10 de Mayo, 2022
La arquitectura no deja de sorprender en sus avances y nuevas ideas, donde la creatividad puede ser tan alta como los rascacielos. Es algo que queda demostrado en este reportaje de la revista The New Yorker, uno de los medios de comunicación más relevantes del mundo, que profundizó en las construcciones de madera en altura, en su valor actual y para el futuro.
Adentrándose en Brumunddal, una pequeña ciudad noruega de 10 mil habitantes, la publicación presenta un edificio hecho completamente de madera que es, además, el más alto del mundo. Su nombre es Mjøstårnet, tiene 18 pisos, mide un poco más de 85 metros y es un símbolo global de la arquitectura sustentable.
La nota explica que está construido a base de “vigas de madera gigantes de glulam, abreviatura de ‘madera laminada encolada’, un producto de ingeniería en el que las piezas de madera se unen con adhesivos resistentes al agua”. Estas piezas fueron extraídas de abetos y pinos alrededor de aquella ciudad. Las escenas que cuenta la periodista Rebecca Mead son notables, como por ejemplo, el constante “olor a un árbol de Navidad”. Cada cosa que hay en el primer piso del edificio es construida de madera, por lo que la hace pensar en un set de Jenga o una caja de fósforos. Y desde dentro, por otro lado, el espacio no le inspiró otra cosa que la calma y una sensación de cobijo.
Según el artículo, los materiales clásicos de construcción como el concreto, han contribuido a la contaminación ambiental del mundo. En cambio, tanto el glulam como el CLT se han presentado como una alternativa más amigable con el planeta, pues llevan dentro de sí el dióxido de carbono que se capturó en su atmósfera de cuando eran árboles.
“Se necesitaron unos dieciocho mil árboles para producir los productos de madera utilizados en la construcción de Mjøstårnet y la piscina contigua. En conjunto, esos árboles absorben más de dos mil toneladas de dióxido de carbono (la ley noruega requiere que los acres cosechados sean replantados)”, afirma la publicación.
En el Siglo XX hubo mucha reticencia a la construcción a base de madera como respuesta a los incendios masivos históricos de ciudades como Londres, Chicago o Ålesund en Noruega, dice la revista. Pero, actualmente, la tecnología permite que ese miedo sea superado y que la madera sea un material a prueba de fuego, continúa The New Yorker. “A diferencia de los tablones de madera o las vigas cortadas de árboles individuales, los enormes bloques de madera de ingeniería utilizados en proyectos de construcción a gran escala no se queman: solo se carbonizan en la superficie, a una profundidad de uno o dos centímetros, de forma muy parecida a como lo hace un tronco grande colocado en una chimenea será ennegrecido a la mañana siguiente pero no incinerado”, se lee en el texto.
Hay otros grandes proyectos que usarán la madera como material principal, como el edificio de departamentos de 18 pisos irregulares de la firma Penda, en Israel, o el Earth Tower, en Estados Unidos. Dos grandes opciones a los edificios con revestimiento de vidrio que ha dominado la arquitectura de rascacielos y construcciones corporativas en las últimas décadas.
Uno de los arquitectos responsables de Mjøstårnet, Øystein Elgsaas, dice que este nuevo estilo de edificios lucen más orgánicos, incluso parecidos a un árbol, y que son más coloridos. Esto, recordando que origen natural permite alejarse del gris o del café que inunda el urbanismo contemporáneo.
Por otra parte, la directora de diseño global de urbanismo de Henning Larsen, Signe Kongebro, dice en el reportaje que tiene esperanza de que haya más espacio para la naturaleza en futuras construcciones. De hecho, el proyecto que será llevado a cabo por esta firma consiste en edificios que incluyen balcones de madera, vidrieras amplias e incluso rincones para nidos de pájaros en sus fachadas.
El artículo nos presenta otras oficinas de arquitectura dedicadas exclusivamente al uso de la madera, como es el caso de Oslotre en Oslo, donde uno de sus fundadores, Jørgen Tycho, muestra distintos proyectos en los cuales ha estado trabajando. Uno es Valle Wood, un edificio de siete pisos en el que la resina de la madera hace que el revestimiento exterior fuese resistente al agua. Y en su interior, por otra parte, se puede apreciar una arquitectura de madera propia de Noruega. “Espacios aireados formados por vigas de madera pálida y columnas que visiblemente se habían ranurado y unido”, los define en el reportaje.
Oficinas, rascacielos y colegios. El análisis de The New Yorker incluyó una escuela pública en Rakkestad. Y en este punto, se da cuenta que la madera en interiores mejora el comportamiento de alumnos y profesores, y ayuda a usar el exceso de madera que existe en Noruega.
Aprovechando la locación educacional, la revista se refiere a una tradición de ese país en torno a la reforestación, luego de que los bosques fueron cortados en exceso por décadas. Y es que luego de la Segunda Guerra Mundial, se incorporó a la malla curricular de los colegios que cada niño y niña plantara un árbol.
“El abeto y el pino plantados en los años inmediatos de la posguerra ahora están maduros para uso industrial, razón de más para cosecharlos como madera, en la que el dióxido de carbono permanece atrapado, en lugar de permitir que mueran y se descompongan, liberando el gas nuevamente a la atmósfera”, dice la nota.
Siguiendo con el texto, los arquitectos especializados en este modo de construcción están conscientes de que se deben buscar alternativas como “el micelio, redes de hongos, y la paja, por ejemplo, se pueden usar de aislamiento”. Y tras ello, la revista nuevamente se enfoca en Mjøstårnet para hablar con uno de los encargados, Arthur Buchardt. Él cuenta que hubiese sido provechoso construir la torre en la capital noruega, pero esta decisión sustentable ha subido el valor turístico de Brumunddal.
Buchardt comenta que dentro de los principales atractivos, está que el edificio posee una pérgola en el último piso, donde sus pilares son similares a los mástiles de un barco gigante, con “bordes redondeados, como enormes lápices, para disminuir la fuerza de los vientos que pueden azotar la torre”.
The New Yorker afirma que un ejemplo que no podía faltar en su análisis era la visita al museo al aire libre Norsk Folkemuseum, donde se concentran unas 160 construcciones históricas con el material, desde el medioevo hasta nuestros días, que están divididos según su zona geográfica.
Casas pequeñas, edificios, tiendas, escuelas y más, que demuestran cómo la madera ha definido la arquitectura en Noruega. Pero lo que más llama la atención de la publicación es una iglesia que se originó en el pueblo de Gol, adquirida a finales del siglo XVIII por la Sociedad para la Preservación de los Monumentos Noruegos Antiguos y presentado al Rey Oscar II, que, según el medio, es parte de lo más preciado por el museo y del patrimonio cultural del país.
Fue construida en 1200 y conserva las características de lo que se conoce como construcción de duelas: un método de construcción totalmente de madera en el que los postes de carga permitieron levantar estructuras altísimas cuyos muros estaban hechos de tablas verticales. Las iglesias de madera generalmente tenían techos de madera escalonados y empinados, y a menudo estaban decoradas con tallados de formas fantásticas. Solían estar muy extendidos en el norte de Europa, pero solo quedan unos pocos, casi todos en Noruega”, se detalla.
Así vemos cómo la madera es un material insertado en la cultura del país y que define gran parte de sus orígenes y de su futuro, al estar presente en cada construcción que moldea la vida de sus habitantes.
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