La Silla Welsh de encina roja del siglo XII que reversionó a mano el ingeniero Pedro Rivera Izam

PORTADA detalle Welsh

7 de Febrero, 2023

El ingeniero civil creó en madera un diseño propio que recoge lo escencia de una silla Welsh. Usó métodos tradicionales, diversas herramientas manuales existentes, cuchillos y cepillos para crear obras únicas. Para lograr la perfección, además diseñó sus propias herramientas, también de madera.

 

Pedro Rivera Izam es ingeniero civil, especialista en materias técnicas y regulatorías en agua y mediombiete. Ha asesorado diversas empresas y ha trabajado con gobiernos. De eso vive, pero le gusta hacer cosas con las manos por lo que también trabaja, desde su casa en Providencia (Santiago de Chile) desde hace ya 10 años haciendo telares mapuche y ahora sillas Windsor y Welsh.

“Quería matizar la vida y no estar metido en un solo trabajo tan cerebral. Además, era papá soltero de un hijo chico, así que decidí quedarme en la casa a tiempo completo. Trabajo en los informes, luego me puedo ir a lavar loza y después seguir en el taller. Por eso me pude meter con mucha profundidad en el trabajo de las sillas. Empecé a venderlas recién. Demoro tres meses en hacer una silla así que para mí ya son como un ser humano y les tengo cariño, me cuesta venderlas”, ríe y sigue con el datalle de sus obras.

“El asiento es un bloque de madera sólida tallado; desde abajo se encastran en él las patas y desde arriba la estructura del respaldo. Está montada con uniones naturales de una pieza con otra. La unión en sí misma es incorporada decorativamente a la silla. Es cómoda, escultural, elegante, de una belleza muy bruta”, añade Rivera Izam.

Muchos rasgos caracterizan la Silla Welsh: las patas octogonales permiten exposición de todos los planos de la encina, muy inclinadas. El asiento ovalado y un respaldo estructurado a partir de tensores delgados y rígidos le proporciona una comodidad única al usuario.

Rivera Izam dice que la silla Welsh es una forma muy antigua de silla de origen europeo. Las primeras apariciones fueron documentadas en libros de justicia de Gales (por eso el nombre Welsh, de Gales) del siglo XII. Su estructura y forma permite que se usen pocas herramientas en el proceso: no requiere torno pues las patas y tensores se hacen a cuchillo, ni tampoco los implementos habituales para doblar madera, pues el respaldo curvo se hace componiendo partes.

Rivera Izam creó herramientas propias para su trabajo/Pedro Rivera Izam

Diversos artesanos han retomado en el último siglo las técnicas históricas para las Sillas Welsh: “llegué a este diseño a partir de sillas y pruebas que fui haciendo, siguiendo también las recomendacionesde diversos libros sobre Sillas Welsh, en particular los de la editorial norteamerica Lost Art Press. Las marcas del paso del cuchillo en diversas partes es un detalle decorativo fascinante, develan el proceso artesanal y reflejan la luz en múltiples ángulos”, añade el artista ingeniero.

¿Cómo empezó?

Pedro Rivera Izam es un autodidacta. Aprendió solo. Llegó a la madera, porque tejía telares mapuche y estaba tratando de crear un método que bajara la complejidad de las tramas de los tejedores ancestrales y para ello necesitaba una estructura de madera que no se encontraba en el mercado.

“Así que decidí hacerlo yo mismo en madera. Luego de esa primera aproximación, me encantó el material y me quedé ahí. Para aprender las tecnicas encontré a un hombre que hacía sillas en Youtube y comenzó a obsesionarse con él, a mirarlo cada día. Me preguntaba ¿por qué hace sillas y sólo sillas, una tras otra? Me encantó el personaje. Siempre me ha parecido muy lindo ver a una persona trabajar en cualquier cosa. Ver a alguien con tanto cariño trabajando en algo es conmovedor”, agrega mientas sigue tallando.

Detalle de la Silla Welsh/Pedro Rivera Izam

 

Todas las piezas las hace a mano, a cuchillo. Las va montando una a una. La silla Welch -su más reciénte reinterpretación- tiene una treintena de diferentes partes que la componen, todas calzan entre ellas con más de 30 agujeros que se hacen uno a uno, sobre la sillas, buscando manualmente el mejor montaje posible.

“El proceso es muy bonito. El proceso es largo, trabajoso, las sillas son costosas. Las hacía para mi, pero ya no caben más sillas en mi casa. Me puse a vender para seguir haciendo, muy poca gente me las compra, pero tampoco tengo posibilidad de hacer más así que está bien. No quiero renunciar a hacer la mejor silla que puedo. Como no vivo de eso, no me estresa el tiempo. No quiero sacrificarle nada. Si me demoro diez horas en hacer una pata, la hago”, relata.

Estas sillas europeas se usaban en los castillos pero también estaban en las casas de los artesanos. La inmigración las llevó a América del Norte y están pensadas para durar siempre.

El trabajo de Pedro Rivera está en su IG @tresoctavoss

 

El asiento es el que le da estructura a todo el cuerpo. Son confortables. Al sentarse se siente que una mano de madera recibe el cuerpo. Son varias varas, delgadas, que soportan la espalda de la persona. Es un respaldo humilde y ese respaldo trata de parecerse a la espalda. Es flexible. Se hace con madera húmeda, se trabaja más bien a cuchillo. Durante el siglo XX se fueron recuperando técnicas muy antiguas. Así que conceptualmente son sillas de otro tiempo.

En el pasado la silla Welsh a diferencia de la Windsor (aunque es un tipo de silla windsor digamos más primitiva) es de la ruralidad, del taller precario, del sillista amateur. Los profesionales hacian sillas Windsor. El tiempo las transformó en un estilo en sí mismo”, remata Pedro Rivera Izam.

 


Escrito por Redacción Madera21

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