19 de Mayo, 2022
Para Cazú Zegers, habitar en espacios construidos en madera genera felicidad, tanto por su belleza, por su flexibilidad y capacidades adaptables, como también por las investigaciones que registran un aumento en la sensación de bienestar —en comparación con otros materiales— en cerca de un 30%. Misma ventura que busca impregnar en el resto cuando se refiere al material públicamente, impulsándolo como uno de los atributos más importantes del país junto a la diversidad natural y paisajística del territorio.
La fundadora y directora del estudio Cazú Zegers Arquitectura (1991), una de las arquitectas más destacadas del país, dueña de una obra proclive al material y que apuesta por nuevas expresiones arquitectónicas a partir de una relación poética con lo requerido y lo visible en lo circundante.
En esa lógica, la profesional toma las palabras del arquitecto británico y entusiasta de la madera, Alex de Rijke, quien manifiesta que cada siglo de la humanidad tiene un material que lo representa. Y si en el XVII fue la piedra, en el siguiente el ladrillo, el acero en el XIX y el hormigón el del XX, el recurso forestal tiene amplias posibilidades de ser la materialidad insigne del Siglo XXI.
“Dado el escenario de cambio climático que estamos viviendo, donde la industria de la construcción genera un 40% de emisiones de CO2 en la atmósfera, dar respuestas reales a estos temas se vuelve una prioridad. El gran desafío es que la madera, por sí misma, no resuelve el problema, sino que la de alta tecnología es la que cambia la forma en cómo construimos”, dice Cazú Zegers.
Nombrada en 2020 como una de las arquitectas latinoamericanas que derriban barreras, por la revista Forbes, y premio Dora Riedel 2021 por su labor innovadora en el desarrollo de la profesión, sus obras han obtenido galardones como el Grand Prix de Versalles, el Premio National Geographic Unique Lodge of the World y el Gran premio Latinoamericano de Arquitectura. Una trayectoria que se robustece de su inclinación por la madera nativa y su fomento, desde abastecimientos sustentables y correctamente gestionados, priorizando la materia prima del mismo territorio en que se emplaza la obra.
Con ejemplares mayormente distribuidos en la zona sur de Chile, dice que “en la zona lacustre he usado mucho laurel, coihue, roble y ulmo, al igual que coihue y pellin en todos las casas y equipamientos del proyecto territorial Kawelluco. También he usado lenga, pino, revestimientos de eucalipto y madera reciclada, como una forma de cuidar el patrimonio, al igual que IP Amazónico, que si bien no es la madera que crece en el lugar, la decisión tuvo que ver con su resistencia a las oscilaciones de temperatura”.
La obra de Zegers llega al punto de traspasar la esfera de la arquitectura y hacerse presente en otro tipo de expresiones madereras. Tal es el caso junto a Woodnic y su colección “ALMA”, que considera una tabla ovalada junto a un cuchillo con mango de madera.
En la actualidad, su oficina trabaja en lo que será su primera casa en CLT, en experiencias con sistemas prefabricados y también con otros laminados. El siguiente reportaje llega en buen momento, al repasar una parte de su obra en madera que seguro dará referencia a los nuevos desarrollos con el material. Uno que Zegers cataloga como el del futuro.
El trabajo detrás de la Casa Cala trajo consigo una investigación sobre la arquitectura vernácula de los galpones tradicionales del sur de Chile. Esto, con el fin de rearmar una nueva manifestación contemporánea en madera, a través del desmontaje de una estructura tradicional cuya construcción data de a comienzos del Siglo XX.
Esta vivienda de 477 m2 fue la primera desarrollada íntegramente en madera por la arquitecta, a través de técnicas tradicionales continuadoras del oficio carpintero desplegado en su levantamiento inicial. Para ello se estudió el lugar, sus paisajes, sonidos y expresiones naturales contenidas en un terreno ubicado en cercanías del Lago Ranco, en la Región de Los Ríos.
En 1993, Casa Cala fue la ganadora del Premio Latinoamericano de Arquitectura, celebrado en la Bienal de Buenos Aires. Un reconocimiento para su trabajo con las curvas, tal como las del tallo de la flor con el mismo nombre, como también de ciertas expresiones culturales en madera del país.
La Casa del Fuego se fundó en 1997, sobre antiguas erupciones volcánicas de la Región de Los Ríos. Más específicamente, en la ladera de un cerro frente al lago Maihue, con el fin de construir un espacio de amplias posibilidades de habitabilidad, tanto para una persona como para varias familias al mismo tiempo.
Hoy su autora valora esta obra por su arrojo, ya que con ella pudo enfrentar prejuicios con respecto al uso de la madera. Lo anterior porque fue, en particular, diseñada bajo una manera completamente redonda, haciendo frente al desafío de utilizarla de manera curva y efectiva. En su interior relucen las bondades estéticas y estructurales de la materia prima, como por ejemplo la potencialización de su espiralidad en el espacio.
La obra de 860 m2 cargó con una reflexión interesante. Como su nombre lo indica, hay una valorización del fuego como el primer orden arquitectónico, pues tal como el clan que lo llevó a una ruca para aprovechar su energía, esta construcción quiso traer ese dinamismo al centro de las dos estructuras que conforman la vivienda; la principal y el anexo destinado a los niños.
Su diseño está basado en las formas que dibuja el viento de la zona, con el fin de sumarse al paisaje metafísico del lugar. A la orilla del Lago Sarmiento, en las Torres del Paine, se encuentra el Hotel Tierra Patagonia. Una estructura en madera que cobija de manera sustentable a sus huéspedes, en cerca de 4.900 m2 de área construida.
El recinto posee un revestimiento compuesto enteramente por entablado de lenga lavada. Un requerimiento especial, para dar con un color parecido al plateado que provoca el efecto roído del agua sobre la madera. Así sus visitantes se dejan llevar por las bondades estéticas y estructurales de su uso.
Este proyecto construido en el 2011 se fundamentó en parámetros sustentables de diseño. Anclado al suelo con taludes de piedra, su interior posee un manejo de la eficiencia térmica especial, ya que mantiene una temperatura apta incluso para los tiempos invernales más duros. El edificio se mantiene en los 5º cuando afuera puede haber perfectamente -15º, colaborando en la reducción de los niveles de calefacción y costo energético.
Tal como la Casa Cala, esta obra también realizó una reinterpretación de estructuras antiguas pero aún presentes en el sur de Chile —de los graneros, en este caso—, por medio de una piel de madera envolvente y extendida que acoge un sector interior de doble altura con altillos y balcones hacia el exterior. El entablado de su techumbre y los muros con coigue sin cepillar engalanan su interior.
Construida en la localidad de Kawelluco, en la Región de La Araucanía, Casa Granero demuestra las cualidades del material sin imponerse arrebatadoramente en el paisaje. La arquitecta dice que buscó explorar lo esencial, como síntesis perfecta de lo que se entiende por casa y del uso único de la madera.
La construcción de 528 m2, realizada en 2004, también utilizó roble, raulí, pino y ulmo, lo que conjugó una relación especial con el árbol ubicado al frente de su ingreso principal, recordando así una parte de su origen.
En los faldeos cordilleranos de Lo Barnechea, a poco tiempo del cerro Manquehue, se encuentra la Casa Esmeralda. Un edificio cuyo fuselaje de madera de IP —de gran densidad y estabilidad ante los cambios de temperatura— quiere sostener la imagen de un bosque por medio de pilares de hormigón que desde 2015 sostienen su expresión.
El diseño de sus más de 520 m2 planteó un vacío central otorgador de luz natural y una ventilación pasiva para todos sus rincones. Su volumetría asimétrica generó una serie de zonas intermedias que permiten diversas vistas y posibilidades de habitar en el exterior, dada su extensión por los aleros de las ventanas del corredor interior y una quinta ventana que enmarca el entorno del cerro.
Un aspecto interesante es su cubierta y el origen de su geometría, la que surge por el proceso de formación del cristal de la esmeralda. Uno efectuado por medio de un sistema de poliedros platónicos que resultan en el icosaedro, rotando el patio y transformándolo en una inspiración por la tradicional casa romana con impluvium central.
Con tres volúmenes en disposición como la letra Y, su tamaño resulta discreto al lado del paisaje que ofrece la ribera de la Laguna de Aculeo. La Casa Ye, de 334m2, se desarrolló con un fuselaje de pino tratado e imprimado con algifol negro, con el fin de contrastar su tono oscuro con el entorno natural en que está emplazado desde 2018. El interior, por su parte, estuvo compuesto de un revestimiento de eucaliptos que aclararon sus espacios.
Con una vista privilegiada al río Cayumapu, localidad rural de Valdivia, un gran atractivo de su ubicación es el acceso a los humedales, los que gozan de una rica fauna de aves y de una capa vegetal compuesta mayormente por juncos y flores de loto.
Se compuso de un pabellón principal dispuesto paralelamente al río, para tener un segundo volumen levemente inclinado, con el fin de controlar el largo de la edificación y su extensión a lo ancho del terreno. Luego ambos se articularon a través del acceso, desplegándose el tercer cuerpo que también conforma el estacionamiento y del que se desprende una pasarela hacia uno de los muelles.
Gran parte de su diseño se fundamentó en el reciclaje de maderas nativas establecidas en antiguos galpones y casas vernáculas de distintas zonas de la Región de Los Ríos. La tonalidad rojiza de la Casa Llu, elaborada en 2018, se compone de varias especies como el roble, el coihue y el laurel, aunque tanto el piso como las ventanas son trabajadas con un solo tipo de especie. Raulí y pellín, respectivamente.
La casa de 756 m2 se sostiene sobre pilares metálicos adecuados al terreno, proponiendo los dormitorios en los cuerpos laterales y con puertas invisibles, para manifestar continuidad en la espacialidad del volumen en los muros.
En el cuerpo central está el acceso y un sector con cocina integrada al comedor, planteado desde el concepto de “ga-loft”, que combina el galpón tradicional del sur de Chile con el loft americano. Su dedicación luminosa se dispone a destacar el volumen espacial y la geometría de la vivienda, con el decorativo de bancas y percheros elaborados por la escultora nacional Jessica Torres.
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