzan con una enorme abertura circular, la que invita a entrar en un gran gesto escenográfico, evocando la tradición local que aleja a los espíritus malignos. Al mismo tiempo, sobre ella se concibe una plataforma que vuela sobre el lago y proporciona una vista panorámica sobre el complejo, al tiempo que dirige, inevitablemente, hacia los invernaderos.
La construcción, que se desarrolló a lo largo de seis años, no hubiera sido posible sin el diseño paramétrico y las herramientas digitales, precisan sus autores. Éstos fueron fundamentales en el éxito y precisión de la logística, la producción y el ensamblaje con la madera. Un proceso de gran complejidad que consigue, en cambio, una sensación de sencillez en estos ambientes casi mágicos, donde el material “planea” sobre nosotros y crea ambientes de luminosidad y calidez.
Como ya se mencionó, los tres domos que albergan los invernaderos concentran la mayor parte del esfuerzo creativo, no sólo a nivel de diseño, sino que también constructivo y estructural. Su forma parabólica y semiesférica imita la de una concha marina en la disposición de sus vigas principales, la que, abriéndose como un abanico hacia el sur, adquiere una sugestiva forma orgánica.
La estructura está realizada en celosía de madera laminada de doble curvatura, organizada en varias capas ensambladas entre sí. La cúpula más pequeña requiere tan sólo dos capas, mientras que las restantes se resuelven con una tercera. Las más de dos mil vigas curvas utilizadas poseen un largo entre los siete y ocho metros, y fueron prefabricadas y ensambladas mediante tornillería en el lugar. Los diámetros de las cúpulas fluctúan entre los 43 y los 90 metros, y entre 11 y 30 metros de altura.
Para la logística del proceso de armado, cada cúpula se dividió en paneles. Éstos fueron ensamblados en taller con las piezas elaboradas en Europa y conducidas hasta el lugar para su posterior colocación en obra. En la cúpula de mayor tamaño, por las solicitaciones a la que se ve sometida, una sutil capa perimetral de cables de acero en diagonal, según el sistema DIAGRID, viene a rigidizar esta estructura mixta y compleja para evitar su pandeo. Ésta se monta en la estructura principal de madera, por medio de atornillado de piezas de fundición producidas en China.
La base, previamente construida antes de la llegada de los prefabricados, está elaborada en hormigón. Cada una de las vigas se asienta en una viga anular mediante placas de acero. Las longitudes se vieron limitadas por los impedimentos del transporte, por lo que las uniones entre piezas son fundamentales para una correcta transmisión de los esfuerzos y el trabajo en conjunto. Debido a que cada elemento produce un encuentro en un ángulo diferente, se necesitó el desarrollo de un algoritmo de agrupamiento para reducir el número de variables.
La cubrición se resuelve con piezas de vidrio, también con doble curvatura, algunas de ellas practicables. Éstas confieren transparencia a la estructura y permiten una fluida comunicación interior-exterior. Durante el día, la luz entra en gradientes según la orientación, optimizando las ganancias solares, y de noche, se iluminan invirtiendo el efecto, como tres lámparas en medio de la oscuridad.
Como explican de Delugan Meissl Associated Architects, el diseño se basa en la arquitectura de los templos tradicionales chinos, donde la estructura de madera es premisa del diseño, sin olvidarse de la relación con la naturaleza artificial en la que se inserta; “Incorporada al paisaje, por un lado, la geometría del restaurante se desprende este, extendiéndose y abriéndose hacia el lago”.
Esta impresionante cubierta parece flotar sobre una caja de vidrio, con un gran vuelo que despega en un alarde técnico, pero no banal. Consigue crear un ambiente evocador, a la vez que cálido y atrayente. El plano de la cubierta se sostiene con pilares de acero agrupados aparentemente de forma casual, produciendo un efecto de bosque y alcanzando secciones muy reducidas, que colaboran en la sensación de ligereza.
La estructura de la gran cubierta del restaurante bidireccional, de tres capas superpuestas, se cimenta en una grilla triangular. En este caso, la cubrición se efectúa con un sistema multicapa resuelto con un acabado en madera. Se ve interrumpida, en su parte central, por un pozo de luz resuelto, siguiendo la misma grilla ordenadora, pero agrandando la distancia entre vigas. De una manera orgánica, de gesto fluido, se prolonga mientras sigue las curvas del lago, para crear un recorrido cubierto que comunica con la vasta plaza del área de las cúpulas.
Esta estructura se consigue “aligerar”, al dejar huecos entre las diversas capas de las vigas de gran canto, obteniendo un efecto regular y geométrico. A través de dichos huecos se produce el ensamble de las vigas con un sencillo desfase en altura, como si de un juego infantil se tratase.
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